lunes, 30 de junio de 2008

bomberos


"¡Yo soy un anarquista! Un anarquista en el sentido mejor de la palabra. La gente cree que anarquista es el que pone bombas, pero anarquistas han sido los grandes espíritus, como por ejemplo León Tolstoi."

Ernesto Sábato

MEMORESCENCIAS 31

La inglesa decidió abrir una pequeña academia, con capacidad para unas veinte personas en tres turnos durante la tarde, 16, 18 y 20 horas, para dar así margen a los alumnos trabajadores con diferentes horarios de salida. Prefirió hacerlo de manera autónoma, aunque le ayudamos un poco con el mobiliario y los avales crediticios, en especial la psicoanalista, pero ya nos lo devolvería en cómodos plazos.
La academia estaba situada en la misma calle, una ubicación privilegiada, y muy pronto comenzaría a rentar buenos beneficios.
La idea de mantener las mañanas libres surgió de la necesidad de cuidar el bebé, algo que nos repartiríamos entre los tres, así como las faenas de la casa. No queríamos contratar a nadie en el sector familiar, si bien en el profesional enseguida se verían necesitadas de ayuda para mantener el nivel de clientes que subía como la espuma.
Yo, por mi parte, no tuve ningún problema en retornar con mis paralíticos cerebrales y mis chicos down, porque había realizado un buen trabajo con ellos y el sueldo era casi simbólico, sólo quería mantenerme ocupado, no demasiado, para poder terminar mis estudios y cumplir como padre y como amo de casa.
Fue una época de experimentación en todos los terrenos, sobre todo en el sexual, y de asentamiento de una relación y una política económica que jamás habíamos desarrollado. Aunque en la práctica éramos capitalistas autónomos y teníamos bien diferenciadas nuestras posesiones, todos aportábamos un porcentaje de nuestros ingresos, más ganas, más pagas, hacia un fondo común, que iba creciendo y que podía servir de resistencia si alguno de los tres caía en desgracia.
Ese fondo debía incrementarse en dos puntos sobre el ipc todos los meses, ese era nuestro índice de crecimiento comunal, y si había excedente preparábamos un viaje de fin de semana o unas vacaciones, algo que resultaba muy estimulante, tanto para esforzarnos con nuestro trabajo como para anudar y reforzar nuestros lazos con buen tiempo de ocio y descanso compartido.
Yo aportaba una parte con mis ahorros y otra en créditos por resultados con las notas de la universidad. Si mis notas eran buenas, apenas debía aportar dinero.
Toda esta especie de normativa corporativa, fue el resultado de muchas discusiones y enmiendas, hasta que conseguimos ponernos de acuerdo y zanjar un asunto que al principio se planteaba bastante escabroso.
Hubo algunos cabreos, sobre todo de la rubia, que era quien se encontraba en mejor posición, pero al final prevaleció la cordura sobre la codicia y el amor sobre las ganas de echar a correr.
En fin, así fue como comenzamos esa nueva etapa de nuestra vida, un tanto delirante y desenfocada vista desde afuera, pero revolucionaria, funcional y solidaria una vez bien enfocada o vista desde dentro.

sábado, 28 de junio de 2008

tendencias

"La única alternativa es la utopía o el caos. (...) Los síntomas del desplome de la civilización se ven por todas partes y son bastante más agudos que los que se percibieron en los últimos años del imperio romano. Sin embargo, no todos estos síntomas son necesariamente patológicos. El mundo contemporáneo se ve afectado por dos tendencias opuestas: una que tiende a su destrucción social, otra que anuncia el nacimiento de una nueva sociedad."

MEMORESCENCIAS 30

Cuando nube blanca terminó su cuarentena, se planteó el hecho de concluir el triángulo en toda su dimensión y su capacidad de ser. Les dije, bueno, todo es cuestión de meternos en la cama y ver qué pasa, sin forzar mucho el resultado, hay más días. Entonces me sucedió algo para lo que no estaba preparado. Me contaron que mientras yo hacía con una y con otra lo que me parecía bien, buscando el equilibrio placentero o matemático, ellas se habían convertido en amantes y conseguido divinos orgasmos y un entendimiento sexual como de otro mundo, y que yo había pasado a ser mero catalizador de sus sensaciones.
En ese momento no supe si partirme el culo de risa o echarme a llorar como un tonto y salir corriendo de aquella habitación.
Pero antes de que tomara una decisión, me agarraron cada una de una mano y me invitaron a disfrutar el lecho con ellas.
Uno de mis miedos más callados, dentro de mi estrategia, y a pesar de haber compartido en el pasado otro triángulo, aunque tan diferente, se disipó en ese momento y gozamos los tres de la noche más hermosa que hubiéramos podido imaginar, los tres lo comentamos durante el desayuno de la mañana posterior. Una orgía de pequeñas dimensiones en cuanto a cantidad, pero tan intensa debido a nuestro amor, a nuestras conexiones vitales, que sería muy difícil de olvidar, la primera, porque luego vendrían tantas y tantas y no siempre de la misma manera pero jamás alcanzable cual la primera vez.
Todo ello serviría para cimentar ese gran edificio que en muchos años y ante tantas y tantas avalanchas de la puta vida se mantendría en pie, levantado más por nuestros sueños irrevocables y nuestras ilusiones imperecederas que por cualquier razón incalculable.
Mi pequeña e inconsistente estrategia para unir el triángulo había salido finalmente a la perfección, por supuesto gracias a ellas y a lo que había supuesto como definitorio: el amor entre ambas, la confluencia que en algún momento intuí como posible y que afortunadamente se materializó. Algo que surgió entre ellas y que superaba todas mis previsiones y que finalmente sería incapaz de controlar. Pero controlar, ¿para qué?
No me importaba en absoluto si lo que había creado sería en el futuro para lograr mi felicidad o para conseguir mi propia destrucción.

autorizaciones


"El anarquismo, porque no posee ni Academia, ni formación habilitante, ni Papa, ni grandes sacerdotes, ni Comité Central, autoriza a todo el mundo a hablar en su nombre".


Colson, Daniel: Pequeño léxico filosófico del anarquismo. 2001.

MEMORESCENCIAS 29

La ginecóloga inglesa no tuvo ningún inconveniente en realizar el parto en casa. Las últimas ecografías habían señalado que el bebé tenía una perfecta movilidad y que su posición uterina era inmejorable, sencillamente estaba preparado para salir. Lo haría en una bañera repleta de agua a su temperatura corporal, con lo que apenas notaría el cambio a este otro mundo más seco y agreste. Y de paso comprobaríamos, como de hecho ocurrió, que los niños, cuando nacen así, no lloran al hacerlo.
Las dejé trabajar a ellas y me dediqué a sacar todas las fotos que pude, algunas realmente hermosas.
Se sumergió en el agua, unido aún por el cordón umbilical, hasta que la madre se puso nerviosa y le sacó la cabeza para que empezara a dar sobre su pecho las primeras bocanadas de aire, como si lo hubiera hecho todos los días al salir de la piscina buceando.
Hubo un momento de emoción compartida cuando la ginecóloga cortó el cordón y le preparó el nudo del ombligo. De repente teníamos a un varón más en el mundo, totalmente independiente, aunque deberíamos ayudarle un poco durante los próximos años.
Realmente fue una experiencia maravillosa, algo que los servicios sanitarios deberían facilitar con mayor generosidad. Por el contrario, en la actualidad esas prácticas casi han desaparecido.
En fin, fueron pasando los días, la relación con mis mujeres se diversificó, me pasaba las noches follando con la anarquista y los días repartidos entre mis estudios y mis atenciones con nube blanca.
Había ahorrado en las plataformas petrolíferas el dinero suficiente para permitirme un año sabático o dos, pero mi intención no era hacer de emperador romano durante tanto tiempo.
Así que una noche que estábamos los tres con el niño en la misma cama y la mamá ya se encontraba mejor, les planteé el desarrollo final de mi estrategia.
Las academias de idiomas extranjeros, sobre todo de inglés, estaban floreciendo en España al compás de nuestra entrada en la comunidad europea y nuestra oferta turística cada vez más amplia, y existía la posibilidad de que nube blanca abriera su propia academia e incluso la de asociarnos con ella si deseaba algo un poco mayor. También podría dedicarse a la enseñanza pública, como ahora, pues con su experiencia no le iba a faltar trabajo en cualquier instituto o universidad. Podía elegir.
Viviríamos todos juntos en la estupenda vivienda-consulta de la psicóloga.
Yo terminaría mis dos años que me faltaban para concluir mis estudios de trabajo social, y entonces podría ponerme a la altura de aportar también un buen salario.
Vamos, una especie de comuna urbana, basada en el amor, el apoyo mutuo y la curiosidad por establecer nuevas formas de relación más abiertas y quizá más estimulantes y duraderas.
¿Qué me decís?, les pregunté...
Vaya, vaya, qué guardado lo tenías, ¿te parece normal que nos lo sueltes así, de sopetón?¿cuanto tiempo llevas preparando esto?, me espetó la anarquista.
Sí, dinos, ¿cuánto tiempo te lleva rondando esa idea la cabeza y tú sin decirnos nada?, me soltó nube blanca.
Yo me las quedé mirando, con cara de pregunta más que de respuesta, y al poco todos nos echamos a reír, hasta el bebé, probablemente al vernos a nosotros.
Nosotras también hemos hablado, a tus espaldas, cariño, y da la casualidad de que estábamos pensando lo mismo y no sabíamos bien como exponértelo a ti... ¡de modo que todo arreglado, vamos a celebrarlo, por fin puedo tomarme unos buenos güisquis después de tantos meses de abstinencia!
Y así fue como empezamos a preparar las maletas, tras la resaca del día siguiente, con la ilusión de tres niños que acaban de descubrir un juguete nuevo y maravilloso.

jueves, 26 de junio de 2008

metas

" Nuestra meta es llegar al estado ideal de perfección en donde las naciones ya no tengan que someterse a los designios del gobierno o de otra nación, lo que implica ausencia de gobierno, anarquía, la más alta expresión del orden. Aquellos que no creen que la tierra pueda prescindir de autoridad, no tienen fe tampoco en el progreso."

