viernes, 29 de junio de 2007

BRASAS

BRASAS

...

De aquella gran hoguera

sólo las brasas quedan,

rescoldos que aunque tibios

animan la esperanza.

...

Alientan,con su leve latir,

viejos sueños tan nuevos

que carecen de edad.

...

Son los mismos que sufre

la nueva ola de hombres,

de libertarios ebrios

de cambio y novedades,

inspirados por símbolos

ya inscritos en la Historia.

hermann hesse dixit


Nuestra tarea como hombres: dentro de nuestra propia vida, irrepetible y personal, dar un paso adelante desde el animal al hombre.

jueves, 28 de junio de 2007

TIEMPO Y CAMINO

TIEMPO Y CAMINO

Sí, es verdad,

el hombre fue joven una vez,

yo lo vi,

colosal, resplandeciente

como un sol.

Caminaba sin medir

la estatura de sus pasos,

sus manos libres

dispuestas a estrecharse

en otras manos

y limpias como antes de Caín,

¿casi un milagro?...

Recuerdo un calendario despoblado

de fechas y de santos,

una historia descrita

por circunvalaciones de los astros,

un reloj sin agujas,

horizontales torres,

silentes campanarios

y un sendero muy ancho

por donde caminaba

sin prisa, sin codazos...

Sí, es verdad,

el hombre fue joven una vez,

yo lo vi,

aún no pesaba el tiempo:

era feliz.

-¡Utopía!¡utopía!

¡Sueño!¡sueño!...

Mentiras piadosas

de poeta plañidero.-

Feliz tú, que no sabes,

que no lo echas de menos.

damego dixit


Desde las grutas sagradas de la Imbecilidad, he ascendido hasta los laberintos desérticos de la Razón. Me he bañado en las turbulentas aguas de la Ideología y he dejado palpitar en mis sienes la impotencia de la Revolucíón. He desplegado mis alas sobre la nauseabunda monotonía del encuadre social para anidar en las gloriosas cumbres de la Individualidad. He volado, sí. Y me he perdido mil veces intentando hallar los huevos incubados por mi atroz ignorancia. Mas, ¿qué importa al fin? No existe mayor ignorancia que tener prisa para llegar a ninguna parte.


viernes, 22 de junio de 2007

damego dixit


"El sueño de la razón produce monstruos".
La razón de los sueños provoca tempestades.

MONOLOGO A TRAVES DEL ESPEJO


MONÓLOGO A TRAVÉS DEL ESPEJO



A veces escapando, escapando,


se nos escapa incluso la existencia.



Miraba sin ver la diana circular, herida por los dardos del jugador de turno. Bajo las tenues luces que coronaban la barra, su tez se veía pálida, apagada. Parecía un retrato que el artista no hubiera sabido concluir o no hubiera deseado hacerlo. Sólo sus ojos, de un brillo astral, iluminaban su rostro y animaban su pequeña y escuálida figura. No me extrañó percibir en él cierto aire ingrávido y ausente, como de estar situado en otro plano, a cientos de kilómetros del viejo sótano bien insonorizado que albergaba al bar. Me habían comentado días atrás que llevaba meses enganchado. Y también dónde podía encontrarlo esa noche de sábado. Una vieja amistad me empujó a acercarme y rasgar el sutil velo de su ausencia.


-¿Qué tal, Riqui?


Se quedó sorprendido, observándome perplejo, tratando de encontrar en su cabeza el interruptor que lo devolviera al suelo. Pasaron unos segundos, pero al fin su boca se curvó en una amplia sonrisa. Posó su mano sobre mi hombro a modo de saludo.


-¿Qué tal, colega?, hacía tiempo…


-Un año más o menos, desde el concierto de Bowie, ¿recuerdas?... Bueno, Riqui, ¿cómo lo llevas?


