sábado, 30 de enero de 2010

NAVEGANTES (PARA IGOR)

Así somos, sin cabida en este puto mundo pero mirando al horizonte con ojos de gacela inquieta.
Desde cualquier matorral el gran depredador y sin embargo buscamos la mirada del otro, el inexplicable designio de los astros y las carnes reunidas en una sola voz.

Llega la luna llena y nos pensamos cavernícolas impasibles o lobos esteparios desprovistos de unos buenos caninos donde hundir nuestras fauces hasta la misma sangre.

Qué le vamos a hacer. Hemos nacido para seguir un camino de imposible salida y sólo en el camino realizamos lo que hemos perseguido en sueños y en el mejor de los sueños pensamos que hemos realizado al fin.

No existe tal final. Navegantes sin puerto, acertados a veces en la aproximación, estamos condenados a viajar hacia un final desconocido, del que nadie ha regresado jamás.

Con la sospecha de un naufragio total nos vamos sin mediar palabra, cansados nuestros gritos de lanzar al aire una voz desoída. Mudos y temerosos de no ser más que polvo que el viento arrastra al fondo del camino, sobre las piedras y los esqueletos que el tiempo dejó tras de sí, en el inconmensurable desierto de la nada que habitamos.

Camina, amigo, lo único que importa es caminar...

CORNOPIOS

Los cornopios son seres de otro mundo que quedaron atrapados aquí, entre las magnolias, tan exuberantes, y los nenúfares, tan acuáticos, y no supieron desprenderse a tiempo de todo el amor que habían regalado.

Los cornopios, como literalmente se desprende de su propio significado, son personas que esperaron alguna vez la lealtad de sus seres queridos pero se quedaron al pairo, navegantes de mares ignotos, esperando una tabla de salvación que jamás llegaría.


Los cornopios son como nosotros, como todo el mundo, pero llevan tras de sí la indeseable estela de la desecación, el ominoso camino del desierto tras el total abandono de su amada.


Los cornopios podemos encontrarlos en el ascensor o en el supermercado y no llevan marca ni registro ni identidad alguna que los manifieste como tales.


La única manera de reconocerlos es por lo que todos piensan y algunos aciertan sobre la conducta de su querida señora. Aunque todos sabemos que en estos casos el último en enterarse es el propio y desdichado cornopio.


Salud y a follar que son dos días, uno para verlas venir y otro para mirarles el culo, cuando se alejan.

Con un guiño a Cortázar