Elisée Reclus, geógrafo francés, miembro de la Primera Internacional

miércoles, 25 de junio de 2008

céline dixit

Así acaban nuestros secretos en cuanto los aireamos en público. Lo único terrible en nosotros y en la tierra y en el cielo acaso es lo que aún no se ha dicho. No estaremos tranquilos hasta que hayamos dicho todo, de una vez por todas, entonces quedaremos en silencio por fin y ya no tendremos miedo a callar. Listo.

MEMORESCENCIAS 28

Los cuatro hijosdeputa que violaron a mi rubia eran menores de edad, penal. Los metieron en un reformatorio y se declararon insolventes, con la misma insolvencia de sus padres, unos porque jamás llegaron a reconocerlos y otros porque estaban en el paro o en la trena o en casa de la puta que los parió. Total que los menores lo liquidaron con un par de años y los mayores con un par de años más cuando llegaron a la edad penal. Justicia.
Barriobajeros desalmados sin educación ni sentido de la responsabilidad con el respeto por los demás.
La sociedad tiene una parte de culpa al generar en su seno elementos de ese calibre, pero el que nace para joder y hacer daño es como si lo llevara grabado en los genes, porque conozco a un montón de gente de su mismo origen, con un montón de problemas económicos y emocionales, a los que jamás se les ocurriría tamaña atrocidad.
Y ahora que volvía a amar con tanta intensidad y doblemente, lo primero que se me pasó por la cabeza, desde Londres, desde aquella llamada que me dejó para siempre añadido a su vida, fue investigar las suyas y acabar con ellas, aunque ya ni siquiera se lo merecieran, ni lo recordaran, porque nadie puede entrar así en la vida de otro, jodérsela para siempre y alcanzar la paz.
Ellas tardarían poco en conocer mis planes, los del triángulo, los otros jamás, aunque nube blanca se preguntaba, lo leía en sus ojos, el porqué de mis estudios claramente destinados a mi país de origen.
Supongo que prefería pensar que estaba fraguando mi retirada si algo salía mal, pero nunca se atrevió a planteármelo en serio. Desconozco sus razones, supongo que ni siquiera ella misma querría pensar en ello, porque nuestra relación no tenía fisuras y ella era lo suficientemente fuerte como para afrontar lo que se le viniera encima, simplemente si seguía a su lado con el deseo de alcanzar la eternidad, algo que intuía en nuestro destino, no sólo como madre, sino por el amor que yo le profesaba, nube blanca sería desde entonces, desde su serena y tácita aceptación de mi otro amor, la única persona a quien jamás sería capaz de abandonar. Un amor maduro, un amor de hombre, que su manera de ser haría más fácil y ligero con el paso del tiempo. Nunca me exigió nada, tan sólo se entregaba y recibía lo que yo humildemente, pues bien sé que nunca estuve a su altura, le podía ofrecer.
Toda mi estrategia, en la que ella siempre estuvo incluida, como madre de mi hijo que llevaba dentro y de los que vendrían después, la discutiríamos en un futuro no lejano, los tres, y acabarían ambas concediéndome, si no la razón de mi oscurantismo, sí la de mi racionalidad y mi amorosa intención.
Es fácil soñar un mundo, pero no tanto hacerlo realidad.
Y aquellos cabronazos, a los que era tan difícil identificar y seguir sus huellas a través del olvido, acabarían bajo mis garras con el paso de unos pocos años y la ayuda de la informatización y el acceso a ella que me iba a proporcionar mi nueva profesión en el futuro.
Ay, ateo de mí, que dios los pille confesados.

martes, 24 de junio de 2008

MEMORESCENCIAS 27

Cuando le conté a nube blanca lo que le había sucedido a mi novia anterior, la psicóloga, sintió por ella una infinita tristeza. Me culpó, por haberla abandonado de esa manera, pero le expliqué que fue su falta de sinceridad y no su incapacidad para ser madre lo que me llevó a dejarla.
Todas las mujeres tenemos derecho a un poco de misterio... y a unos cuantos secretos inconfesables. Sois unos burros, los hombres. Invítala, por supuesto, aún está a tiempo de compartir con nosotros la experiencia, no creo que tarde menos de una semana en dar a luz. Y que se quede aquí el tiempo que quiera, el que necesite. Puede que además nos ayude a los dos su compañía en este nuevo cambio.
Esas fueron sus palabras. La verdad es que no esperaba menos de una mujer como ella. La besé con ternura, primero en la boca y luego en el vientre, le dije que era maravillosa y que tenía toda la razón. Me disculpé alegando mi juventud e inexperiencia, unido todo ello, para ser sincero, a mi deseo ya lejano de ser padre.
La cuestión quedó zanjada y esa misma noche llamé a la rubia y le propuse la idea, aunque en realidad ya la había bosquejado en mis últimas cartas desde el mar del norte. Le rogué que viniera, que nube blanca estaba de acuerdo y que pillara todas sus vacaciones posibles para estar con nosotros y compartir aquellos momentos como una familia, como si el niño fuera de los tres.
Se echó a llorar, sentí por teléfono como se derrumbaba, y cuando se calmó un poco apenas le quedaban más palabras que agradecérnoslo y decir que en dos días estaría con nosotros, sólo tenía que derivar por el tiempo necesario a unos cuantos pacientes hacia otros colegas y cambiarle la fecha a otras consultas menos acuciantes.
Ya más calmada me preguntó qué tiempo hacía en Londres y le recomendé que, aunque comenzaba el verano, trajera algo de entretiempo y ropa interior interesante pero no demasiado complicada de quitar.
Ahora reía y me llamaba de todo, pero sobre todo me decía que me amaba cada tres palabras y al final que esperaba que nadie resultara dañado en aquella experiencia que íbamos a vivir.
Mi querida ácrata, ya somos mayorcitos y va siendo hora de que desarrollemos algunas teorías que se nos han quedado a los tres esperando en la puerta trasera, tristemente olvidadas. Déjame hacer a mí, sé cómo tratar esto, te aseguro que todo depende de la empatía y el cariño que seáis capaces de desarrollar entre vosotras dos.
Nos despedimos con un pásame la hora y el número de vuelo en cuanto tengas el billete y un sonoro beso en el auricular. El tiempo haría el resto, junto con mi estrategia.
Luego continué estudiando los libros que la uned, la universidad a distancia, me había enviado para sacar mi licenciatura española en trabajo social. Había suspendido un par de asignaturas y debía recuperarlas en septiembre. El trabajo en la plataforma no me había dejado demasiado tiempo, con el añadido de la preparación práctica del ingeniero que venía a sustituirme.
Pero ahora estaba en casa, en mi hogar, y tenía tiempo suficiente para estudiar sociología y para estudiar la forma de ampliar mi familia y mi felicidad.
Se habían acabado las plataformas, había cancelado en mi interior la necesidad de la soledad.

céline dixit


La miseria persigue tenaz y minuciosa al altruismo y las iniciativas más amables reciben su castigo implacable.

caos y orden


El caos es un orden superior, aún por establecer.

lunes, 23 de junio de 2008

delirios


Algunos delirios de hoy serán las soluciones del mañana.

céline dixit


La moral de la humanidad, a mí, me la trae floja, como a todo el mundo, por cierto. Pero no hay que olvidar las cochinas historias que remueve la Justicia en el momento de un crimen sólo para divertir a los contribuyentes... Entonces ya no sabes cómo escapar.

