viernes, 18 de marzo de 2011

PETROCURVAS

Las curvas no se han creado simplemente para que se estrellen los despistados en la carretera o los mirones choquen con la próxima farola ahí va ese culo.
Si nos fijamos bien en la curva macroeconómica del petróleo, podemos aprender grandes cosas.
Lo primero que veríamos es que el petróleo nunca llevó el bienestar, al menos duradero, a los países que lo poseían, sino que sirvió a los compradores para medrar sin tregua.
Comparable con lo de ser bella y que sólo te sirva para tragar más pollas.
Tras dos guerras mundiales europa es incapaz de mantener los costes imperialistas en el tercer mundo y decretan, unos antes y otros después, la liberación de sus territorios de "ultramar".
No sin antes depositar en sus gobiernos la semilla de la corrupción, el miedo y la dependencia.
Cuando se crea la opep, porque vamos a seguir hablando de petróleo, en el año sesenta, por iniciativa venezolana, ante la premisa de occidente para decretar un precio fijo de los crudos, ajeno a las necesidades tercermundistas, el desarrollismo brutal del sistema, nuestro sistema, se siente amenazado.
Los norteamericanos ocupan las posiciones vacantes colonialistas europeas y comienzan a sembrar el pánico en todos los mercados.
Hay que cobrar las deudas.
Una europa en reconstrucción todavía, mirando hacia otro lado.
Los marines derrocan gobiernos comandados por la cia y deciden ampliar su poder, bendita bomba atómica, a todos los países del planeta.
Apoyan monarquías tribales en arabia e irán, dictaduras demenciales en áfrica e incluso democracias manejadas en latinoamérica.
Crean guerras, venden armas, crecen y juegan a ser dios en todo el orbe e imponer sus creencias.
No es la hora de que les paren los pies unos diosecillos infieles,  a su pueblo le siguen contando la  vieja historia de su divina estirpe propagable, pero en eso no entramos  de momento porque esto va de petróleo y nada más.
La opep es reconocida por naciones unidas y sin derecho a reclamación en un mundo de mercado libre por ellos, por el imperio, pregonado.
Los países exportadores emergen de la selva y los desiertos mediante créditos impagables y occidente llega a la luna, pone en órbita satélites meteorológicos y comienza a descifrar el genoma humano.
Regalo del petróleo, barato, sostenible.
Pero resulta que los vendedores quieren más, quieren equipararse con nuestro modo de vivir y robar a espuertas.
Y nuestra imparable demanda de crudo se asfixia con los precios en el setentaitrés.
La gran crisis del petróleo.
Así nos la vendieron.
La cia hizo lo que pudo y donde dije digo digo diego.
Cambiaron lo que les dejó el senado y lo que no, pero resulta obvio que no podían controlarlo todo, con los rusos y los chinos por medio, de modo que tras un periplo de impotencia decidieron en el ochentaiséis cagarse en gadafi y meterle un misil por el culo, eso creían, en su puto palacio presidencial, tras demasiadas presiones económicas a todos los miembros de la opep sin resultado.
Hay que dar ejemplo, vais a saber con quien estais tratando.
Un nuevo ejemplo, sin descarga nuclear, no vaya a ser que se mosqueen los socios de un mercado ya globalizado y acabemos todos patas arriba y bien cagados.
Yo conocí los efectos devastadores de su bloqueo económico, en venezuela, en el ochentaitrés. Un país que llevaba veinte años con el bolívar a cuatrotreinta. Un país supuestamente democratizado, con alternancia bipartidista, lo mismo que tienen, lo mismo que siembran. Ahora robo yo, ahora robas tú, qué bien, salado.
Lo mismo que quieren sembrar en norteáfrica.
Porque los reyezuelos del petróleo comenzaban a ser infieles. Para sus intereses, sus negros intereses petroleros. Lo mismo da un republicano que un demócrata, blanco o negro, un cambio de escenario.
Hay que salir de la crisis, el estado hizo lo que pudo con los bancos putrefactos y las todorriesgo inmobiliarias en el dosmildiez y ahora no nos van a asfixiar de nuevo esos tercermundistas de los cojones,
a nosotros, los billonarios planetarios sumergidos en posesión de todas las reservas. Apostar a ganador en las rebajas. También aquí nos toca, bien mirado.
Antes les regalamos una democracia. Mientras la rumian podemos mantener a flote los precios, las reservas, los chulos, los fulanos...
Y apostar por molinos de viento, en alta mar, nucleares no, que se puede mover la tierra.
Mejor que sople el viento, caliente el sol y mareas bramando, putos ecologistas, con razón o sin ella nunca cederemos terreno, antes nos calcinamos.
Y cuidadín con las curvas, otandeentradano, no vaya a ser que por sentirse unos salvadores y otro legitimado, nos acaben rompiendo las pelotas, las nuestras y las de nuestros amos.
Otra vez.





