martes, 29 de julio de 2008

agnósticos

“Cuando el ser humano examina la religión desde un punto de vista crítico y en lugar de obediencia y temor ciego busca convicciones basadas en la razón, esa condición no puede mantenerse mucho tiempo. La contradicción interna es una sentencia de muerte para toda ética, un gusano que roe la energía del hombre”

Piotr Kropotkin

MEMORESCENCIAS 40

Mira, cariño, querías ayudar a la gente, te parecía algo más importante que tu profesión de electricista. Si yo me fui de ahí hace tiempo es porque algo me olía muy mal. Si te he ayudado a conseguir tu puesto es porque pienso que alguien tiene que hacerlo, pero yo, desde luego, no. Si tienes estómago suficiente y la cabeza tan fría como aparentas, es posible que logres hacer un buen trabajo, te lo repito, alguien tiene que hacerlo, no queda otra.
Bueno, mi querida psicoanalista, supongo que esto es como cuando te afilias a un partido o un sindicato y resistes hasta donde te llegan los huevos. Luego te vas o te quedas y tragas de todo hasta cobrar la jubilación.
Algo así, campeón, pero trabajando con material de segunda, con gente que te va a dar lástima y con la que te vas a sentir un buen hijoputa en algunos momentos.
Qué pasa, ¿no te lo dejaron bien claro en aquel cursillo que te ofrecieron en Madrid?
Pues la verdad es que no. Estaba todo muy encriptado. Apenas empiezo a vislumbrar su alcance filosófico y la capacidad disuasoria de los protocolos.
Estábamos los tres, en la sobremesa, tomándonos unos cafés y comentando mis inquietudes sobre mi nuevo puesto de trabajo.
La comunicación seria se trataba siempre a esas horas, relajados tras una buena comida que preparábamos cada uno en semanas alternativas. Era pleno verano, los alumnos de inglés estaban de vacaciones y la mayoría de los pacientes de mi rubia habían buscado una excusa para prescindir de ella, o al revés, pero de cualquier forma yo era el que estaba más ocupado, integrándome y jodiéndome con la valoración de mi supuesto chollete currador.
La cuestión fundamental, dijo la inglesa, que hasta entonces no había abierto la boca, es si la salud es un derecho del ciudadano o una obligación del mismo para con el Estado. Quiero decir que si de aquí en adelante vamos a ser responsables de nuestra manera de vivir o alguna abstracción suprema va a dirigir nuestros destinos y nuestra manera de estar en el mundo.
Querida, nunca hemos sido libres más que cuando estábamos inmersos en alguna revolución y el Estado había sido abolido, le contesté. Y tras esos breves momentos, siempre ha reaparecido el control estatal para recordarnos que solos no somos nadie. O para imponérnoslo.
Cierto, dijo la psicoanalista, pero no por eso deja de ser la cuestión fundamental, como dice ella. Y quizás, mi amor, ahí estribe tu preocupación, tu pesar y la paradoja de tu trabajo: ¿puedes ayudar a alguien contra su propia voluntad de no pedir, de no desear ayuda?
Yo recibo a diario personas que desean mi ayuda, que son conscientes de que la necesitan. No estoy fragmentada porque sé que esa gente viene a mi consulta por propia voluntad. Y vuelven, lo que significa que les hace bien, que mi trabajo, para ellos, y por tanto para mí, es incuestionable.
Y con esto no quiero echar por tierra tu trabajo, ya te dije que alguien tiene que hacerlo. La cuestión es saber si tú eres la persona adecuada, si realmente estás preparado para joder a la gente intentando ayudarla.
Acabas de llegar, te vas a encontrar con un montón de contradicciones, pero eres fuerte y quizás puedas llevarlo adelante. Y cuando decidas dejarlo, vas a tener todo nuestro apoyo y te vamos a seguir adorando como siempre, hagas lo que hagas, tontín, anda, danos un beso y sigue tu camino.
Sí, amor mío, no te lo tomes como algo personal, ya sabes que somos eslabones de esta absurda cadena, dijo la pelirroja. Yo enseño inglés a gente que nunca lo va a necesitar, ella supervisa las paranoias de pacientes incurables y tú bien puedes controlar a los que se le escapan, ¿no te parece? ja, ja, ja. Venga, acabemos la conversación y follemos como locos, ja, ja, ja, o es que no os ha puesto cachondos tanto control sobre el personal, ja, ja, ja...
Y así, entre risas y guiños y meteduras de mano, acabamos echando un hermoso polvete vespertino, aprovechando la siesta de nuestros retoños.