MEMORESCENCIAS 26

Nube blanca era profesora de filología inglesa. Gracias a ella conocí a los grandes poetas anglosajones: Blake, Byron, Keats, Dylan, Milton... e incluso me acercó a la obra del gran yanqui de todos los tiempos, Walt Whitman y su "Hojas de hierba", esa obra única y siempre inacabada.
Nos escribíamos a diario, mientras su vientre se iba inflando como un globo maravilloso en el que flotaba y componía la melodía de la vida un pedazo de mí.
Yo terminaría mi campaña semestral antes del parto y a ella le darían tres meses de permiso en la universidad, de modo que los dos íbamos a disfrutar del bebé desde el principio.
Cada dos semanas o tres me enviaba las cartas que llegaban de España, con noticias de esa familia que se mantenía unida a mí por un hilo de sangre, y algunos libros y revistas de literatura que luego le iba devolviendo.
Una de las cartas me sorprendió, alguien debió darle mi dirección de Londres, de aquel pequeño apartamento que entre la inglesa y yo habíamos transformado en un nido de amor.
Era de la psicóloga. Me pedía perdón y me rogaba que aceptara su amistad. Sabía de mi nueva relación, sabía de mi retiro espiritual a los mares del norte y sabía que esperaba el hijo que ella no había podido darme.
La consulta iba muy bien, estaba haciendo un trabajo muy interesante y la clientela aumentaba cada semana.
Seguía sola, no se había atrevido a buscar una nueva pareja, a pesar de saber que a muchos hombres no les interesaba demasiado la paternidad y me pedía que le escribiera y le contara de mi nueva vida.
Desde ese día comenzamos a escribirnos casi a diario, directamente desde la plataforma, a pesar de que el correo fluía lento desde el mar al otro lado del pirineo y tardaba más de una semana en llegar.
Esa mujer me seguía queriendo y en ese momento era incapaz de separarlas, a las dos, a la madre y a la intelectual con quien había soñado vivir. Se fusionaban ambas y comencé a pensar en la posibilidad de convivir los tres juntos, en un triángulo que suponía tan imposible como maravilloso.
Las brasas de las comunas ibicencas se iban apagando y brotaban otros fuegos que devoraban los restos de cualquier utopía que los años setenta hubieran podido imaginar.
Sin embargo, con cada carta, la idea iba cobrando más vida en mi cabeza y enseguida comenzaría a elaborar las estrategias necesarias para salirme con la mía, al fin y al cabo, como siempre.
Pero aún me quedaban más de cuatro meses para terminar la que sería mi última estancia en la plataforma, a pesar de que me había convertido en el rey, el gerente había delegado nuevamente en mí en vez de contratar a un ingeniero desconocido y me había acostumbrado fácilmente a la soledad, a la monotonía vital de aquel lugar perdido entre las olas.
Sería en realidad mi última etapa como trabajador técnico, pues en adelante volvería a dedicarme al trabajo social, a la configuración triangular y a la limpieza ética y estética que se cruzara en mi camino.
Me había convertido en un hombre, sabía lo que quería, conocía mis limitaciones y nadie me podía parar.

domingo, 22 de junio de 2008

céline dixit

Para eso sirve, y para eso sólo, un hombre, una mueca, que tarda toda una vida en fabricarse y ni siquiera llega siempre a terminarla, de tan pesada y complicada que es, la mueca que habría de poner para expresar toda su alma de verdad, sin perderse nada.

sábado, 21 de junio de 2008

céline dixit

Más vale no hacerse ilusiones, la gente nada tiene que decirse, sólo se hablan de sus propias penas, está claro. Intentan deshacerse de su pena y pasársela al otro, en el momento del amor, pero no da resultado y, por mucho que lo hagan, la conservan entera, su pena, y vuelven a empezar, intentan una y otra vez endosársela a alguien.

MEMORESCENCIAS 25

Cuando nube blanca y yo llegamos al lecho de muerte de mi madre, la encontramos ya moribunda, con esa claridad excepcional de los que están a punto de irse. No sólo me reconoció, sino que me llamó por mi nombre y me recordó un pequeño acertijo que me había contado desde niño y que probablemente ella había escuchado siendo niña también: ¿verdad que en el castillo de la Mota los reyes pasaban por debajo?...
Sí, mamá, le contesté, y la abracé con el que parecía iba a ser su último abrazo. Expiró entre mis manos y en ese momento sentí un gran alivio por el dolor que terminaba para ella, madre descansa en paz, se acabaron los estertores, ya no necesitarás respirar nunca más.
Mi padre iba tirando, con su enfisema a cuestas, apenas bajaba a la calle porque le costaba medio pulmón subir las escaleras hasta el cuarto piso, aquellas construcciones del franquismo carecían de ascensor.
Así que en adelante un día unos y otro día otros le irían haciendo las compras y los recados que necesitaba, sobre todo el pequeño, que ya había vuelto de su campaña de aviación en el ejército y ahora se dedicaba a trapichear chocolate y cargar cajas de pescado en la rula del puerto para amigos y conocidos pescaderos. Le llevaría su tiempo encontrar un empleo decente después de tanta dedicación castrense.
Mi hermano mayor ya se había instalado con su belga en su piso nuevo, en una buena barriada con ascensores y enseguida había conseguido un buen empleo en el mejor concesionario que la Peugeot disponía en la zona.
Entre el trabajo y el cuidado de los dos niños pequeños, poco tiempo les quedaba para colaborar, pero cada dos o tres semanas le hacían una visita para que viera los nietos y de paso le llevaban algunas compras más pesadas que cargaban en su flamante mercedes de importación.
Mi hermana pasaba poco por allí. Aunque todo queda en familia, hay cosas que no se olvidan, y más si la vida te ofrece la oportunidad de cambiar de escala social, de mundo, abandonar los barrios suburbiales y cubrir con un tupido velo tu memoria.
Yo me iba enterando de todo esto por alguna carta que recibía de unos y otros, porque tras el entierro de mi madre me largué por donde había venido, con mi nube blanca del brazo, que por cierto ya se encontraba embarazada, hacia las nieblas londinenses y las plataformas del mar del norte.
Se estaban agotando mis vacaciones.

jueves, 19 de junio de 2008

céline dixit


El sabio auténtico tarda veinte buenos años, por término medio, en realizar el gran descubrimiento, el que consiste en convencerse de que el delirio de unos no hace, ni mucho menos, la felicidad de los otros y de que a cada cual, aquí abajo, incomodan las manías del vecino.

MEMORESCENCIAS 24

Nube blanca era curvilínea y blanca como la leche. Todo su ser emanaba ternura y una maternidad tan grande que me sobrecogió. La conocí un una taberna irlandesa, en Londres también hay tabernas irlandesas, por mucho que les joda a los ingleses, en una noche de música en directo y cerveza hasta reventar.
Era mi primera noche de fiesta alejado de la plataforma, después de trabajar seis meses seguidos sin ver otra cosa que el mar y mis propios pensamientos.
Había adquirido un inglés aceptable y no me fue difícil entablar conversación con ella y requisarla para mi disfrute durante el resto de la noche, a pesar de las miradas envidiosas de los nativos, porque la tía estaba buenísima. Que se jodan, le contesté a ella cuando me dijo que la reclamaban sus amigos para bailar. Y se quedó conmigo. Y se jodieron, sin más. Había entablado con ellos una cierta amistad distanciada, digamos que la imprescindible para convivir pero sin que se hicieran ilusiones. Y me respetaban. Al fin y al cabo yo era el único que podía hacer que las bombas trabajaran noche y día sin descanso, extrayendo el oro negro que pagaba sus hipotecas, o embarcarlos en problemas sin fin e incluso hundirles la plataforma si me salía de los cojones. Así que me respetaban, vaya si me respetaban. Y mucho más después del desagradable accidente en el que había muerto el ingeniero de mantenimiento a los pocos meses de llegar yo, mientras estaba de guardia controlando el correcto funcionamiento de las cuchillas perforadoras.
Un ruido anormal le hizo bajar desde la sala de control, era como si algo se hubiera enganchado. Un empujón mío le hizo engancharse también y terminó triturado, excepto la cabeza que milagrosamente se había desprendido y rodado hacia un lado de la plataforma. Me corrí mientras volvía a mi camarote, recordando su cabeza rodar como una maldita pelota xenófoba y racista que no me había dado un segundo de tregua desde que me incorporé a la empresa.
Hablaron primero de traer a otro ingeniero, pero yo había estudiado los planos en mis horas libres y durante la ejecución de pequeñas reparaciones y mantenimientos preventivos. Tras una corta pero fructífera entrevista con el gerente le convencí de que podíamos esperar al siguiente reemplazo de personal para contratar a otro, estábamos a mitad de la campaña y conocía perfectamente el funcionamiento del sistema. Eso sí, con un ligero aumento de sueldo. Me contestó que parecía cierto por las referencias de otros compañeros y que recibiría el mismo sueldo que mi jefe, pero también las mismas responsabilidades. Si la cagaba podía darme por despedido.
Así que apareció un helicóptero para llevarse al muerto esa misma tarde y yo seguí con mi trabajo, un trabajo con el que además del respeto me gané el prestigio profesional entre mis compañeros.
De manera que nadie se molestó demasiado cuando me tomé la exclusiva de nube blanca. Yo, por mi parte, no la volvería a soltar en mucho tiempo.
Era, además de bella y carnal, la matrona que siempre había anhelado para sembrar mis vástagos. Mi amiga rondaba los veintisiete y enseguida nos pusimos de acuerdo para empezar a procrear.
Curiosamente, tras largos meses de meditación, así de largos me habían parecido en medio de aquella monotonía que nos envolvía, había vuelto a caer en las mismas obsesiones, pero ya no me parecían tales, sino una fuerza que me impulsaba a vivir y me hacía más fuerte cada día. A mis veinticuatro años me sentía como un árbol robusto meciéndose con sabiduría al viento y deseoso de ofrecer todos mis frutos.

martes, 17 de junio de 2008

céline dixit


He guardado tanta belleza de ella en mí, tan viva, tan cálida, que aún me queda para los dos y para por lo menos veinte años aún, el tiempo de llegar al fin.