miércoles, 16 de marzo de 2011

ÚLTIMO POEMA EN EL BLOG BY DAMEGO

Hoy mis palabras llevan la última gravedad de la palabra. Fue una milésima de comunicación, cual es el tiempo que vivimos los hombres, enmascarados bajo relojes y calendarios que no significan nada: ni para una mariposa ni para un pueblo que se rehace después del maremoto ni para hollar sus pies en él, sobre sus tierras contaminadas por isótopos .
Hoy se refugian en Hirosima los que hace muy poco huían despavoridos por las radiaciones de la irracionalidad.
Somos capaces de levantar la voz, aún con Nagasaki en la garganta, la voz y decir que todo está bajo control , podemos dormir tranquilos, aquí no pasa nada.
Que se lo digan a los que huyen de Tokio como huyeron primero de las bombas, ya tarde, sin avisar, joputas, la historia desmandada.
Que les digan ahora, porque todos sabemos que no es la hora de sembrar el pánico, que les digan que huyan de su propia bomba... y que esta vez tampoco van a llegar los marines a salvarlos, convertidos en parias.

Placas tectónicas, placas continentales. Por aquí tenemos una insalvable y otra implacable de imprevisible andanza  .

Hace muy poco hablamos de roces políticos emergentes en el norte de África. Antes de llegar a ser geodésicamente comprensibles.

Realmente creeis que no puede ser al revés?

Y que Japón no necesite un poco de humildad, tras la última humillación junto a todos sus socios occidentales, un tanto desmarcada?

Y qué decís sobre que los chinos, gran potencia emergente, revisen su confianza en un futuro nuclear para modernizarse y ser competitivos y dar al fin la talla?

No es la mano de dios. Es un aviso de los dioses... Los héroes con cautela se asoman ante tanto desastre, vaciada su carga.


FULGORES

No inventar la palabra
Sino alcanzar la altura necesaria
Para con honda voz alzarla renombrada.

No crear situaciones de ficción
Para ver si el personaje encaja
Sino ser situación manifestada,
Ella crea, proyecta y les da el son,
Autobiografías en verso derramadas.

Llegar a ser no ser y disentir
De todas las propuestas promulgadas
Por beatos e insignes comediantes
Que de ser o no ser no saben nada.

Dejar en el camino un buen decir
Es acercarse a esa meta sagrada
Donde se juntan sueño y realidad,
Donde vida y deseo se amalgaman
Para fraguar de eternidad la espada.

Guerreros de una lucha sin sangre,
Sólo aspirar a ser en las miradas
La esfinge de un dios sol que ilumine las horas
Y deje en nuestros ojos un rastro de esperanza.

Fulgores de otra vida posible
En esta tierra de fatigosa andanza.