viernes, 25 de julio de 2008

leyes


"Leyes: Sabemos lo que son, y lo que valen. Son telarañas para los ricos y poderosos, cadenas de acero para los pobres y débiles, redes de pesca en las manos del "gobierno."




MEMORESCENCIAS 39

El entierro de mi padre fue el acabose. Todas las mujeres de la familia pusieron alguna excusa, las mías tenían la mejor con ese nuevo hijo y la depresión coyuntural de la madre, que necesitaba tanta ayuda como el bebé, yo me lo tragué todo sin remisión porque no se puede ir al entierro de un hijodeputa si no es imprescindible.
Mi hermana apareció por allí unos instantes, dejó un ramo de doce rosas y se largó sin que me diera tiempo a pedirle el perdón del viejo, porque bastante tenía con pedirle el mío y ni siquiera eso me salió. Se fue.
Mi hermano mayor me contó que le iba de puta madre, que estaban a punto de ampliar la delegación y que con un poco de suerte dejaría de quemarse los pulmones con la puta pintura y le darían un puesto de supervisor.
Mi hermano pequeño me contó que gracias a su suegro se iba a incorporar en breve a una empresa de ámbito nacional especializada en ferralla, es decir, en meter el hierro al hormigón en su más tierna y jodida infancia. Todavía no sabía que ese favor le iba a costar dos hernias discales para toda la vida y por eso estaba contento y agradecido a su funeraria mujer.
Los amigos y vecinos de mi padre nos dieron el pésame como si les pesara de verdad y aquello no duró más que una miasma flotando sobre la sabiduría popular de que todo jodido vivo acaba en el hoyo y menos mal que la familia parecía poder comprarle un buen ataúd, aunque utilizaran el mismo nicho, el de mi madre ya corrupta y enhuesada, aunque lo cierto es que nunca supe qué cojones hicieron con sus resecos huesos.
Lo cierto es que todos los hermanos salimos de aquella experiencia como verdaderos desconocidos y no volveríamos a vernos más que en ocasiones similares y con la misma celeridad.
El hilillo de sangre que me mantuvo atado a ellos hasta entonces se disolvió y sólo quedó un reguero de incomprensión y resentimiento por lo que habíamos vivido juntos y por lo que nunca llegaríamos a vivir.
Yo me dije: la vida debe ser así. Y nunca me molesté en averiguar si podía ser de otra manera, no con ellos.
Además estaba muy ocupado en acomodar sillares y bibliografías en mi nuevo despacho de licenciado. Finalmente fue un puesto bastante importante en una esfera de las relaciones humanas que para mí había sido casi desconocida, si exceptuamos algunas bajas que me habían llegado en otra época y que poco tenían que ver con esa nueva era de control totalitario.
Me convertí en un técnico de control y prevención de la drogadicción en un territorio que me responsabilizaba de mi municipio en un principio, pero que en realidad, como aprendí más tarde, ocupaba toda la Nación.
En serio, toda una enorme y nacional responsabilidad.

hipocresía

“El sistema de la representación democrática es el de la hipocresía y el de la eterna mentira. Su existencia se apoya en la ignorancia del pueblo y todos sus triunfos se basan en ella”.