MEMORESCENCIAS 23

Las máquinas lo invadían todo. Máquinas ruidosas, máquinas vaporosas, máquinas pestilentes recordándonos que gracias a ellas nuestro sudor no se derrama en demasía. Seis meses ampliando mis conocimientos de inglés y asimilando su manera de ser, a años luz de distancia de todo el pirineo.
El pirineo no es una zona erógena y ni siquiera es una zona de preocupación para la salud. El pirineo es la geografía del mundo. Más abajo empieza África y las zonas tercermundistas de explotación, o de diversión.
Algunos lugareños gilipollas totales pensaban que era a la inversa, y que en el pirineo comenzaba el cine porno y de gran autor.
A mí los grandes autores me la han traído siempre bien floja, y el porno es demasiado personal, total para hacerse una pajilla sin preguntar por el director, a tu gusto, mejor si la película dura lo que tardas en correrte, y si es más larga te da para un montón de corridas.
No voy a negar la obra de grandes artistas, pero si no había un buen escritor tras ellos nunca merecieron la pena, con la única excepción de los que cineaban sin palabras.
Bueno, y a cuento de qué viene todo esto, se preguntarán los más ingenuos. Pues sí, estoy de vacaciones y no me apetece para nada ver a mi familia ni volver a los sitios conocidos, más bien deseo perderme entre las calles de Londres e imaginarme como un segundo abominable Jack el destripador y seguir saliéndome con la mía, incluso alejado de un entorno conocido y de una congruencia que nunca existió.
Tengo la certeza, la ilusión y la seguridad de que también puedo matar aquí, y en cualquier lugar del mundo, y más aún después de lo que he vivido, de ver a tanto muerto caminando sobre sus propios pies.
Y tengo también la certeza de que puedo amar a cualquier mujer que se cruce en mi camino, si el deseo y la esperanza de volcarse en otros brazos son suficientes para hacerle un parapeto a la puta soledad.
Estoy solo al fin y al cabo, estoy lejos de los míos y sin embargo no deseo volver, pero la enfermedad de mi madre me empuja hacia un encuentro indeseado, hacia un reencuentro con aquellos en los que ya no me deseaba reconocer.
Sólo me ampararía la sombra de nube blanca, alguien en quien he confiado desde el día que la conocí, desde el primer día en que escuché su voz y escuché en ella una canción eterna donde llegar a ser y ser eternamente en ese anhelo de supervivencia, de trasladar a otro mi ser, no sé bien si con la esperanza de librarme de mí mismo o de mejorar lo que había llegado a ser.

SILENCIOSOS GRITOS

Tiempo de silencio
alma enmascarada
de grietas profundas
de ahogadas palabras
alzaste tu grito en verso
lloraste tu soledad ajada
viviste gloria y vacío
negra pena callada...

(Anónimo>no recuerdo su nombre<)

céline dixit


Tal vez sea eso lo que buscamos a lo largo de la vida, nada más que eso, la mayor pena posible para llegar a ser uno mismo antes de morir.

domingo, 15 de junio de 2008

céline dixit

Eso es el exilio, el extranjero, esa inexorable observación de la existencia, tal como es de verdad, durante esas largas horas lúcidas, excepcionales, en la trama del tiempo humano, en que las costumbres del país precedente te abandonan, sin que las otras, las nuevas, te hayan embrutecido aún lo suficiente.

MEMORESCENCIAS 22

Llega un momento en la vida de una persona en que tiene que elegir entre ser un títere más de la gran comedia o de la gran tragedia humana, según le toque, o tomarse la vida en serio, otear el horizonte, pensar que lo que tiene delante no es más que una pura geografía casual e intentar encontrar otros mundos donde llegar a ser.
Hayas nacido en un lado u otro del mundo, donde no tienes nada o donde te lo dan todo regalado, has de elegir.
Y a mí me había llegado el momento. O me ponía a buscar a los putos violadores que le cercenaron la existencia a mi compañera y los mataba a todos, uno a uno, porque cuando se hace algo así a lo dieciséis o diecisiete años ya nada va a cambiar para que dejes de ser un hijodelagranputa para siempre y sigas armando de las tuyas y saliéndote con la misma, a salvo de las leyes de los hombres y de los propios dioses. Sabía por experiencia que cuando aprendes a librarte vas a seguir haciendo lo mismo y jodiéndole al mundo de una manera u otra. Siempre vas a repetir, porque es la propia sociedad la que te ampara o la que es incapaz de reconocerte como verdaderamente eres, y eso hace que te partas el culo de risa y sigas en tus trece.
Y de repente, me vi a mí mismo haciendo balance de mi vida, había hecho lo que me había dado la gana, me había salido con la mía, había conseguido ciertas parcelas de felicidad, pero por una u otra razón no había cosechado nada.
Era como si todo se volviera contra mí, como si se pudrieran las semillas en mis manos y mi esperanza de eternidad en el amor o en los hijos hubiera quedado abortada, en el sentido literal de la palabra.
¿Era incapaz de dar vida, de ofrecer la vida, de crear una nueva vida y poder disfrutar de ella, verla crecer y convertirse en algo nuevo y valioso?
Decidí dejar de matar. Y decidí dejar de amar, porque si tan ligados estaban en mí lo uno y lo otro, no sabía en ese momento cómo separarlos.
Y sobre todo, decidí irme lejos, muy lejos, donde los recuerdos del amor y de la muerte no me pudieran alcanzar.
Así fue como abandoné a mis paralíticos cerebrales y busqué trabajo en una plataforma petrolífera del mar del norte, por supuesto como oficial de mantenimiento eléctrico.
Seis meses de reclusión absoluta, sin sexo, rodeado de hombres que buscaban cosas tan diferentes, pero a la vez con cierta proximidad.
Dejé a cada uno de mis seres queridos con su vida, les deseé buena suerte y me fui como un monje ermitaño a buscar dentro de mí mismo las respuestas que no terminaba de encontrar afuera, rodeado de los demás, desconcertado por las propias vidas de aquellas personas que había sentido tan cercanas y que con absoluta certeza no tardarían en olvidarme a toda velocidad.

sábado, 14 de junio de 2008

céline dixit


El egoísmo de las personas que han tenido algo que ver en tu vida, cuando lo piensas, pasados los años, resulta innegable, tal como fue, es decir, de acero, de platino y mucho más duradero aún que el tiempo mismo.

MEMORESCENCIAS 21

No puedo tener hijos. Por eso siempre he salido con hombres más jóvenes, para no tener que llegar a este momento, o al menos retrasarlo lo más posible. Si te vas, lo comprenderé, no podría retenerte si a ti te importa demasiado, posiblemente yo haría lo mismo.
No, tampoco quiero adoptar uno y que me recuerde por qué está ahí, porque cuatro salvajes me violaron cuando apenas tenía diez años y tuvieron que vaciarme la matriz.
Es algo que tienes que pensar, que decidir tú solo, tómate tu tiempo, pero si quieres hijos tendrás que buscarlos en otra parte.
Eso fue lo que me respondió la anarquista cuando le dije que estábamos instalados, la consulta de psicoanálisis iba viento en popa y yo estaba integrado en el sistema de asistencia social, en esta ocasión trabajando con paralíticos cerebrales y chavales con síndrome de down, y con un salario fijo. Y claro, me parecía un buen momento para ampliar la familia.
Siempre pensé que los psicólogos estudiabais esa carrera para comprenderos a vosotros mismos, le contesté. Pensaba que tú eras la excepción, que en ti había encontrado un equilibrio prodigioso que incluso me sostenía a mí, pero ya veo que no, que todos encerramos secretos inconfesables, por qué no me lo dijiste primero, antes de que soñara una vida contigo.
Sí, no te esfuerces, ya sé que me enseñaste a ser fuerte y a pensar que nada es propiedad de nadie y que todo termina en este mundo. Pero, aún así, podías haber confiado en mí, yo no soy tu paciente, podías haberte abierto hacia mí y compartir conmigo algo tan esencial, pedazo de loca desquiciada, ya me dirás cómo vas a arreglarle la cabeza a la gente con esas referencias, por muy culta y eficiente profesional que seas.
Dame unos días para organizarme y ten por seguro que no vas a volver a verme en la puta vida.
Sí, no puedo ponerme de otra manera, es más, merecerías que te arrastrara del pelo por toda la ciudad y se lo contara a todo el mundo, a ver quién cojones iba a venir luego por tu consulta a confesarse contigo.
Y no me hagas hablar más, porque me estás calentando.
Di un portazo y salí del gran pisazo vivienda-consultorio que con tanto celo había buscado y ayudado a ordenar para ella, para mí, para ambos, en busca de algún bar y algún colega con quien tomarme unas cervezas y hablar de fútbol, no iba a hablar de mujeres, tardaría un buen tiempo en mirarles a la cara de nuevo, a las mujeres, tan distantes, tan irreconocibles al fin en cuanto se les pasa el achuchón de las putas hormonas, que algunas no se sabe ni para qué las tienen, más les valiera enclaustrarse por vida y dejar de joder al personal.
En fin, estaba muy cabreado y se me tardaría en pasar. Puede que cargándome a algún hijodeputa... ya veríamos.

jueves, 12 de junio de 2008

céline dixit


Somos, por naturaleza, tan fútiles, que sólo las distracciones pueden impedirnos de verdad morir.