sábado, 12 de marzo de 2011

RATAS DEPRIMIDAS

Todo comenzó con las ratas.
Al principio parecía una simple plaga. Luego se convirtió en un monumental problema de salud pública que afectaba por igual a pueblos y ciudades de todos los continentes. Finalmente se convertiría en premonición para los pocos que somos capaces de recordarlo. Los demás están muertos.
No se sabía con certeza de dónde provenían y hubiera sido imposible imaginar una población tan extensa oculta en el subsuelo o en la sombra.
Aparecieron al amanecer de un caluroso día de agosto y deambularon durante varias semanas día y noche, expuestas a la luz, por toda la ciudad, lo mismo se las podía ver en las callejuelas de los barrios más apartados que en el centro y los grandes bulevares que lo atravesaban.
Se crearon patrullas especiales de exterminio y limpieza, formadas por el ejército y los servicios de protección civil, pero sólo ante la sorprendente cantidad de roedores circulantes, no porque representaran un peligro real, pues muy al contrario no ofrecían hostilidad alguna y se dejaban atrapar sin la menor resistencia. Simplemente vagaban sin rumbo y silenciosas, olvidando a su paso los contenedores de basura, nadie las vio comer un sólo bocado.
Algunas aparecían despanzurradas en las aceras, en un chancro de sangre y pellejo, seguramente caídas desde las azoteas de los edificios, y otras aplastadas en el pavimento, atropelladas por los automóviles en su errático tránsito.
Fumigaron con aviones los vertederos de basura en las afueras y recorrieron toda la red de alcantarillado pero lo único que encontraron en ella fue una multitud de nidos abandonados por sus madres.
Y un día desaparecieron. Ni rastro de ratas. El mundo agradecido.
Se realizaron estudios en los laboratorios mientras quedaban ejemplares vivos, pero incluso aquí fueron muriendo, dejaban de comer o aparecían desnucados contra los barrotes de las jaulas, muy pronto sólo pudieron investigar cadáveres. Y no encontraron nada.
Comenzamos a hablar del suicidio programado de una especie. Se hubieran podido llenar durante algún tiempo páginas de periódicos y espacios televisivos con el tema, si no hubiera surgido unos días después un problema más acuciante y del que la gente no iba a sentirse nada agradecida. Muy al contrario, habrían de derramarse muchas lágrimas, aunque sólo serían las primeras.
Si mal no recuerdo fue al tercer o cuarto día de la proclamada por muchos “liberación de las repugnantes ratas”, cuando los perros y los gatos dejaron de comer  y comenzaron el sigiloso e imparable abandono de sus amos.
Arañaban con insistencia las puertas de sus casas y cuando salían desaparecían para siempre. A la mínima oportunidad. Algunas personas, más cautelosas cuando se propagó la noticia, intentaban encerrar a sus mascotas e impedirles la huida, pero sólo conseguían demorar lo inevitable: más pronto que tarde aparecían electrocutados tras meter la lengua en algún enchufe, ahogados en la piscina o destripados en las aceras tras saltar desde terrazas y ventanas.
Otros muchos fueron atropellados por los coches en una última carrera sin sentido.
Vagaron durante un par de semanas por calles y montes, ajenos a la caricia del hombre, y desaparecieron también sin dejar más rastro que sus cadáveres yacentes.
Nada pudieron hacer científicos ni veterinarios para evitar el éxodo y la inminente escalada suicida de esas y otras especies que contaban milenios conviviendo con el ser humano.
Muy pronto se sumarían los caballos, las vacas, las ovejas, los cerdos…
Durante varios días se recomendó a la gente abastecerse y no salir de casa ni viajar porque las aves comenzaron a tirarse en picado y estrellarse contra tejados y pavimentos.
Cerraron los aeropuertos y sólo el metro continuó trasladando a los escasos pasajeros que se atrevían a desplazarse por alguna razón inexcusable. La economía y los servicios ciudadanos quedaron paralizados, sólo continuaron trabajando, con tareas mínimas, las instalaciones que no podían pararse sin graves daños para la producción. Y los servicios de emergencia.
En menos de una semana el cielo quedó limpio. Habían desaparecido hasta las moscas.
Las brigadas de limpieza no daban a basto. Tardaron otra semana en recoger los cadáveres y la basura que la gente había amontonado en sus casas.
Mientras tanto los laboratorios y zoológicos del planeta vieron morir a todos sus inquilinos cautivos, excepto los primates.
No tardarían los animales salvajes en abandonarse libremente a la muerte, como en procesión leones y gacelas, elefantes y hormigas camino de algún cementerio imaginario hasta quedar sin fuerzas, desfondados, plácidamente echados junto a los cadáveres de los que habían llegado antes.
Sobre las aguas flotaban hipopótamos  y peces, tiburones y ballenas panza arriba.