-Sí, sí, ya me acuerdo. Una buena charla, ¿verdad?. Bien, bien… y apareces ahora por aquí… supongo que habrás oído algo… Bien, bien…oye, Luis, ¿por qué no pillamos una mesa y nos comemos un poco la cabeza, como en los mejores tiempos? Qué cabronazo, cada vez que nos vemos me pasa lo mismo. Debes tener cara de cura. O de purgante, je , je, je. Venga, allí veo una libre.


Cogimos los vasos y nos sentamos en un rincón, bajo uno de los bafles que atronaban buenas canciones rockeras de los setenta. La música alta y las conversaciones de la gente formaban una barrera casi infranqueable, pero me sentía a gusto en aquel ambiente surgido de los residuos de la noche, a esas horas en que las imperantes legiones de la superficie reclaman el silencio o incluso, los más madrugadores, comienzan su turno laboral o sacan a mear al perro. De todas formas logramos imponer nuestras voces y entendernos.


-Bueno, colega, algo te habrán contado, ¿por qué no empezamos por ahí?


-Claro que me han contado, pero prefiero escucharte a ti. Hay unas cuantas historias que no me cuadran bien, mucho tendrías que haber cambiado. Al principio ni siquiera podía creer que te hubieras liado con eso, pero hace unos días me encontré con Sara y… joder, la pobre está hecha polvo. Me dijo que lo estás mandando todo a la mierda: ella, el chaval, el curro… que vives para el vicio y sólo vas por casa a dormir, y no siempre. Que parece como si quisieras suicidarte.


Al bajar la mirada habría parecido avergonzado, pero enseguida comprendí que en realidad estaba pensando, tratando de ordenar sus ideas en busca de una explicación tan rotunda como sincera, en eso sí que no había cambiado, al menos todavía. Disfrutaba metiéndose en profundidades, buscando la esencia misma de las cosas, al menos conmigo, con ese amigo íntimo que desde la infancia había compartido con él poemas, inquietudes y mutuas rarezas.


A su cuerpo sin gracia, le regaló la vida una mente brillante. No obstante, a pesar de poseer cierto magnetismo, siempre se sintió vulnerable, en especial con las mujeres, y creció como un muchacho tímido y retraído. A decir verdad, que yo sepa sólo intimaba conmigo. Nunca le conocí otro amigo íntimo. Ni una novia, hasta que a su regreso del servicio militar, el cual nos había separado durante largo tiempo, me presentó un día a Sara, con quien se había casado en Almería, nada más terminar la mili.


Por fin pareció salir de su letargo, levantó su cabeza y comenzó a hablar, no sin antes sonreir y señalar con complicidad los altavoces que en ese momento comenzaban a vibrar bajo los acordes de Led Zeppelin y su Escalera al cielo.


-Mira, Luis, ya sabes que siempre he sido carne de cañón. Y que esos cañones tienen nombre, pero ninguno de ellos se llama suicidio. Tampoco he tenido nunca graves problemas con las drogas, tú lo sabes. Fumé costo durante más de cinco años y lo dejé en cuanto me lo pidió Sara. La verdad es que ya no me sentaba igual y a veces me ponía un poco sicótico. Y sabes también que el caballo siempre representó para nosotros el lado más oscuro y patético de todo aquello. Una especie de grosería que uno le hace a su cuerpo. Nos sentíamos orgullosos de no haber probado otra cosa que nuestros inocentes y durante un tiempo “revolucionarios” porretes. Nos reíamos de quienes advertían que eran el umbral para acceder a todo lo demás. Nunca fue así, aún me sigo riendo. No es tan simple la cosa. Tampoco es fácil de explicar, pero voy a intentarlo.


Mi combustible es una mezcla, mitad curiosidad, mitad rechazo de la monotonía. El primero me exige buscar nuevos caminos; el segundo me hace aborrecer al poco tiempo lo que encuentro gracias al primero. La inercia, la comodidad y la pereza hacen de contrapeso; pero también de lastre. Cada vez es más fuerte el deseo de soltarlo y dejar que se vaya al fondo.


