martes, 27 de enero de 2009

LAS FAUCES DEL TIGRE


- ¿Entonces qué es exactamente lo que hace Hendley Associates?

- Reunimos información secreta y actuamos sobre la misma.

- Pero no forman parte del Gobierno- objetó Jack.

- Técnicamente no, no pertenecemos al Gobierno. Hacemos lo que hay que hacer cuando las instituciones gubernamentales no pueden ocuparse de ello.

- ¿Y con qué frecuencia ocurre eso?

- No mucha- respondió Hendley a la ligera- . Pero puede que cambie, o no, ahora mismo es difícil preverlo.

- ¿Cuántas veces...?

- No precisas saberlo- respondió Hendley con las cejas levantadas.

- Bien. ¿Qué sabe mi padre, el expresidente, sobre este lugar?

- Él fue quien me persuadió para que lo creara.

Y de pronto todo quedó claro. Hendley se había despedido de su carrera política para servir a su país de un modo que nunca recibiría ningún reconocimiento ni recompensa. Maldita sea. ¿Tenía su propio padre las agallas de hacer tal cosa?

- ¿Y si de algún modo surge algún problema...?

- En una caja de seguridad que pertenece a mi abogado particular hay un centenar de perdones presidenciales que cubren todos y cada uno de los actos ilegales que nos vemos obligados a realizar. Mi secretaria pone la fecha a los documentos firmados en blanco por tu padre una semana antes de abandonar la presidencia.


Tom Clancy

jueves, 8 de enero de 2009

UNA SOLU-SIÓN

Elegir una estrategia nunca significa, en sí misma, eludir un compromiso. Afrontar un problema enquistado que simplemente se ha convertido en metástasis de un pueblo desde siempre al borde de la aniquilación, no nos puede pillar desprevenidos.


Años llevamos viendo volar las piedras del odio y los cócteles tan poco digestivos y las inmolaciones de los terroristas urbanos como única salida para conservar su propia dignidad o la de otros que la inventaron para ellos. Pero es su credo.



Otros se inmolan a puro golpe de ladrillo contra los muros de las lamentaciones porque es su manera de lavar sus pecados.



Pero nunca olvidemos que cuanto más poderoso es el hombre, mayor es su pecado y su lamentación. Algunos deberían pelarse el cuero cabelludo nomás de las golpizas petrodividinales autoafligidas para ser perdonados.



Que si somos de aquí, si somos de otro lado, lo cantaba una vieja canción popular, cuando a las muchachas les apetecían más los extranjeros, sólo por pura curiosidad.



Pero cuando no te dejan ser ni de un lado ni del otro, y lo que te regalaron por el puto morro sufriente de millones de exterminados consanguíneos lo utilizas para construir un búnker y librarte de los miedos que tienes de quienes te rodean, eso nunca puede funcionar como es debido ni convertirse en canción.



Y si además utilizas sutilezas de contratos, asociaciones secretas y promesas de representación folklórica en el esperpento de la política, la vigilancia y el amiguismo incondicional con el Imperio, puede ser que estés cayendo, casi sin darte cuenta, aunque potencialmente armado hasta los dientes, en el juego de ese país que te lo regaló todo, excepto la amistad con tus vecinos, algo tan esencial para pasear por los parques y las avenidas al tibio calorcillo de un sol poniente o de la mano amiga que te invita al baño público o a la casa de té.



Pero nunca los tanques, pero nunca los muñones de extremidades arrancadas, pero nunca los niños llorando y las madres sufriendo porque jugábais en el parque a ver quién conseguía elevar los petardos a mayor altura.



Pero nunca los aviones invisibles que todo lo ven y los misiles dirigidos que siempre matan más de lo previsto.



Acá en España llevamos años de terrorismo, vamos para setenta, pero siempre se avisa, aunque a veces se haga tarde o alguien se dé un paseo o se jodió el reloj.



Si el estado español respondiera a esos actos con terrorismo de estado y bombardeando ciudades, jamás los grandes sultanes ni los patriarcas hebreos ni las gentes de letras y de artes provenientes de países árabes, islámicos o judíos pensarían siquiera en instalarse aquí, y bien que lo hacen. Se compran hermosas viviendas cuando no opulentos palacios en el mediterráneo para que sus familias vivan felices y a salvo al calorcillo del tibio mar. A pesar del terrorismo. A pesar de algunas bombitas que estallan persuasivas de vez en cuando como una queja profunda de la impotencia a que se ven sometidos algunos sectores políticos para que se escuche su voz.



Y es algo amargo y doloroso con lo que hemos aprendido a convivir.



Ustedes, después de tantos padecimientos, desgracias y aniquilaciones sistemáticas, deberían de estimar eso que les sucede como un juego de niños. De niños malos, por supuesto, que siempre merecerán una lección. Pero no responder a ello como una deflagración del odio que secularmente han ido acumulando hacia sus vecinos en su confundido corazón.



Y con todo mi dolor les propongo, porque sé que no es fácil para ningún pueblo abandonar su tierra, su tierra de estos últimos sesenta años, tampoco es para tanto, que se vayan a vivir a un lugar donde sean mejor recibidos y sus estancias y caprichosas ampliaciones de las mismas y más caprichosos aún levantamiento de muros, fronteras y demás perjuicios para la humanidad no afecten al común pasear, amar y trabajar de los habitantes que ustedes controlan como si realmente les pertenecieran y formaran parte de su tropa de más bajo nivel, sólo porque se consideren ustedes infelices como pueblo primero martirizado y ahora militarizado y en permanente estado de movilización. Deberían considerar, no obstante, que ellos han vivido, desde su llegada, paralizados constantemente por el terror. Y por sus frontreras.



Las amplias llanuras de Tejas y Ohio podrían convertirse en paraísos mucho más eficaces para alimentar a su pueblo e incluso para incrementar meritoriamente el producto nacional bruto de sus socios globalizados, esos mismos norteamericanos que en vez de venderles tanto armamento sofisticado les venderían la mejor maquinaria agrícola e industrial de todo el planeta.



Señores, pensándolo bien, ¿se imaginan la cantidad de problemas y holocaustos ajenos que se podrían evitar con tan sabia decisión?



Es muy posible que algún día no lejano, con cada quien y cada cual en su sitio, los tres grandes profetas se junten alrededor de una buena fogata y fumen, en la noche rojiza de algún relajado atardecer, la misteriosa pipa de la paz que los indios autóctonos imprimieron en nuestra memoria cinéfila popular un poco antes de que sus propios socios, esos del mercadillo bélico, los exterminaran casi por completo.



Salut y ablución