BAKUNIN

MEMORESCENCIAS 38

Mi padre murió la misma noche que nació mi segundo hijo, reconocido. Esta vez no queríamos riesgos. Apostamos por el parto oficial, en el hospital, aunque llorara al nacer, ya se le pasaría. Estaba con la pelirroja inglesa, acompañando sus dolores diafrágmicos, la anarquista pegada a su cabecera, cuando me avisaron que mi padre estaba muy mal y solicitaba mi presencia. Todos en el mismo hospital, sólo tenía que bajar a la primera planta, la de los terminales.
Cuando llegué se iba por momentos. Soltaba sus flemas y sus esputos entre estertores de perro rabioso y se desvanecía del esfuerzo. Pero me reconoció al entrar y me pidió que me sentara en la cama a su lado, pues su voz era casi un susurro y quería contarme algo.
En África se había portado mal, había matado moros y violado niñas, y a veces había matado moros sólo para violar a sus hijas.
Había fumado hachís y kify y todo lo que pillaba, y así, entre risas y colocones con los camaradas, habían cometido atrocidades.
Dios le había castigado por eso, con su enfermedad, pero sobre todo por lo de su hija, porque no se puede tratar a una hija como si fuera una puta, aunque ella se notaba que gozaba también, la muy zorra, y cada vez que se la follaba sentía que se ponía peor, que su enfisema se agrandaba y no dejaba de toser en tres días.
No me extraña que no venga a verme, la muy puta, me comentó, pero al menos espero que venga a mi entierro y me perdone para poder liberar mi alma. Si me perdona ella, me perdonarán todas las demás. Díselo, hijo, tú que siempre te has llevado bien con ella.
Y ahora ve con el nieto que está a punto de nacer y déjame morir en paz. Mira cómo son las cosas, una vida por otra. Espero que le vaya mejor. Hala, lárgate, lárgate de una puta vez y déjame morir solo, como me merezco, porque he sido un hijoputa follador toda mi vida, siempre en pecado, déjame rezar y reconciliarme con dios.
Pero, papá, también trabajaste como un cabrón y sacaste adelante una familia. Tu hija está bien ahora, ya te perdonará, y los demás nos vamos arreglando...
Qué sabrás tú, a la hora de morir sólo te vienen los remordimientos, ojalá nunca tengas que pasar por ellos, sabes que eres mi hijo preferido, a pesar de esas... de esas mujeres con las que follas, todos juntos, a mi no me parece mal, pero no sé si dios... bueno, hala, hala, a tomar por culo, déjame sólo de una puta vez, sólo quería confesarme y ya sabes que odio a los malditos curas, me viene de familia. Adiós, hijo, cuídate mucho, sobre todo de la gente, que es muy mala...
Salí de la habitación mientras sufría otro ataque de toses y estertores. Me acerqué para ayudarle, pero me señaló la puerta con la mano.
Cuando regresé al quinto piso la pelirroja ya tenía cinco centímetros de dilatación. Pronto la llevarían al quirófano. La rubia la acariciaba y le ayudaba con el ritmo respiratorio. Se miraban y yo veía en sus ojos el mismo sufrimiento.
Es muy posible, por las notas de enfermería, que uno naciera mientras el otro moría, o con apenas un intervalo de segundos.
La muerte se renueva siempre, o eso esperé en ese momento, mientras pensaba en la renovación de todos mis muertos, de todos los que me había quitado de en medio entre horrendos estertores y orgasmos maravillosos.
Y pensé en matar de nuevo, en matar algo bello y seductor esta vez, en matar por sentir, en matar por matar, en matar por vivir.

miércoles, 23 de julio de 2008

vivencias

“Entre lo que deseamos vivir y el intrascendente ajetreo en que sucede la mayor parte de la vida, se abre una cuña en el alma que separa al hombre de la felicidad como al exiliado de su tierra.” (La resistencia)