Yo, por mi parte, me aferraba al cine con un fervor desesperado.

MEMORESCENCIAS 20

Me encontraba con mi hermana a escondidas, a solas. Sólo para hablar de la familia, yo la veía poco. El niño bien, en la guardería, ella haciendo cursillos de encuadernación, de aerobit, pasando el tiempo, se había convertido en un ama de casa tradicional, pero remataba su tiempo con pequeños paréntesis que le daban la dosis de autoestima y felicidad necesarias. El marido terminó la carrera de económicas y trabajaba en una consultoría de prestigio, donde su padre había invertido dinero con algunos socios y gestionaban el trabajo de un montón de profesionales autónomos e incluso se atrevían con pequeñas inversiones, casi todas inmobiliarias, para sacar adelante la empresa.
Los papás iban tirando, al viejo se le complicó la bronquitis crónica con un enfisema mortal a medio plazo y a la mamá se le acabó transfigurado el asma en una trombosis cerebral a fuerza de no llegarle el oxígeno necesario para alimentar a todas sus neuronas. La última vez que la vi, viva, parecía una niña de cinco años, apenas me reconoció, se meaba encima, pero mi padre cuidaba de ella como si le hubiera nacido una nueva hija, a su edad. Dudábamos sobre quién nos dejaría primero.
Mi hermano pequeño se alistó en el ejército, no para que no lo mataran, como mi padre, sino porque un hijoputa le comió la cabeza y se fue a casa dios a trabajar con el mantenimiento de los aviones militares, sin derecho a nada, porque cuando se cansó de saludar a sus superiores y volvió al trabajo civil no tenía ni títulos ni avales que le permitieran seguir trabajando en el mantenimiento mecánico, ni siquiera de una carretilla.
Y por fin apareció una carta en casa de mi hermano mayor, que al menos daba constancia de que estaba vivo y de que en breve tiempo iba a entrar en escena, al parecer con un mercedes de importación y un par de churumbeles que había tenido con la belga, la muy puta, que al parecer lo había reformado y convertido en un pintor de automóviles de alto standing.
Nunca hablamos de su hijo, del de mi hermana, del mío, los dos lo sabíamos. Estaba a punto de tener el segundo cuando la vi la última vez, y así es como tenían que ser las cosas, por los siglos de los siglos.

LA OTRA CARA DE LA MONEDA

REPORTAJE
...
La violencia de otro género también duele.
Hombres maltratados y algunos jueces creen que la ley ahonda en la desigualdad.

10.000 mujeres están condenadas por agresiones en la familia.
Miles de varones sufren en silencio.
...

CARMEN MORÁN 12/06/2008
...
Las últimas cifras de maltrato publicadas por el Registro de Víctimas de Violencia Doméstica recogen 10.645 condenas firmes contra mujeres agresoras. Y hay más de 41.000 fichadas como maltratadoras. La cifra de denuncias desde que se creó este registro en 2004 no deja de crecer. El año pasado ya fueron 11.604 y éste lleva 4.008. Son datos de violencia doméstica donde no se especifica si se trata de una mujer contra otra, contra sus padres, hijos. Pero hay hombres que se quejan de que lo que ellos sufren también es maltrato de género y de que nadie les hace caso. La Ley de Violencia de Género, con su diferencia de penas para hombres y mujeres, la ven como una agresión añadida. Como una medida que hurga en la desigualdad en vez de perseguir lo contrario.
La vergüenza para contarlo también tiene base machista, dice un experto.
A los hombres que denuncian maltrato no se les hace caso, dice Maria Sanahuja.
"Me anulaba como persona, yo no valía nada, todo lo hacía mla", dice Íñigo.
Hay mujeres que querrían separarse pero su frustación se vuelve agresión.
Que hay mujeres que agreden no cabe duda. Y que matan. ¿Está el teléfono para hombres que ha anunciado el Ministerio de Igualdad destinado a estos hombres que sufren? En parte, quizá sí, pero en ámbito de la Igualdad prefieren no hablar de "hombres maltratados", para que no se confundan las dos realidades, la violencia sobre las mujeres, mayoritaria y distinta, dicen, de la que puede afectar, por otros motivos a los hombres.
Los expertos llaman a las conductas agresivas de las mujeres violencia a secas, y aseguran que, en muchos casos, se trata de mujeres que se revuelven ante un maltrato continuado, que se defienden. Eso es lo que le dicta su experiencia a Andrés Montero, director del Instituto de Psicología de la Violencia y a Miguel Lorente, que después de 20 años estudiando estos fenómenos, es ahora delegado del Gobierno para la Violencia de Género. "En estos casos suele tratarse de conflictos abiertos, rupturas de pareja, respuestas a un maltrato similar al que sufren", dice. Hilario Sáez, de la organización Hombres por la Igualdad de Sevilla, pone otros ejemplos: "Existe también la mujer que en lugar de romper con la relación que no le agrada, lo canaliza en violencia" que puede durar años. "Esto se da mucho entre mujeres de edad avanzada a las que la idea de un divorcio les resulta impensable, por ejemplo". ¿Quiere esto decir que todas las mujeres son santas y que siempre que maltratan tienen una razón para justificarse?
De ningún modo. "La historia tiene casos de mujeres que envenenaron a sus maridos para quedarse con sus propiedades o que son asesinas, sin más", dice Sáez. Pero advierte que no se debe confundir eso con otra categoría, la de las mujeres mandonas o las que machacan a sus parejas porque quieren convertirlas en lo que no son ni fueron nunca. Esa típica frase de "no me gusta, pero ya le cambiaré yo".
También Lorente establece alguna categoría. "Es cierto que hay maltrato psicológico, pero hay que demostrar que eso ha existido de forma continuada y que ha causado un daño, no basta decir 'es que mi mujer nunca me deja ver el fútbol'. Porque a veces el jefe también nos machaca día tras día y no tenemos alteraciones psicológicas".
Pero ahí están las denuncias y las condenas. Si esto fuera un debate en directo, aquí terciaría para apoyar esas cifras la ex decana de los jueces de Barcelona, Maria Sanahuja. Opina que, además, hay hombres que sufren en silencio porque no se atreven a denunciar. "Ellos tienen tanta vergüenza como tenían las mujeres tiempo atrás, y ahora mismo, que muchas no lo cuentan ni siquiera a su familia. Hace años, cuando llegaban mujeres a denunciar maltrato apenas se las atendía. Ahora les pasa a ellos, que sufren el mismo tipo de maltrato", dice.
El asunto es peliagudo. Los que coinciden en muchas cosas, no se ponen de acuerdo en esto. Hilario Sáez rebate lo de la vergüenza. "Dicen que ellas ponen denuncias falsas pero nadie cuenta, porque esas cifras no están desagregadas, las que ponen ellos y no son ciertas. Y estoy seguro de que hay muchas, porque se lo recomiendan sus abogados. En 1966 se creó en Zaragoza una asociación de maridos oprimidos. ¡En 1966! Para que luego digan que los hombres no denuncian por vergüenza".
Seguramente hay casos para ilustrar todas las teorías. El de Íñigo habla inequívocamente de los problemas que tienen algunos para contar su sufrimiento a un juez que entre risas le dijo: "A mí esto me lo hace mi mujer y le doy dos hostias que la mato". Todo un ejemplo. Ya se ha jubilado.
Pero ya la policía le había dicho con anterioridad, cuando acudió a ellos a denunciar, que lo dejara correr, que se volviera a casa, que iba a perder a los niños. "Esta señora", como llama Íñigo a su ex pareja, "me pegaba incluso delante de los psicosociales". Las agresiones físicas no llegaron a mayores porque él salía huyendo, pero la espiral de maltrato psicológico le ha dejado a este hombre, de 47 años, hundido. Sólo una alegría, que tiene la custodia de sus dos hijos.
Íñigo, un vallisoletano que oculta su nombre real, habla de una "señora" a la que rescató de un mundo sórdido, con infancia terrible y drogas en la juventud y de la que se enamoró ciegamente hasta casi perderse en los mismos vicios. Dice que siempre estuvo "amargada" y que se casó para quedarse con el piso que él tenía en propiedad. "Me anulaba como persona, yo no valía nada, todo lo hacía mal; si limpiaba, mal; si cocinaba, mal". Luego nacieron los niños y heredaron los malos tratos. En aquella casa volaban los ceniceros sobre la cabeza del marido, y los cuchillos, y también recurrió al veneno, dice Íñigo. Pero, a pesar de su fuerza física -la mujer ha sido albañil-, él conseguía escapar. "Es un tío, es como un hombre. Estoy amenazado de muerte y a mi familia la ha agredido en ocasiones", relata, con el sufrimiento de remover el pasado. Se separaban cada dos por tres, pero ella volvía llorando y él la acogía de nuevo. "Aún hoy tengo sentimientos... Pero ella utiliza a los hombres, los manipula, por dinero, por sexo. Ya no tengo confianza en mí mismo y eso que estuve en tratamiento porque mi vida perdió el rumbo. Tuvimos los niños, pero nunca se portó bien, no tenía el rol de madre. Luego me obligó a hacerme la vasectomía. Tenía un esclavo a su servicio".
Los jueces resolvieron y ha pasado el tiempo. Ahora le quedan miedos, insomnio e inseguridad. La "terrible y cruel" experiencia de este hombre serviría a Maria Sanahuja y a otra destacada feminista, Empar Pineda, como muestra para que "se deje de ocultar una realidad, que aunque sea en una proporción mínina, existe: los hombres maltratados. Ocultarlo no beneficia a nadie", dice Pineda. Por eso, a ambas les indigna que la Ley de Violencia de Género castigue con penas mayores la violencia de género, es decir, la que ejercen los hombres hacia las mujeres, la más extensa y generalizada del planeta y la que reconoció como tal la ONU hace más de una década. "La que ejercen las mujeres también es violencia de género, sólo que ellas no usan el músculo, sino la cabeza, pero tratan de hacer lo mismo", dice Sanahuja.
Pero hay una corriente mayoritaria de feministas, hombres y mujeres, a los que el caso de Íñigo les serviría para demostrar lo contrario. Que la violencia que ha sufrido es sólo violencia, sin apellidos, y que está perfectamente amparada en el Código penal sin tener que recurrir a agravantes. "A veces se valora la violencia por el resultado, la muerte, por ejemplo, pero la diferencia está en la motivación de la que parte esa violencia y el objetivo que busca; es el significado y no el resultado lo que nos hace humanos: en el caso de los hombres se busca la dominación permanente y para ello usan la violencia. Y en eso se encuentran legitimados", dice Lorente. Y sigue: "La ley no pena una conducta más que otra, sino que pena más una conducta que es más grave, porque la violencia de los hombres se hace con cierto amparo social. Cuando los hombres matan, la sociedad todavía no lo condena como es debido; cuando matan las mujeres no encuentran ese respaldo social; al revés, su conducta se considera antinatural, fuera de los parámetros patriarcales, machistas, que predominan", resume el delegado para Violencia de Género.
Hilario Sáez muestra otra diferencia: "Cuando son ellas las agredidas, además se consideran culpables, algo que no pasa en el caso de los hombres agredidos. Y ellas suelen hacerlo para cortar la relación, mientras que en el caso de los hombres lo hacen para mantenerlas sumisas eternamente". "Puede maltratar el que tiene poder, de lo contrario sería como si el acoso laboral lo ejercieran los empleados sobre el jefe, sería ilógico". Sáez recurre al ejemplo de los hijos que pegan a los padres: "Los padres son los adultos, tienen la fuerza física, el dinero, todos los criterios para elegir con libertad y sin embargo, algunos se dejan pegar. Pero podrían evitarlo. Eso mismo pueden hacer los hombres en su mayoría. No podemos confundirlo todo".
Ahora los hombres tendrán un teléfono para ellos, como en Noruega, para exponer sus casos sin vergüenza. "No deben tenerla, los hombres también pueden llorar. No hacerlo parte de la misma base machista. Eso también tiene que cambiar", dice Sáez.