De la misma manera que no encuentras siempre todo lo que buscas, tampoco te desprendes de todo lo que hayas, y algunas cosas se te enganchan a la piel y te la hacen girones, mientras sigues girando en esta noria que llamamos sociedad. Giras y giras y terminas despellejado, desorientado y sin saber ni quién eres ni qué coño haces aquí. Ni siquiera sabes si aún sigues girando o en realidad llevas parado media vida. Una mañana, al despertar, posiblemente aún sumido en el recuerdo de un mal sueño, te das cuenta de que éste es el estado en que te encuentras: totalmente parado, medio muerto. Y entonces tratas de apurar la media que te queda, ese trozo de vida que quizá no sea tarde para que te pertenezca por completo. Sueltas por fin el lastre y pretendes vivirla con tal intensidad, que cuanto te retiene te estorba y te da náuseas.


Hizo una pausa, me miró fijamente a los ojos, como si intentara encontrar su propio reflejo en mis pupilas. Supongo que buscaba también mi comprensión, mi asentimiento. Afirmé con la cabeza, a la vez que cerraba mis párpados sin poder evitarlo. Él continuó.


-Es duro, colega, es muy duro ver pasar la vida como mero espectador de la quimera: la tía más buena, el chalet más lujoso, el yate más ligero, el deportivo más alucinante, el ordenador más rápido, el último modelito para tu nena, el riñón mejor conservado, la mierda menos hedionda… todo se lo llevan ante tus narices, mientras sigues pensando qué haces aquí, en medio de todo este mercado multicolor y fascinante tras el escaparate, cobrando un sueldo que apenas te permite pagar el alquiler, intentando venderle una camisa, o una corbatilla, al primer capullo que aparece por la tienda.


Frustración, colega, se llama frustración. ¡Estoy hasta los huevos de deslizarme por el puto tobogán…! Siempre el mismo paisaje alrededor, las mismas caras esculpidas en figuras de cera, cuerpos cruzándose sin verse, enmudecidos, ansiosos por llegar los primeros y conseguir su premio.


Si al menos Sara pudiera comprenderme… Resulta curioso que tras nueve años juntos continuemos siendo dos extraños. ¡No la conozco, Luis, no nos conocemos en absoluto…! Creo que si fueran cincuenta sería lo mismo. Al principio me esforcé un montón en intentar abrir un canal de comunicación para transmitirle mis ideas, mis inquietudes. Pensaba que era imprescindible para lograr una relación más profunda y armoniosa. Creo que ella también lo intentó, pero estábamos en planos muy alejados, a diferentes alturas. Fue demasiado perezosa para alcanzarme. O yo demasiado vanidoso para bajar. De cualquier modo, no pudo ser. Enseguida se centró todo en el sexo, la casa, las cosas… más tarde Pedrín, su mejor juguete, más casa, más cosas, perdimos el escaso contacto con unos pocos amigos… Nos hemos distanciado sin darnos cuenta, hasta casi perdernos de vista.


Se quedó pensativo, mirándome sin verme, intentando recordar un rostro perdido en algún punto del camino. Sentí su soledad, su desesperación, como una mordedura. No supe qué decir, pero me sorprendí gritándole con rabia, casi por encima de la música.


-¡Salta del tobogán, Riqui, estás hundiéndote en la mierda y ya te llega al cuello! Si necesitas dejar el curro, pues lo dejas, ya encontrarás otro. Si necesitas dejarla a ella, pues déjala, otras habrá para intentarlo con mejor fortuna. ¡Rehaz tu vida! ¡Cambia de escenario! ¡Pero deja también esa puta mierda que te está aniquilando…!