MEMORESCENCIAS 37

No eran buenos tiempos para la lírica. La traición de los partidos de izquierda tradicionales que habían salido victoriosos de la transición y que en poco tiempo llegarían a gobernar, creó una multitud de ciudadanos desencantados, desentendidos o simplemente cabreados con la política.
La alineación de dichos partidos con la socialdemocracia alemana uno y con los eurocomunistas franceses e italianos el otro, terminó con cualquier esperanza ideológica para combatir el poder de la Banca y las Corporaciones y evitar que el Estado fuera un mero garante legitimador de las mismas.
El Tejerazo acojonador, una de las mejores payasadas de nuestra historia, asentó la Monarquía y la convirtió en intocable, a la vez que los pactos de la Moncloa dejaban a los trabajadores en pelota viva gracias a la aquiescencia de los sindicatos filiales de dichos partidos de izquierda.
Para equilibrar un poco la situación, surgieron poco a poco movimientos independientes juveniles que intentaban llenar el vacío político extraparlamentario. A saber: la insumisión al servicio militar, es decir, a la puta mili, la ocupación de viviendas vacías, sobre todo grandes superficies capaces de acoger a comunidades de ácratas y artistas con ganas de promover una nueva cultura alternativa, el movimiento de los homosexuales y las parejas de hecho reclamando los mismos derechos que heterosexuales y casados oficiales, etc.
Nosotros éramos profesionales de clase media que no encajábamos en ningún sitio. Si era difícil que la sociedad aceptara los derechos de estos movimientos, podéis imaginar lo que sería aceptar un trío de "amontonados" burgueses, y además criando hijos en su seno.
Procurábamos mantener nuestra relación en secreto, pero en el vecindario era imposible. Todos estaban pendientes de nosotros. No teníamos amigos, la familia nos fue dando la espalda lentamente, como si fuéramos leprosos, avergonzados de nuestro proceder, o envidiosos de él, para el caso lo mismo.
Todo eso iba mellando nuestros cimientos y a pesar de los parches que íbamos poniendo, cada vez sentíamos más la tensión exterior y era más necesario dedicar un tiempo precioso, que sentíamos arrebatado por la corriente de puritanismo que nos invadía, a desarrollar técnicas de autoestima y validación de nuestros compromisos amorosos y económicos que de otra manera podrían haber ido viento en popa sin una gran dedicación.
En unos años llegaríamos a ser uno de los países más avanzados del mundo en materia legal sobre sexualidad y convivencia libres, pero de aquella la política norteamericana de ultrapuritanismo proveniente de las iglesias anglicanas y los católicos fundamentalistas que allí habían devorado la revolución sexual de los sesenta, sus drogas y sus flores, soplaba aquí con fuerza huracanada, promovida por el cine americano, sus series televisivas y la prensa del opus, que aún hoy llega a cada rincón del país mediante la prensa local y regional.
En fin, vivíamos en una especie de isla, perdíamos algunos clientes intolerantes que se enteraban de nuestra situación, pero aún así los negocios iban bien y mis oposiciones para un puesto de licenciado en trabajo social prometían dar sus frutos gracias a mi esfuerzo y a las relaciones de la psicoanalista con una antigua colega universitaria que trabajaba para el ayuntamiento y tuvo acceso a los temarios del examen.
Y es que dios aprieta pero no ahoga, je, je, je...

sábado, 12 de julio de 2008

respeto


"El derecho es para cada uno la facultad de exigir de los otros el respeto a la dignidad humana en su persona."