céline dixit


Para un pelagatos nunca es cómodo desembarcar en ninguna parte, pero para un galeote es mucho peor aún, sobre todo porque los americanos no aprecian a los galeotes procedentes de Europa. "Son todos unos anarquistas", dicen.

En una palabra, sólo quieren recibir en sus tierras a los curiosos que les aporten parné, porque todos los dineros de Europa son hijos de Dólar.

MEMORESCENCIAS 19

Era una bonita casa de dos plantas. Necesitaba algunas reparaciones, pero estaba lista para habitar. Y lo mejor de todo es que estaba situada en medio de una amplia finca cerrada. Totalmente solitaria.
Me interesé por su exnovia, la opositora de filosofía, mi primer amor, y me contó que había decidido terminar sus oposiciones, clavar los codos hasta que consiguiera enseñar filosofía en cualquier universidad del país, en lugar de seguirle en su aventura hacia el edén ibicenco, aventura de la que salió con una gonorrea y ninguna gana de continuar los estudios. Así que su papá lo había enchufado en la agencia de un amigo y no le iba mal del todo, parecía que tenía cualidades de vendedor. De ella no sabía nada.
Le dije que seguro, que muy bien se lo había vendido, después de tres años conviviendo conmigo de maravilla, para después dejarla tirada. Tirada a ella y tirado a mí. Y total para irse a la mierda y cambiar todos los proyectos que le habría metido en el tarro, como yo te voy a meter los tuyos en esta bolsa, pedazo de cabrón, para que no le comas la cabeza a nadie más.
Le espeté todo eso cara a cara y antes que se recuperara de la sorpresa le metí un cabezazo en la nariz y quedó medio desmayado. Luego le até pies y manos con cable eléctrico que había llevado de casa, junto con la bolsa de la basura que le amarré alrededor del cuello.
Me corrí mientras se retorcía en el suelo de la cocina.
En aquel tiempo no había móviles, ni registros en los teléfonos fijos, pero de cualquier forma le había llamado desde una cabina telefónica y habíamos quedado en vernos en la propia casa, porque se suponía que a mí me pillaba de paso para otras gestiones y prefería llevar mi propio coche.
Esperé hasta que soltó sus últimos estertores bajo la bolsa negra y limpié las huellas de todo lo que había tocado, suficiente para una época en la que el adn era cosa de novelas de ciencia ficción.
En el futuro debería ser más cuidadoso, me dije, y volví a la ciudad a buscar en otras agencias ese piso grande que necesitábamos para salir adelante y consolidar nuestro trabajo y nuestra hermosa relación. Ahora me daba cuenta de que aún amaba a la otra, de que le había pedido un hijo, pero a una edad tan temprana que quizá no lo deseara de verdad, quizá lo único que deseaba era un sustituto de aquel que había perdido, de aquel que vivía con mi hermana y al que no había vuelto a ver desde que se casó.
Por alguna razón estaba pensando en la vida, en una nueva vida, y caí en la cuenta de que nunca se lo había planteado a la anarquista. Quizá por miedo a perderla, a que no quisiera comprometerse, pero ahora estábamos cobrando estabilidad y pensé que sería el momento adecuado para hacerlo, al menos para tocar el tema.

miércoles, 11 de junio de 2008

martes, 10 de junio de 2008

MEMORESCENCIAS 18

De modo que una noche nos sentamos tranquilamente la rubia y yo en el sofá, después de cenar, y decidimos resolver nuestros destinos. Ella estaba quemada de empastillar a sus pacientes, algunos de los cuales incluso habían abandonado la medicación y el centro. En su fuero interno seguía siendo una antipsiquiatra militante, y sufría con todo lo que estaba viendo.
Me había esperado tres años, a que yo terminara mi especialidad, y era el momento de unir esfuerzos y alzarse en una causa común, seguramente lejos de aquella pequeña ciudad.
Su intención era abrir una consulta psicoanalista en una ciudad mayor de trescientos mil habitantes y empezar a realizar un trabajo serio con sus pacientes. Yo, por mi parte, podría conseguir una tarea de asistente o educador social en cualquier lugar con un poco de empeño y abandonar definitivamente mi profesión de electricista.
Nos pusimos de acuerdo rápidamente, creo que ninguna persona me ha ayudado tanto a organizar mi vida y hacer con ella algo valioso. Y a cambio había rechazado un puesto de dirección, muy bien remunerado, aunque ahora estuviera convencida de haber acertado. Yo, en principio, me sentía agradecido doblemente, por su espera y por todo el amor que me había regalado. De modo que le pasé el bastón de mando y me dejé llevar, a donde ella eligiera.
Al final convinimos que sólo tendríamos que movernos unos kilómetros, la ciudad más grande no quedaba lejos, nos gustaba a los dos y yo la conocía perfectamente de patearla en busca de obra eléctrica primero y debido a mis prácticas con los presos después.
A la mañana siguiente me encargaría de buscar un piso adecuado en una calle bien concurrida, un piso grande que nos sirviera de vivienda y consultorio a la vez. Con los ahorros que teníamos estábamos en posición de alquilar un buen local bien situado y vivir de esas reservas durante unos meses. Y luego a esperar que la cosa marchara bien.
Yo, mientras tanto, me pondría en contacto con los servicios sociales y esperaría que surgiera alguna vacante, algo que no veía difícil porque estaban en plena expansión. Había trabajado en ocasiones con los mismos responsables durante mis prácticas y estaba seguro de haber dejado las puertas bien abiertas.
Y entonces me acordé del agente inmobiliario, el exhippy de la tarjetilla, el muy hijoputa, por la mañana iba a recibir una llamada mía en su teléfono. Estaba buscando una casa de campo en las afueras, de compra o de alquiler, pero sin vecinos cerca.

lunes, 9 de junio de 2008

céline dixit

La ley es el gran parque de atracciones del dolor. Cuando el pelagatos se deja atrapar por ella, se le oye aún gritar siglos y más siglos después.