Las factorías congeladoras afloraron por doquier y se decretó la caza y pesca masiva de cualquier ser vivo, así como el sacrificio de todos los animales domésticos que presentaran los síntomas, con el ánimo de crear una reserva de víveres y resistir a la crisis. También se criogenizaron todas las especies que pudimos, ante la evidencia del primer cataclismo biológico registrado, en espera de una futura resolución. Una especie de arca de noé en nitrógeno líquido.
Pero el punto más álgido del problema lo suscitaron los monos genéticamente más cercanos al hombre. Unos dos meses después de las ratas, tras la temporada de recolección de fruta más ínfima de la historia conocida. Los mercados desabastecidos, los precios por las nubes. Los árboles comenzaron de aquella, mediado el otoño, a retorcerse o caer, raíces arriba, sin ningún motivo aparente.
Los primates habían sido hasta entonces los únicos que parecían conservar el deseo de vivir. Se había descartado la posibilidad de un virus o cualquier tipo de radiación cósmica. Análisis y mediciones exhaustivas lo habían confirmado. Se mantuvo la hipótesis del suicidio colectivo de las especies, aunque sin un origen fundado, capaz de ser racionalizado.
Se pensó que sólo se estaban librando las especies más altas en la cadena evolutiva, las únicas quizá con una capacidad de análisis vital para continuar escuchando la llamada instintiva de la supervivencia.
Comenzamos a estudiar seriamente a chimpancés, gorilas y orangutanes, y nos sorprendimos mirándoles a los ojos de otra forma, casi como iguales, casi como hermanos.
Cualquier esperanza se desmoronó cuando les llegó el turno. La única diferencia con el resto de las especies es que no habría ningún tipo de éxodo ni acciones suicidas colectivas.
Simplemente dejaban de comer y esperaban la muerte. Por primera vez se utilizó una palabra que muy pronto sembraría el pavor entre todos los habitantes de la tierra: depresión.
Se crearon hospitales especiales, con módulos prefabricados que se instalaron con facilidad en parques y solares vacíos o en medio de sabanas y bosques, allí donde se pudiera hacer algo por ellos.
Gorilas, orangutanes y chimpancés fueron ingresados y alimentados por vía intravenosa sin oposición alguna. Se les inyectó en sangre diferentes cócteles farmacológicos, pero lo único que lograban los investigadores era acelerar su muerte. Era como si su organismo transformara en veneno cualquier sustancia ajena a su propia química, a su deseo metabolizado de morir. De manera que pronto desistieron.
Fue hacia el tercer mes, desde lo de las ratas, comenzaba el invierno, cuando se disparó la alarma de verdad y el espanto comenzó a ensombrecer nuestra mirada, hasta entonces absorta y alucinada con el desastre que se cernía sobre el reino animal, sin explicaciones víricas, sin meteorito, sin radiaciones solares ni calentamiento global.
Entretenidos con el gran espectáculo de la muerte, no habíamos observado los índices de bajas laborales y ausencias escolares. Su incremento se presentaba ya como imparable. Todas con un mismo diagnóstico médico: depresión.
Los niños no querían levantarse para ir al colegio. Fueron los primeros en caer. Los pediatras eran incapaces de atender tantos pacientes. Se les desvió a los médicos de cabecera y se crearon secciones hospitalarias especiales cuando dejaron de comer.
Los hospitales se saturaron en dos o tres semanas. Cuando llegaron los hermanos mayores y los padres, ya no quedaban camas ni metros de tubería para alimentar por vena a tanta gente. Los primates fueron criogenizados unos y sacrificados otros para utilizar sus hospitales de campaña.
Poco después empezaron a faltar enfermeros, médicos y hasta recepcionistas. Al final del invierno ya no quedaban ni científicos que continuaran estudiando el problema. No quedaban personas suficientes ni para enterrar a los muertos.
Esto es un mensaje radiosatélite de lo que ha pasado, está pasando. Dirigido a quienes hayan sobrevivido. No estáis solos.
Acércate o envía una señal en esta frecuencia y te recogeremos en cualquier parte del globo.
A estas alturas ya sabrás quiénes somos porque tú eres uno de los nuestros. Somos los inmunes. Somos los deprimidos de antes de las ratas.
Estamos reuniendo un buen equipo y tomando las riendas de la investigación. De momento nuestro objetivo primordial es salvar el mundo vegetal. Casi no quedan árboles. Imprescindible una nueva cosecha tras la ardua primavera que se nos avecina.
Necesitamos a todos los supervivientes: científicos, profesionales, campesinos, a todo aquel capaz de sembrar nuevas semillas…
No tardéis. El trabajo es descomunal y cada día estamos más y más agobiados. Algunos de nosotros empezamos a notar el cansancio, la desgana, el vacío, a pesar de continuar con el tratamiento original.
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jueves, 10 de marzo de 2011