MEMORECENCIAS 36

Había un acuerdo tácito de practicar el sexo los tres juntos, sobre todo a la hora del reposo nocturno, pero era inevitable e incluso existía cierta tendencia, cierta búsqueda posiblemente motivada por una costumbre anterior en nuestras vidas, a realizarlo en pareja a la más mínima oportunidad.
Y tácitamente también, esos actos que cometíamos con cierto sentido de la culpabilidad por la rotura triangular, no se mencionaban nunca entre nosotros. Era como si no existieran.
Sabía que ellas se habían convertido en amantes nada más conocerse y estaba seguro de que continuaban aprovechando mis ausencias para hacer el amor, las dos solas, victoriosa Afrodita ofreciéndoles los más exquisitos placeres lésbicos, el deleite de sí mismas en el espejo del placer.
De modo que nuestra culpa era muy pequeña, casi metafórica, y el triángulo se abría una y otra vez, sin rigideces, sin que ninguno de los tres se molestara en reclamar un equilátero imposible de conservar en la praxis.
Follar con nube blanca era como envolverse en las suaves turgencias de una piel algodonosa que te llevaba al cielo. Casi siempre lo hacíamos en la cama, aprovechando alguna ausencia de la psicoanalista. Como mucho sobre la alfombra de la chimenea eléctrica, en el invierno. Yo estaba concluyendo mi licenciatura, la vida prosperaba, y un día le pregunté si deseaba tener otro hijo, el pequeño ya iba para dos años y distanciarlos mucho equivalía a despojarlos de un amigo de juegos, a los pocos años se verían distantes y con inquietudes abismales que los separarían ineludiblemente.
Ella lo deseaba, pero quería antes alcanzar la suficiente solidez con la academia de inglés, como para nombrar una sustituta responsable, pagarle un buen sueldo y dedicarse a sus quehaceres maternales durante una buena temporada. Disfrutar de sus hijos y verlos crecer a tiempo completo, no como ahora, que apenas estaba con su hijo el rato de bañarlo y meterlo en la cama.
Yo era quien más horas pasaba con él, en aquellos días, debido a que mis clases en la universidad me dejaban muchos huecos libres. Comprendía las razones de la inglesa y esperé pacientemente a que ella decidiera.
También la psicóloga le dio la razón cuando lo hablé con ella. Son cosas que deciden las madres, ahí no nos podemos meter, me contestó.
El sexo con la anarquista era desinhibido y casi violento. Lo hacíamos en cualquier esquina de la casa, de pie, o le levantaba las faldas mientras miraba por la ventana abierta, apoyada en el alfeizar y le daba una galopada entre paciente y paciente mientras ella reprimía sus gemidos a la vista de los viandantes desde el cuarto piso. Más de una vez me he reído solo al pensar en aquellas arreboladas mejillas y esa respiración entrecortada aún con que recibía a algún cliente hundido en sus neurosis. ¿Se fijarían, o estarían demasiado preocupados por sí mismos como para percibir lo que sucedía a su alrededor?
Pero lo que más me gustaba era encontrarlas a ellas, siempre a la noche, con el peque acostado, los negocios cerrados y esa paz total que se posa protectora sobre un hogar sin crisis.
Y sin ninguna culpa, los tres, tan cercanos, cerrando ese triángulo que nos protegía del mundo y sus miserias.
Bocas, vaginas, culos, clítoris y pene se fundían y confundían hasta el éxtasis durante un tiempo interminable. Ellas me enseñaron a controlar mi orgasmo y disfrutarlo largamente, siguiéndoles el ritmo, aunque a veces el frenesí, el de ellas, ambas multiorgásmicas, o el mío propio, brotaba a su antojo y provocaba velocidades de vértigo que todo disparaba. Gozar por gozar, envidia de los dioses.

martes, 8 de julio de 2008

utopías


“Y en la búsqueda de lo imposible es que el hombre ha realizado siempre lo posible; aquellos que se han limitado prudentemente a lo que les parecía posible, nunca han avanzado más de un paso”


Bakunin

lunes, 7 de julio de 2008

MEMORESCENCIAS 35

Por supuesto. También yo me preguntaba por qué. Pero es como preguntarle al huracán por qué ruge y destroza, a fin de qué, quién cojones ha convocado su fuerza y su afán de destrucción. Y preguntarle, además, por qué goza con ello.
En realidad nunca me lo había planteado seriamente. Yo era como era y se suponía, o al menos yo así lo entendía, que no era un hijoputa que se iba cargando a la gente para allanar el camino y echarse una buena corrida.
Llegué a interiorizar que ese era mi destino, el de una especie de héroe exterminador, y que si de alguna manera pudiera llegar a ser otro, ya no sería yo. Y eso me daba vértigo, una especie de pánico a caer, a permitir que el suelo se abriera bajo mis pies.
Mi vida, al margen, era una verdadera maravilla. Gozaba del amor de dos mujeres que para mí eran el agua y el cielo, un oasis en pleno desierto de mezquindad y desamor. Yo ponía la arena, inconsistente al fin, pero que lo hacía habitable y firme ante los vientos que intentaban barrerlo todo a nuestro alrededor.
Inesperada y gélida comenzó a brotar de mis abismos esa otra cara inconfesable que jamás me había provocado pesadilla alguna.
Una segunda vida, o mejor dicho episodios de mi vida que me pertenecían sólo a mí y que eran totalmente ajenos a mi moral, a mi política, a mi manera cotidiana de enfrentarme al mundo, porque jamás nadie la percibió en mí, ni yo di lugar a percepción alguna de violencia o ausencia de ternura y compasión por mis semejantes.
Pero como un apéndice que invisiblemente se va cargando de inmundicias hasta pudrirse e infectar tu cuerpo, habría de extirpar con el paso del tiempo esa parte de mí que ni siquiera sentía que me pertenecía, pero que en un momento no lejano reventaría hasta corromper mi interior y convertirlo en un maldito vertedero incapaz de sentir la vida y el amor y hasta la más mínima señal de pervivencia.
Ese día, el día que me vi necesitado de contarle a alguien esa segunda vida, lo hice con la persona a quien yo más quería. Y ese día, que sería en breve tiempo, a pesar de toda su elocuente comprensión, el inicio de mi exilio y mi mayor caída, fue a la vez el día de mi liberación, pues desde hacía tiempo, debido a mis miserias liberadas, el hermoso triángulo de amor, ya no existía.