MEMORESCENCIAS 17

Ella me lo dijo: con todo lo que has leído y cuatro apuntes que tomes o te busques por ahí de algún colega, lo tienes chupado, cariño, es supercompatible con tu trabajo. Y si al final esto no te gusta, siempre podrás dedicarte a la chispa, pero de momento nos viene muy bien para estar juntos y tener un proyecto en común. ¿No te parece?
La oferta me sonaba, pero luego me dio un par de besos y me ofreció su mejor sonrisa. Y claro, no pude decirle que no, a la anarquista.
Me lo explicó de otra manera. O a lo mejor yo había madurado un poco y me agobiaba menos volver a los textos oficiales y a los exámenes. El caso es que de repente me encontré haciendo un curso de asistencia social en la universidad. Pero no en la uned, sino en la de verdad. Me hice autónomo. Iba por libre y adaptaba mi trabajo a mis estudios. Total, las instalaciones eléctricas no necesitan horarios determinados, sino tiempos de ejecución y entrega. Y ella aportaba un buen sueldo a la casa, así que aunque yo no pudiera aceptar todos los trabajos que se me presentaban, igualmente vivíamos como reyes.
Tiré un par de años releyendo textos y conociendo algunos otros, pocos, y el último año comencé a trabajar las prácticas con presos e individuos en libertad condicional.
La psicóloga, que poco a poco se fue transformando en psiquiatra, se dedicaba más que nada a recetar pastillas. Las ilusiones primeras de ayudar a los enfermos mentales a integrarse plenamente en la sociedad, se fueron marchitando y ahora se conformaba con que pasaran por allí y se tomaran su medicación para sentirse bien. No tenían diván en el consultorio, sino citas previas con dos o tres meses de antelación. Y rapiditas.
Enseguida se hizo patente la incompatibilidad entre los psicofármacos y el desarrollo de un trabajo a pleno rendimiento, de modo que empezaron a buscar alternativas con talleres y actividades sociales que pudieran realizar sin peligro y sin dejar de medicarse.
A veces se la veía triste, y aunque yo sabía lo que le atormentaba, el hecho de estar convirtiendo a las personas en los mismos vegetales inadaptados que tenían antes, aunque ahora tuvieran más horas de sol y mejor compañía, a partir de un momento dejamos de hablar de ello, porque no se le veía solución y terminábamos discutiendo. Al fin y al cabo era una situación transitoria.
Yo acabé mi grado medio y decidí dar por concluidos definitivamente mis estudios académicos.
Me vino bien, conocí gente muy interesante, con ganas de recuperar su vida, de volver a empezar. Les ayudaba encontrándoles alquileres baratos, trabajos de un nivel adecuado, peleándome a veces con empresarios o propietarios reacios a la contratación de expresidiarios o a alquilar sus pisos a gente procedente del talego y con dudosos recursos a corto plazo.
Les llevaba libros a la cárcel, programas de integración educativa y laboral... Creo que era un trabajo tangible y positivo. Ayudaba a la gente y la gente me lo agradecía.
Fue en una de esas gestiones cuando me encontré con el canalla que le había comido la cabeza, y el coño, a mi filósofa, al primer amor de mi vida.
El muy cabrón la había dejado a los pocos meses para irse a Ibiza a follar guiris y ponerse ciego de marihuana y ni siquiera había terminado la carrera, así me lo soltó, como quien me dice si hubieras seguido por allí la hubieras recuperado enseguida.

Estaba solo en la oficina. No alcanzamos ningún acuerdo sobre los presos, pero me dejó su tarjeta a título personal, por si necesitaba algo. Se dedicaba a la gestión inmobiliaria, es decir, a seguir comiéndole la cabeza a la gente, pero ahora para quedarse con su dinero.
No sería por mucho tiempo.


domingo, 8 de junio de 2008

céline dixit

Aquél era el momento, o nunca, de desaparecer. No hay que dejar pasar esas treguas a la crueldad que impone, pese a todo, la naturaleza a los organismos más viciosos y agresivos de este mundo.

MEMORESCENCIAS 16

La llamada del amor me crispaba los nervios. Me daban ganas de matar a toda aquella pila de hijoputas uniformados que me tenían secuestrado, o regalarles una guerrita de verdad, pequeñita, en plan casero, pero para que vieran de cerca los muertos y olieran los cadáveres, aquellos cabrones con sus jueguecitos, que nunca habían sentido silbar las balas en las orejas, y menos aún incrustarse en la carne y romperles los huesos, así cualquiera va de engalonado, sin un puto enemigo de verdad que le hayas plantado cara, sin saber lo que acojona estar en una trinchera y esperar que no te caiga un puto misil en medio de los cojones, esos cojones tan pegaditos al culo de que presumen ellos, los valientes guerreros del fraude y la especulación con las lentejas.
En fin, que yo quería estar con mi psicóloga y que me comiera bien las cabezas, las dos, y dejarme de estupideces.
En una de las salidas discotequeras me tropecé con un soldadito de otra compañía, y entre cubata y cubata me contó que tenía un primo que se había hecho el loco, el muy listillo. Le fue al teniente médico y le dijo que le daban calambres en la cabeza. Sobre todo en el campo de tiro, pero también cuando estaba de guardia, en alguna garita oscura y solitaria.
Le libraron de las guardias y de afinar la puntería y lo asignaron al capitán, para hacer los recados de la mujer, limpiar la piscina y realizar alguna chapucilla de albañilería en el chalet, que siempre hay alguna reforma necesaria en esos sitios y el primo venía de la construcción.
Hasta del uniforme lo habían liberado y se paseaba en camiseta por los supermercados comprando las compresas de la capitana.
Y a mí se me encendió una luz, en parte estroboscópica por las luces de la pista y los cubalibres, pero en parte interior, como de luciérnaga segregando alguna sustancia luminiscente y vaporosa.
Por supuesto, yo no me iba a pasar los diez meses que me quedaban haciendo recados y renovando la instalación eléctrica de ningún chorizo. Yo tenía que largarme de allí, a por la rubia, de una puta vez.
Así que una noche que me tocó de guardia, solo, en las naves donde guardábamos los tanques oxidados de la compañía motorizada, rodeado de monte y alambrada, me armé de valor y disparé los veinte tiros del subfusil contra los árboles, hasta que se vació el cargador.
El estrépito en medio del silencio nocturno fue atronador. Me tiré al suelo bajo una de las farolas, en una zona bien iluminada, y arrojé el arma bien lejos, donde pudieran verla.
¡Los he matado!¡Los he matado!, gritaba mientras los oía llegar, acercarse prudentemente. En ese momento empezó a llover. El agua que arrollaba hacia mi boca, lavándome la cara, era salada. Una inyección de valium bajó el telón del primer acto a los pocos minutos. No volví a abrir los ojos ni hablar con nadie hasta que me sacaron del cuartel.
Más tarde me contaron que se habían pasado la noche en el monte, buscando a los muertos, buscando al enemigo.
Quince días en el hospital psiquiátrico de la ciudad, compartiendo techo y paseos por el jardín con locos y menos locos, esperando pasar el tribunal médico y otra semana en transeuntes aguardando el resultado.
Cuando abracé a la rubia creí que me iba a derretir. Follamos durante tres días seguidos sin salir de casa. Luego me dijo que mi llegada iba a modificar sus planes, que estaba a punto de escribirme porque tenía pensado mudarse. Miré alrededor y le dije que había convertido mi piso de alquiler en su casa, en un verdadero hogar, y es que ciertamente lo había redecorado y yo nunca había vivido en un sitio tan confortable y hermoso. ¿Y todo para irse con otro?
Entonces me explicó que no, que no era lo que pensaba, que había aparecido un trabajo nuevo, que si me acordaba de los locos en la calle, que los iban a soltar por fin, que estaban cerrando los malditos manicomios, esas enormes jaulas centralizadas, y creando centros de salud mental por todo el país, para tenerlos más cerca y accesibles. Que estaba culminando un máster en psiquiatría asistencial, o algo así, y como ya tenía la carrera de psicología terminada le habían ofrecido la dirección de uno de los centros de otra provincia en cuanto acabaran las obras, en un par de semanas, pero que, debido a mi súbita aparición, había pensado darme tiempo a mí para que decidiéramos juntos, las alternativas.
Yo pensé, vaya, otra que quiere alejarme de la electricidad.
Pero ella dejó el manicomio y se puso a trabajar en uno de los nuevos centros de salud de la villa, con algunos de los mismos pacientes y otros que le tocaban por la zona.
Y, por el momento, todo siguió igual.

viernes, 6 de junio de 2008

céline dixit

Así se van los hombres, a quienes, está visto, cuesta mucho hacer todo lo que la vida les exige: de mariposas durante la juventud y de gusanos para acabar.