-¡Maldita sea…! Hace unos años todo hubiera sido más fácil, Luis. Ahora ya no sé ni quién soy. No me reconozco, no veo una salida. Te equivocas si piensas que estoy tan enganchado. Simplemente no quiero dejarlo. Es tan hermoso dejar que sus alas blancas te eleven por encima de toda esta basura. Estoy cansado, cansado de nadar contracorriente. ¿Quieres que me convierta en algún ejecutivo de esos que se dejan la piel por el dinero? ¿Que me ponga a escalar la cima del poder y empiece a pisar huevos y cabezas de los que van quedando atrás? ¿Para que no me los pisen a mí? ¿Es esa la elección, cazador o cazado, oveja o lobo, depredador o devorado? Estoy fuera de juego, Luis, prefiero sentarme en un parque y contemplar cómo cambia la luz de la tarde, cómo llega la noche, cómo cambia el paisaje a voluntad, al ritmo de la aguja bombeando polvillo mágico en mis venas. Me ayuda a soportarlo. ¡Sí, joder, no me mires así, sin él ya me habría vuelto loco!


De repente comprendí que tenía totalmente asumido el deseo de volatilizarse y desaparecer. Intenté darle una bofetada de realidad para hacerle despertar de su pesadilla, pero quizá no fue lo mejor.


-Bien, Riqui, aceptemos que has encontrado el remedio que calma tu ansiedad, que incluso justifica de alguna manera tu nueva existencia; un nuevo credo que restaura tu fe perdida y te permite acercarte a ti mismo, mirarte en el espejo sin sentir el vacío, la inconsistencia de tu propio ser. Pero ese supuesto remedio, a cambio, te priva de voluntad para encontrar otros caminos, se instala en tu cuerpo y crece de manera imparable y egoísta, como un enorme parásito que cada día necesita más alimento. ¿Qué harás cuando se te acabe el poco dinero ahorrado y Sara ya no pueda darte nada y acabes de esquilmar a los pocos amigos y conocidos que aún te saludan? ¿Robar una farmacia? ¿Pegarle el palo a una viejecita? ¿Implorar que te laven tu mierda y te tiendan al sol…?


Callé. Su cara estaba roja de ira. Los ojos se le salían de sus órbitas, como si su mirada astral buscara otra galaxia. Me estaba mirando con odio. Jamás le había visto así. Me eché hacia atrás mientras él levantaba los puños, pero todo quedó en un gesto grotesco. Al intentar hablar no fue capaz. Sus palabras groseras, espesas, quedaron atrapadas a tiempo en su garganta. Los puños cayeron lentamente, abatidos, sobre la mesa. Su cabeza se posó sobre ellos. Entre sollozos, forzó una despedida.


-Vete, Luis, no has comprendido nada: tan sólo pretendía escucharme a mí mismo, oírmelo decir. Ya es tarde para apoyarme en algo o en alguien que esté fuera de mí. No necesito jueces ni sicólogos… Vete, por favor.


Me sentía francamente mal. Tenía la impresión de haber defraudado su amistad, o disparado al aire su último cartucho. Me pregunté cómo podría hacerlo mejor, pero por más vueltas que le di no hallé repuesta. Terminé convencido de que él tenía razón: nada fuera de él podía cambiarle. No existía más diálogo que el que había establecido entre su mente y su cuerpo, ni otro estímulo que el transmitido por éste, a través de sus venas, hasta los laberintos de su mente cautiva y torturada.


Le deseé suerte, pagué las cañas y salí del bar con la sensación de abandonar el escenario de un teatro, donde un autor demente había creado un personaje de otro mundo, un mundo embrutecido e inhumano, dentro de ese que dormía apaciblemente, o comenzaba el trabajo un día más, con personas inmunes o indiferentes a la gran tragedia humana que significa la vida para algunos de sus vecinos.


La soledad me abrazó mientras vagaba por las calles casi desiertas, cobijado por la penumbra de un amanecer indeciso donde ya se habían apagado las farolas. Me pregunté si habría otros, tras los herméticos ventanales de silencio, que sintieran la vida como él y aun desde su cómoda existencia adormecida fueran capaces de comprender al personaje, e incluso hallar un gesto heroico en la elección de su destino.




jueves, 21 de junio de 2007

hermann hesse dixit


Los pueblos son todos igualmente estúpidos, no hay diferencia. Depende de los individuos, no del sistema, el que se haga lo justo o lo estúpido y malo.

MARIPOSA EN TU FLOR

MARIPOSA EN TU FLOR

...