crisis

“La fuerza motora de la crisis es el impulso hacia la libertad, la fuga recíproca del capital y del antitrabajo, la repulsión mutua del capital y de la humanidad. El primer momento de la revolución es puramente negativo”

MEMORESCENCIAS 34

La belga resultó ser una chica estupenda, con un montón de mundo, había conocido toda Europa ejerciendo la prostitución, pero con la cautela siempre de no amarrarse a ningún chulillo que le parara los pies de peregrina y le vaciara el bolso pecador. Hasta que conoció a mi hermano mayor y se enamoró de su arte torero y su alma de compadrito arrabalero. Y una vez parados, sus pies, pues dónde mejor que en su propio país, donde conocía gente y tenía familia y podía enderezarlo un poco, sin forzar, pues era sabia y no iba a caer en el error que cometen la mayoría de las mujeres.
Simplemente le dijo que no pensaba trabajar más la calle ni el puticlub y que más le valía pasarse por el taller de pintura de automóviles que tenía un tío suyo a cuatro manzanas de allí, a la mañana siguiente, o si no coger el tren para el pirineo por la tarde.
Y así fue como mi hermano comenzó su carrerón, pues dio la casualidad de que estaba dotado para las mezclas de colores y el manejo de la pistola neumática, quién se lo hubiera dicho a él, que sólo había manejado con maestría las armas blancas.
De eso y otras cosas parecidas hablamos cuando nos juntamos toda la familia a mi llegada, o mejor dicho, a la llegada del trío, un pintoresco formato que no terminaban de aceptar pero que con el tiempo se fundió para ellos como un divino misterio, los tres en uno.
La única que no acudió fue mi hermana, con algún pretexto inconsistente pero siempre comprensible para nosotros, para casi todos nosotros. Para los demás nunca hubo nada que explicar, como no se explican las muertes prematuras de los seres queridos que están bajo el cuidado familiar. Sencillamente, era como tenía que ser. La niña se había hecho mujer y la mujer no perdona. Sólo la vería en el entierro de mi padre, sola, un par de años después, durante una breve aparición para dejar un ramo sobre el ataúd. Nos miramos a la cara y no supimos ni qué decirnos. Al final le pregunté, en un murmullo y cuando casi se iba, ¿qué tal el economista, se porta bien? Siguió su camino y no volvimos a vernos en la puta vida, ni de casualidad, ella se movía por otros mundos y entre nosotros no habían quedado ni las cenizas.
Mi hermano pequeño sí acudió a la cena, en un restaurante de las afueras, acompañado de una joven muy bonita, aunque de aspecto funerario. No tardarían en casarse, antes de la muerte del viejo.
Los niños de la puta belga eran casi rubios y de ojos azules. Desentonaban un poco, como para dejar a un padre receloso, pero bastaba mirar aquella mujer medio germánica, con un poderío capaz de aniquilar cualquier orden genético contrario, para darse cuenta de que sólo había sido un mero accidente. Y además, si les mirabas de cerca a los ojos, a los niños, se les veía en la pupila el reflejo del filo de alguna navaja albaceteña rasgando el azul.
El viejo respiraba mal, pero comió bien y se lo pasó de puta madre. Sería en realidad la última vez que nos viera a todos juntos y disfrutara con ello, pues el estrecho hilillo de sangre alcanzaría en el futuro, a medida que nos conocíamos y nos distanciábamos con la edad, poco más que para juntarnos en hospitales y velatorios.
Cuando murió mi padre nunca más celebramos juntos las navidades.