SITUACIONISMO

El situacionismo es hoy una corriente literaria que en lugar de crear personajes ficticios e imbuirlos de realidad, crea situaciones reales para personajes reales o de ficción.

El situacionismo se origina en un estrato social de narradores y poetas que no tienen dinero para viajar, que no tienen tiempo o ganas para investigar durante años polvorientos legajos porque se nutren de legados más consistentes y permanentemente actualizados, que se lo juegan todo, en un intento de modificar sus circunstancias y las de su propio entorno mediante su capacidad creativa y su necesidad de cambiar la realidad,  para mostrar al menos esa realidad, esa situación en la que están inmersos y desean cambiar, para remover las conciencias de sus contemporáneos y  proponer cambios en nuestra manera de vivir o de no vivir las propuestas ofrecidas por una oficialidad tecnocrática y mercantilista.

El situacionismo, por tanto, no puede ser políticamente correcto ni literariamente académico porque se basa en la mera contemplación de un mundo decadente, abocado a la infelicidad. Y en su crítica.

Se basa también en el lenguaje de la calle y en las necesidades interpretativas de un mundo que conoce plenamente, para dejar acuso de recibo en sus lectores, para sentir su mirada ante el espejo social que le da forma.

Del situacionismo podríamos decir que refleja la mera realidad, vivida o sentida,  que repele las subjetivaciones, el surrealismo y la búsqueda empírica de la belleza, calificación ésta sujeta a un imaginario que parte del heroísmo clásico y el romanticismo dieciochesco, imaginario en el que no encuentra soporte para identificar al mundo, a las personas en el mundo actual.

Podríamos decir que el situacionismo es la transmisión escrita de la realidad que nos ha tocado vivir, con mucha prisa para medrar y enormes pérdidas en el camino, y que tiene dificultades para crear grandes arquitecturas novelísticas, pero que nada pierde en ello porque no ha nacido para entretener y a buen entendedor pocas palabras bastan.

Situacionistas del mundo, uníos. Yo no he inventado la palabra. Una gran telaraña para destejer, mientras esperamos un ulises que sea capaz de leerse y retornar.

A buen entendedor, salud.

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lunes, 7 de marzo de 2011

ESTADISTICAS

Cuándo se van a enterar los estadistas de las encuestas de que todos mentimos cuando se nos pregunta, y qué cojones les importa?


Cuándo van a tomar nota de que los últimos muertos no están en la carretera ni en la contaminación ambiental ni en la obstrucción de las arterias ni en la metástasis de las tetas?


Cuándo van a dejar de publicar sus cifras irrisorias sin siquiera una mirada hacia el origen, porque qué saben ellos de los suicidas automovilísticos, de los que se ahogan de soledad en las ciudades, de los que se revientan porque no pueden soportarla, de los que no son capaces de luchar para continuar con vida?

 
Cuándo dejarán los estadistas de utilizar a los estadísticos para mejorar su capacidad urnática?


Nunca, mientras les paguen bien y obtengan buenos resultados.


Hemos abandonado la capacidad de análisis y autocrítica para dejarla en manos de las estadísticas.


Siete muertos menos, siete reconocidos en las carreteras cuando hace unos meses osaban hablar de porcentajes.


Los índices de contaminación son en la mayoría de los días del año los permitidos por la unión europea: ¿para sobrevivir?


Estamos prohibiendo las sustancias nocivas en los lugares públicos para prevenir la salud de los ciudadanos.


Destinamos dinero público para que las farmaceúticas inventen nuevos fármacos y sigan mamando de las tetas...


Mierda.


Nos tienen bien entretenidos.

Mientras en Nigeria se libra la tercera guerra mundial por el control del coltrán, un mineral que sólo le sirve a occidente para renovar la telefonía móvil y algún aparatejo galáctico que no nos cuentan. Cuatro millones de muertos  en tres décadas, luchas tribales provocadas por belgas, franceses, alemanes, norteamericanos y hasta los chinos y los rusos deben estar peleados en una lucha que no sale en los telediarios, que a nadie, ni a las estadísticas siquiera, les importa una mierda.


Y en el magleb se fragua una revolución.


Una guerra a la que deberíamos acudir, como acudieron a la nuestra los comunistas y republicanos europeos para apoyarnos contra los golpistas hijoputas que aniquilaron la más pura revolución de occidente, gracias a la aviación alemana, gracias a los nazis germánicos y a los fascistas italianos.


Tienen ambos lo que se merecen estadísticamente: una madre que guíe a sus hijos por el camino de la unificación de sus vergüenzas y un padre que se folla a sus hijas.


Esos son nuestros socios.


Y los sempiternos, ya parecen, norteamericanos del negrazo de los cojones, marioneta utópica inventada por los texapetrolíferos.


España es una potencia mundial.


Hemos perdido territorios pero seguimos vendiendo armas a tantos países que si lo midiéramos planetariamente en algún sitio las estábamos vendiendo desde el amanecer hasta el ocaso.


En España, como antaño, no se pone nunca el sol.


Eso no nos lo cuentan en el telediario.


Muchas de las armas que hoy repelen o aniquilan a los rebeldes en norteáfrica.


Muchas de las que han ayudado a los reyezuelos del petróleo y las minas a mantener el poder en el olvidado áfrica subsajariano y en las excolonias más cercanas.


Rey con rey. Siempre el filtro.


Por eso tampoco lo cuentan ni los estadistas ni las estadísticas.

Y también, por supuesto, porque siempre será mejor entretenernos con cualquier gilipollez y que pongamos nuestra fuerza y nuestra voluntad en asumir proyectos donde no nos vaya la vida.


Y si va la vida en ello, que sea la de otro.


Bienvenidos al club de luchadores, puede que hasta logréis una mala pensión, no te lo dicen, si no perdéis de vista las estadísticas.
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