Subiré por las tibias

columnas de tus muslos

hasta alcanzar tu centro,

mariposa en tu flor,

y libaré tu néctar

hasta que exhausta ruegues

mis brazos en tu abrazo,

tu corola y mi estambre

penetrándose al son

de esa canción antigua

que nombramos amor.

Y enredado en tu cuerpo,

unidos los ombligos

cual mundos convergentes,

por tu vía láctea

subiré hasta tus pechos

para beber tu sal,

mi sagrado alimento,

morderé de tu éxtasis

los pezones erectos

y seguiré subiendo,

mi mirada en tus ojos,

mi saliva en tus besos,

el amor nos da alas,

llegaremos al cielo,

héroes de algún olimpo,

hijos del dios Deseo

arrojados al mundo,

tú Afrodita y yo Eros.

miércoles, 20 de junio de 2007

damego dixit


Hay un tiempo para las rosas y otro para las espinas. La sabiduría del guerrero consiste en elegir bien las armas que precisa cada tiempo.

Ausencias 12


VACÍO


...


Vacío, sin nada que decir ni que decirte, sigo pensando en ti a la caída de la tarde, cuando agoniza el día y tú no estás. Un nuevo día fraguado a golpes de ausencia y de silencio. Mi soledad me salva: ya no espero.


Esperar es un verbo transitivo. Nos enseñaron a amarlo como un mensaje bíblico. Nos dijeron que lo importante es el futuro, que el presente no es más que la antesala de la vida, del destino, de lo maravilloso por llegar. Nos pasamos la vida esperando un gran amor, otra vida mejor, morir con dignidad.


Tú has reunido los tres en mi presente: soñar contigo, vivir sin ti, morir cada segundo. Eres presente. No hay esperanza en ti sino presencia muerta latiendo en cada instante de mi vida. Tu ausencia es una parte viva de mi existencia. Y me incompleta.


Únicamente la soledad me salva: saberme en un presente donde sólo yo existo, invulnerable a tu tiempo, a nuestro futuro, al dolor de la ausencia. Pero sigo pensando en ti cuando agoniza el día, aunque ya no te espere, aunque ya no me quede nada que decir ni que decirte. Vacío.


martes, 19 de junio de 2007

hermann hesse dixit




Según mi experiencia, sólo se dejan llamar y agudizar aquellas conciencias que de todos modos ya estaban alerta.

PAJAROS REDONDOS

PÁJAROS REDONDOS

...

Un aleteo salvaje

de pájaros redondos

volándote en el pecho.

Una fosforescencia

de peces de colores

nadando en tus orillas...

...

Es el amor, mi amor,

que en ti prende y espiga.

Florecerá tu trigo,

será pan de mis días

y en cada primavera

brotarán más semillas

que se tornarán pájaros

aleteando en tu vida.

...

Eres la propia esencia

del amor que en ti anida,

sin ti el amor sería

un páramo desierto

al fondo de los días.

...

En ti confluye el mar

con la arena y el viento,

el nexo entre dos mundos,

todos los elementos

que alimentan los pájaros

redondos de tu pecho

que en ti encuentran su nido

y en mí encienden el fuego.

hermann hesse dixit


El razonable racionaliza el mundo y lo violenta. Propende continuamente a una seriedad feroz. Es educador.

lunes, 18 de junio de 2007

MARYNADA




MARYNADA







A ese mar, a veces cuna, a veces sepulcro, portador de latidos y estertores que navegan sus olas regidos por los dioses de algún sueño lunar.





Tendido sobre la roca, escucho el rumor de las olas contra su costado y dejo crecer en mí la melancolía al compás de su incesante canto. Adormecido, siento penetrar a través de mi piel el calor y la brisa salobre de esta tarde de agosto. El sol se mece ya en el manto marino y pinta destellos ardientes sobre el fondo plata. Al evocar su caída, una sombra vela mi rostro y me arrastra al recuerdo, a un pasado que ahora se me hace cercano, pero que durante un tiempo me pareció un futuro insondable, bajo el influjo de esa edad que te impone crecer y explorar universos a una velocidad vertiginosa.