sábado, 5 de julio de 2008

leyes

“Es evidente que las leyes escritas no se parecen, ni por el forro, a las leyes naturales. ¡Valiente majestad la de esos pergaminos viejos que cualquier revolución quema en la plaza pública aventando las cenizas para siempre! Una ley que necesita del gendarme usurpa el nombre de ley. No es tal ley: es una mentira odiosa”

jueves, 3 de julio de 2008

MEMORESCENCIAS 33

Lo esperé a la salida del gimnasio, un poco de ejercicio matinal para estar en forma y huir de la pasma si le pillaban con la droga encima. Un par de manzanas más abajo, en una angosta intersección con la Gran Vía, tenía su guarida en una pensión de mala muerte y peor reputación.
Hacia allí se dirigió para dejar la bolsa y recoger algunas papelinas de coca, que seguramente escondería en algún roto del colchón o bajo alguna tabla del viejo piso de madera, y que intentaría vender a la hora del vermut, en las cafeterías de pijos.
El cabronazo tenía una envergadura similar a la mía, era corpulento y de mi estatura, puede que un poco más alto, y además tenía toda la pinta de no tocar la droga y encontrarse en plena forma.
Fue uno de mis asesinatos mejor planeados, pues corría el peligro de convertirme en cazador cazado. Llevaba un par de días observando sus movimientos y llegué a la conclusión de que el momento y el lugar elegidos eran los propicios si lograba sorprenderle y no le daba tiempo a reaccionar.
Me disfracé de yuppie, con un buen traje americano de color crema y una corbata a juego, el pelo hacía atrás, engominado hasta la parálisis total, ni un huracán sería capaz de levantarlo.
Unas rayban de sol y unos zapatos de piel completaban la producción estética.
Disculpa, pero un colega del gimnasio me ha dicho que manejas bien la farlopa, necesito papelinas para una fiesta, buen material, que la cosa va de negocios y tengo que quedar como un campeón, le solté a la vez que me quitaba las gafas y le miraba fijamente a los ojos.
Dudó un poco, me miró con cara de asesino, pero la tajada se vislumbraba exquisita y aquel tipo conocía a todos los secretas de la zona que le estaban tocando las pelotas.
Esas mariconas del gimnasio son unos bocazas, pero creo que me caes bien. Eso sí, te va a costar un huevo, amiguete, porque además tengo lo que necesitas, prácticamente sin cortar.
Muy bien, ¿llegará con esto?, le dije al camello mientras esgrimía un fajo de billetes de cinco mil que no había visto juntos en su puta vida.
Creo que tú y yo vamos a hacer buenos negocios. Sígueme, colega, es aquí al lado.
Nadie nos vio subir. Llegamos al primer piso por la estrecha escalera. Yo iba detrás, con las manos en los bolsillos de mi pantalón de tergal.
Cuando abrió la puerta saqué de cada bolsillo un destornillador que llevaba clavado en ellos al fondo de la tela, con la punta esmerilada y rozándome casi las rodillas. El de la izquierda se lo clavé en la espalda, por debajo de la paletilla, a la altura del corazón. El otro bajo la nuca, antes de que se diera la vuelta. Hubo un momento en que sentí todo su peso colgando de las empuñaduras, pero en seguida le metí una patada en la espalda y cayó de bruces contra la zapatera del recibidor.
Se armó algo de ruido cuando cayeron el florero y un par de ceniceros al piso, pero a él lo sujeté por los hombros y lo posé suavemente en el suelo, con el pecho sobre las tablas. Luego cerré la puerta, saqué la polla y me corrí sobre su camiseta deportiva, esta vez no me iba a correr encima. No llegué a verle la cara, pero lo imaginé aún sonriente, como si no hubiera existido tránsito alguno entre aquel buen negocio y su inesperada muerte. Saqué una petaca de licor que llevaba repleta de gasolina en el bolsillo interior de la chaqueta, limpié con ésta los destornilladores, los cuales volví a guardarme en los bolsillos, la arrojé junto con la corbata sobre su cuerpo y vertí sobre ello el líquido inflamable.
Luego le prendí fuego con una caja de cerillas que me habían regalado en un bar de la zona y salí del edificio tranquilamente, con mis gafas de sol, el pelo un poco revuelto y mi nuevo estilo de sport.
Aquella vieja pensión muy pronto se convertiría en un infierno.

