
"¡Yo soy un anarquista! Un anarquista en el sentido mejor de la palabra. La gente cree que anarquista es el que pone bombas, pero anarquistas han sido los grandes espíritus, como por ejemplo León Tolstoi."
Ernesto Sábato
Ernesto Sábato

"La única alternativa es la utopía o el caos. (...) Los síntomas del desplome de la civilización se ven por todas partes y son bastante más agudos que los que se percibieron en los últimos años del imperio romano. Sin embargo, no todos estos síntomas son necesariamente patológicos. El mundo contemporáneo se ve afectado por dos tendencias opuestas: una que tiende a su destrucción social, otra que anuncia el nacimiento de una nueva sociedad." 
Nuestra meta es llegar al estado ideal de perfección en donde las naciones ya no tengan que someterse a los designios del gobierno o de otra nación, lo que implica ausencia de gobierno, anarquía, la más alta expresión del orden. Aquellos que no creen que la tierra pueda prescindir de autoridad, no tienen fe tampoco en el progreso."
Así acaban nuestros secretos en cuanto los aireamos en público. Lo único terrible en nosotros y en la tierra y en el cielo acaso es lo que aún no se ha dicho. No estaremos tranquilos hasta que hayamos dicho todo, de una vez por todas, entonces quedaremos en silencio por fin y ya no tendremos miedo a callar. Listo.


Para eso sirve, y para eso sólo, un hombre, una mueca, que tarda toda una vida en fabricarse y ni siquiera llega siempre a terminarla, de tan pesada y complicada que es, la mueca que habría de poner para expresar toda su alma de verdad, sin perderse nada.
Más vale no hacerse ilusiones, la gente nada tiene que decirse, sólo se hablan de sus propias penas, está claro. Intentan deshacerse de su pena y pasársela al otro, en el momento del amor, pero no da resultado y, por mucho que lo hagan, la conservan entera, su pena, y vuelven a empezar, intentan una y otra vez endosársela a alguien.



Eso es el exilio, el extranjero, esa inexorable observación de la existencia, tal como es de verdad, durante esas largas horas lúcidas, excepcionales, en la trama del tiempo humano, en que las costumbres del país precedente te abandonan, sin que las otras, las nuevas, te hayan embrutecido aún lo suficiente.



La ley es el gran parque de atracciones del dolor. Cuando el pelagatos se deja atrapar por ella, se le oye aún gritar siglos y más siglos después.
Aquél era el momento, o nunca, de desaparecer. No hay que dejar pasar esas treguas a la crueldad que impone, pese a todo, la naturaleza a los organismos más viciosos y agresivos de este mundo.
Así se van los hombres, a quienes, está visto, cuesta mucho hacer todo lo que la vida les exige: de mariposas durante la juventud y de gusanos para acabar.

La guerra le trajo tantas cosas que no comprendía. En el fondo, creía que los humildes, como ella, estaban hechos para sufrir por todo, que ésa era su misión en la tierra, y que si las cosas iban tan mal recientemente, debía deberse en gran parte a las muchas faltas que habían acumulado, los humildes.
Si la gente es tan mala, quizá sea sólo porque sufre, pero pasa mucho tiempo entre el momento en que han dejado de sufrir y aquel en que se vuelven un poco mejores.