En las tenebrosas noches de invierno, cuando el viento arrojaba espumarajos de mar sobre el cristal de las ventanas y aullaba enloquecido como queriendo penetrar en mi cuarto, me cubría por completo bajo las mantas buscando protección. Imaginaba esa espuma navegando la cresta de enormes olas saltando el espigón, traspasando como húmedos fantasmas las barreras de los hombres. Y recordaba nuevamente a mi madre llorando en el crepúsculo bajo la densa lluvia, con la mirada perdida en la bocana del puerto, esperando con otras mujeres a unos maridos que jamás regresaron.



Mi padre era grande y fuerte como un oso. Me arrojaba al aire y me recogía con una sola mano. Yo le decía a mi madre, mamá, no llores, seguro que vencerá al mar, enseguida vendrá. Lo esperé muchos días y pregunté por él a muchos pescadores. Unos giraban la cabeza para evitar mis ojos, otros culpaban a dios y aseguraban que se lo había llevado a un lugar maravilloso, donde seguía pescando a salvo de las olas.



Yo, cada tarde, esperaba su barca. Y veía el sol ponerse cada tarde, hundirse lentamente en las profundas aguas. Me preguntaba si saldría de nuevo en la mañana. Y siempre regresaba, aun tras aquellas noches tempestuosas en que las olas quebraban como juncos los cuerpos y los sueños de hombres colosales. Sí, había algo más fuerte que el mar: el propio sol.



Luego asomaba la cabeza y miraba al abuelo, o mejor dicho, notaba su presencia en la penumbra de la habitación, a veces iluminada súbitamente por un rayo. Su cuerpo escuálido bajo las mantas de la cama adyacente, su barba blanca y sus ojos vibrantes, quizás abiertos como tantas noches, y me tranquilizaba.



A veces, cuando la noche estaba en calma, se levantaba y pasaba un largo rato mirando al mar a través de la ventana. Yo me hacía el dormido y le escuchaba murmurar entre dientes, e incluso maldecir de vez en cuando. Cuando regresaba a la cama veía resbalar por sus mejillas los reflejos de las luces del puerto.



- ¿Por qué lloras, abuelo?- le pregunté en una ocasión.



- ¿Todavía estás despierto, Pablito?. Mañana es día de escuela. Si no te duermes pronto, no harás bien las tareas.



- Es que no tengo sueño. ¿Te duele algo…?



- No, Pablito, no es un dolor corriente, tú no lo entenderías.



- ¿Es por mi papá?



- Por el tuyo y por el de tantos niños… Incluso por él. Se le ve tan hermoso desde aquí, reflejando la luna, meciéndola en su seno. Nos alimenta como una segunda madre. Cuida de nosotros, pero a veces se cobra sus favores, como un dios cruel, inmolando a sus siervos. Le ames o le odies, tan sólo te demuestra indiferencia, tan sólo su poder es su respuesta, el poder de la vida y de la muerte. A su lado, apenas somos algo. Sobre sus aguas, nada somos.



La imagen que tenía de mi abuelo había sido la de un anciano débil e indefenso. Al oírle hablar aquella noche de poder y de muerte, pensé de repente que hubo un tiempo en que su fuerza sería comparable a la del propio sol, pues día tras día, en su incesante lucha con el mar, había conseguido amanecer de nuevo.





Ahora, perdida la inocencia, ya no veo a los hombres como soles. Tampoco como siervos. Veo grandes pesqueros saqueando sistemáticamente los mares; petroleros, portaaviones, trasatlánticos, abriendo enormes surcos sobre su piel sangrante, depositando heces en sus aguas cada vez más hediondas, saturadas de miseria por esta humanidad que lo está convirtiendo lentamente en cloaca. Veo a los hombres cebarse en su agonía, impasibles, preocupados tan sólo por la merma constante de sus beneficios. Y lo veo a él, malherido, devolviéndole al viento los gritos de los muertos, vengándose con furiosas galernas que parten por el medio los monstruos acerados.