martes, 1 de julio de 2008

pendular

“La historia del pensamiento humano es similar a las oscilaciones del péndulo. Luego de un largo periodo de sueño ocurre un despertar y entonces se libera de las cadenas con las que los gobernantes, magistrados y clérigos la habían atado. Critica severamente lo que se le enseñara y desnuda la vanidad de los prejuicios religiosos, políticos legales y sociales. Investiga, va por caminos desconocidos, hace ricos descubrimientos imprevistos y crea nuevas ciencias”

Kropotkin

MEMORESCENCIAS 32

No me fue difícil introducirme en la red informática penitenciaria. Había hecho buenos amigos allí cuando estuve trabajando con los presos. Con la excusa de hacer un seguimiento de mis últimos pupilos y controlar el estado de su condicional y el movimiento de sus inquietudes más inconfesables, el gordo se fue a comer el bocata al comedor y me dejó solo con el monstruo, que por aquellas fechas eran aún bastante aparatosos.
En cuanto empecé a teclear fechas y nombres de víctimas y verdugos aparecieron los cuatro en la pantalla, con un pequeño historial, bien resumido pero suficiente: última actividad laboral, último domicilio conocido, familia, actividades de ocio, etc.
Dos de ellos habían muerto de sida, era la época de la jeringuilla compartida, que tan buena gente se había llevado también, y un tercero estaba en una silla de ruedas tras un accidente de automóvil en el que afortunadamente conducía solo y se había salido de la carretera sin joder más que un roble centenario que sólo llegó a mellar. Éste ya estaba prácticamente muerto, que le limpiaran el culo para el resto de su puta vida.
Quedaba el cuarto, que al parecer se había "reformado" y convertido en un pequeño intermediario de un capo cocainero gallego que estaba introduciendo en la capital la farlopa entre la clase media y los yuppies que empezaban a proliferar tras el repunte económico de los setenta y el apagón hippie, junto al retorno a casita de los burguesitos traviesos, hijos pródigos que serían recibidos por sus papás con los brazos abiertos, bien para concluir sus abandonadas carreras o para incorporarse inmediatamente a la dirección de sus empresas, como siempre habían soñado y esperado de sus hijos, unos vástagos que portaban su misma sangre salvadora de la patria y que tan sólo habían sido desviados momentáneamente por toda esa chusma bastarda de rojos y masones.
O sea, que ese sí, ese pagaría por todos. La policía lo vigilaba, pero en realidad esperaban pillar al gallego con un buen alijo y destapar la red de suministro, que suponían colombiana o boliviana.
Borré las huellas de mis andanzas en el ordenador y cuando llegó el gordo charlamos un ratillo, recordando los viejos tiempos, le dí las gracias y me largué.
Por lo demás, ya estaba a punto de concluir mi licenciatura y se estaba creando en el seno de la asistencia social un núcleo duro con el control sanitario ejercido por el Estado, parecía que algunos locos sueltos estaban generando graves problemas y urgía tomar medidas al respecto, pero todavía no me aclaraba bien con la cuestión, porque se estaban tomando decisiones bien encriptadas que los novatos no alcanzábamos a descifrar.
Ya llegaría el momento de ser uno de ellos, de los que dirigían el cotarro, y sentirte envuelto en las contradicciones que habrían de surgir, a nivel ideológico, algo que la anarquista había intuido desde tiempo atrás, de ahí provenía su fuga prematura, y que sería motivo de grandes controversias entre nosotros, como profesionales, controversias que también pondrían en peligro nuestra propia estabilidad.