MEMORESCENCIAS 15

Al hermano mayor de mi padre lo fusilaron los nacionales. Se había tirado al monte, con los maquis, con la resistencia española contra el fascismo, pionera en la Europa nazi floreciente, pero no le sirvió de mucho.
Miembro relevante de la cnt y bien conocido en un pequeño pueblo marinero, sus enemigos no tuvieron problemas para identificar a toda su familia. Detuvieron a mis abuelos y lo amenazaron con fusilarlos a ellos si no se entregaba. Y se entregó.
Mi padre tenía apenas veinte años cuando concluyó la guerra, no se había enterado de nada y dedicaba las noches a robar patatas en las huertas más grandes para alimentar a la familia.
Alguien les dijo, a mi familia, que estaba en el punto de mira, por lo de su hermano y porque eso de los rojos era contagioso y no se fiaban de él. Y alguien les recomendó que se enrolara en la legión africana, que era la forma de lavar sus "pecados" y obtener el perdón.
Así que mi padre se alistó a la Legión para que no lo mataran y se convirtió en novio de la muerte durante cinco años en Sidi Ifni. Y no se casó con ella de puto milagro, porque unas fiebres tifoideas estuvieron a punto de matarle, que no los moros, los pobres, tan famélicos y asustadizos.
Pero sí le dejaron secuelas, las fiebres: bronquitis crónica y medicación de por vida. Enfermedad que se agravó al retornar.
Para él el clima del norte era mortal por la humedad, sobre todo en invierno, pero cuando se quitó el uniforme y se puso a trabajar no se le ocurrió cambiar de mundo. Allí siguió con los suyos. Y cuando se casó con mi madre, a pesar de saber que estaba enferma de asma debido a la alergia que tenía a ese mismo clima, tampoco se le ocurrió largarse a otro sitio.
Eso es fidelidad a la patria chica, la de mi padre. Y los dos tosían juntos y esputaban a la vez durante los largos inviernos en orinales paralelos, siempre con un poco de agua en el fondo para que no se pegaran, los esputos, aunque sólo hacía falta hasta la primera meadita de medianoche, pues cualquiera se atrevía a ir hasta el baño con aquel frío y sin calefacción en la casa. Y sólo para mear.
Nunca fui capaz de comprender su estupidez, su parálisis, su miedo a dejar atrás aquellas tierras tan insalubres para ellos. Envejecieron enfermos, cada vez más jodidos, apegados a una vida miserable que podían haber realizado en cualquier otro lugar, y más considerando que mi madre era mesetaria y tenían familiares que pudieran haberles ayudado a arrancar alejados de la humedad y de la niebla.
Envejecieron mal y murieron peor, a temprana edad, sufriendo, víctimas de su necedad, de su ignorancia, de la miserable ineptitud de los médicos y de los escurridizos servicios asistenciales que les brindaron a lo largo de su corta vida, incluidos los de sus cuatro hijos.

jueves, 5 de junio de 2008

céline dixit


Cuando el odio de la gente no entraña riesgo alguno, su estupidez se deja convencer rápido, los motivos vienen solos.

MEMORESCENCIAS 14

Un secuestro legal, eso era la puta mili. Y también una última y definitiva agresión contra tu identidad, bien mermada en escuelas e institutos, de la que eras despojado en su totalidad. La obediencia ciega y el temor a los galones del uniforme, a la superioridad marcial, se encargaban del resto, de convertirte en una máquina bien engrasada capaz de matar a cualquier enemigo definido por el mando y morir o quemar tus circuitos por salvar a la bandera.
Lo hacían en dos fases. En la primera, dos meses de campamento a modo de terapia de choque, todo marchaba a velocidad de vértigo, entre madrugones, gimnasias, carreras, marchas, sesiones de tiro, lavados de cerebro, duchas de agua helada y bocadillos de mortadela se te iban las horas, te acostabas extenuado y no te dejaban tiempo ni para saber dónde estabas.
La segunda era más sutil. Ya te habían lobotomizado y ahora era cuestión de que ocuparas durante un año un lugar en el mantenimiento de las infraestructuras, esclavizado a un salario simbólico, jugando a la guerra en alguna que otra maniobra, pero sobre todo perdiendo el tiempo, demasiado tiempo para pensar y tirar a la basura.
Estaba loco por follar con la rubia y me habían enviado a mil kilómetros de distancia. Los odiaba.
Si te portabas bien te dejaban salir el fin de semana. Dejábamos los uniformes en algún bar concertado, nos vestíamos de civil y nos íbamos de vinos o nos metíamos en alguna discoteca.
Yo sólo pensaba en mi psicóloga, tan suave, tan rubia, tan cojonuda, y no me apetecía ligar con alguna lugareña, que siempre andaban a la caza de una boda cualquiera para largarse de casa, lo más lejos posible.
De modo que algunas veces me los quitaba de encima, a mis compañeros, y me daba un paseo tranquilo, a la deriva por aquellas calles que nunca me llevaban a ninguna parte.
Fue en uno de esos paseos cuando lo vi, saliendo de una iglesia, su silueta negra recortada por el sol de la tarde que ya se desplomaba entre los edificios.
Si no me hubiera cruzado con él no lo habría reconocido, hubiera sido uno más con sotana, pero nada más mirarle a los ojos se me disparó el corazón. Aquel cura, aquel jesuita hijodeputa me había machacado cuando tenía apenas trece años y su cara de cuervo se me había grabado para siempre en la memoria.
De modo que volví sobre mis pasos tras doblar la primera esquina y lo seguí. Era imposible que me hubiera reconocido, y aun así yo para él no era sino un cerebrito más que había lavado al servicio de su dios en su eficiente carrera. Nada de qué preocuparse.
Lo seguí de cerca y cuando metió la mano en el bolsillo ya sabía que iba a sacar las llaves de su casa. Para entonces ya habían colocado porteros automáticos en casi todos los portales del país y tenía que darme prisa. Aceleré y en el mismo momento en que la puerta iba a cerrarse tras él, metí mi pie y me colé dentro.
Era menudo y estaba medio calvo. Se sorprendió un poco ante lo impetuoso de mi entrada, pero hasta que lo cogí en volandas tapándole la boca y me lo llevé a un hueco lateral de la escalera que posiblemente daba a los trasteros del edificio, no supo lo jodido que lo tenía.
Soy uno de tus alumnos, me colocaste un cilicio en este muslo cuando era un crío, le susurré al oído. Sentí cómo mi polla se ponía tiesa y antes de escuchar el crack de sus cervicales al romperle el cuello ya me había corrido. Esta vez el placer había sido muy intenso.
Lo coloqué de bruces al final del último tramo de escaleras, sobre los últimos peldaños, y salí tranquilamente en dirección al bar donde me guardaban el uniforme.

lunes, 2 de junio de 2008

céline dixit

La guerra le trajo tantas cosas que no comprendía. En el fondo, creía que los humildes, como ella, estaban hechos para sufrir por todo, que ésa era su misión en la tierra, y que si las cosas iban tan mal recientemente, debía deberse en gran parte a las muchas faltas que habían acumulado, los humildes.

AMORES

Amé el amor.
Amé durante mucho tiempo
en una mujer sola
a todas las mujeres.
Y en una sola madre
las he amado a todas,
incluida la propia,
tan lejana y dispersa
en mis recuerdos,
inaprensible y fugaz
como una vaharada de calor
en el frío de su temprana ausencia.

céline dixit

Si la gente es tan mala, quizá sea sólo porque sufre, pero pasa mucho tiempo entre el momento en que han dejado de sufrir y aquel en que se vuelven un poco mejores.

domingo, 1 de junio de 2008

céline dixit


El enternecimiento ante la suerte, ante la condición del miserable, os lo aseguro, buenas y pobres gentes, gilipollas, infelices, baqueteados por la vida, desollados, siempre empapados en sudor, os aviso, cuando a los grandes de este mundo les de por amaros, es que van a convertiros en carne de cañón.