También me veo a mí, amándolo y odiándolo al unísono. Él, precisamente él, ha llegado a ser mi más fiel compañero, bálsamo para mi desamor y cómplice de mis más secretos sueños. Él, que una vez fue el origen de mi más amargo desconsuelo.



Cual media naranja, el sol agoniza tras la limpia línea del horizonte, anunciando la proximidad de la noche. Me incorporo. Una lágrima se estrella contra la roca agreste. Cuántas harían falta para transformarla en suave arena. Aproximo la barca y subo a ella. Remo despacio, la mirada fija en la pequeña isla, deseando retenerla en mi memoria. A ella y al mar que la rodea, la abraza, la penetra y fecunda.



Pesa sobre mí la tristeza de una despedida. ¿Qué será de mí perdido entre desiertos, privado de tus aguas y tu canto? ¿A quién le importarán mis desventuras, mis sueños, con quién compartiré mis inquietudes? No habrá oasis capaz de sumirte en el olvido. Un día volveré. Si hoy me alejo de ti para estudiar, estudiaré la forma de volver a tu encuentro, de salvarte si puedo. Cada puesta de sol me exigirá el regreso.



El paisaje se va difuminando. El sol es una línea roja. Tras de mí puedo ver las pálidas luces del puerto, ya encendidas, formar otro horizonte que me llevará hacia un mundo imprevisible y hostil, desconocido. Quisiera girar mi barca y seguir al otro, volver de nuevo al día y a la luz, pero un miedo frío y húmedo, como de cuerpo ahogado, me impide variar el rumbo.



viernes, 15 de junio de 2007

hermann hesse dixit


Lo que intenta conseguir el sabio mediante la renuncia a toda acción, siguiendo una actitud contemplativa: la superación del tiempo; es lo mismo que intenta conseguir el artista por el camino contrario, mediante la plasmación y la inmortalización de su obra.

DEL AMOR Y OTROS LUGARES II

DEL AMOR Y OTROS LUGARES II

...

Saber donde arribar,

Reconstruir el paisaje,

Las figuras, las luces

Desdibujadas por el tiempo

Y el implacable olvido.

Saber, también,

Que siempre el mismo puerto

Y la figura humana

Y las luces del alba

Bajo un único Sol.

El fuego que me abrasa,

Como de sol naciente,

Ilumina mis noches

De vegetal herido.

Respiro por tus poros,

Verdes de clorofila,

Las húmedas raíces

De tu extenso vergel.

Arde la selva y muero

Aspirando tu aroma,

Prendido en tus pupilas,

Deseando renacer…

En qué momento el sol erró su hora

O la tierra dio un giro inesperado

Nunca sabremos con certeza, amor,

Ni qué rara conjunción de astros

O cataclismo lunar a la deriva

Provocó tan peculiar cosmografía…

Sólo sabemos que marcó nuestras vidas

Aquella medianoche, amor, de amanecida.

Sin ti no existe el tiempo,

Eres el centro de todas las edades,

Inicio, plenitud, desolación.

Giran en torno a ti las estaciones,

Desde la primavera de fragantes olores

Hasta la rancia mortaja del invierno

Y en ti nacen y mueren los planetas,

Los mundos que en tus manos

Sueñan la posibilidad de su existencia.

Sin ti no existe el tiempo

Porque tú eres el tiempo,

La sustancia, el colosal soporte

De aquellos que alcanzamos a pensarlo.

Y allá en el centro de la tierra,

Donde la semilla es también brasa

Y germina en la luz,

Levantaremos nuestro nido

Con la materia de nuestros propios sueños,

Abiertos a la vida, incendiados de amor,

En permanente erupción

Que hará palidecer al firmamento.

¡¡Oye mi desbocado corazón

Gritar tu nombre al aire…!!

Plenitud de mis sentidos

En el marasmo tibio de tu piel.

Siento tu alma navegar mis silencios

Y tus pliegues latir al calor

De mi voz y de mis manos

Que ávidas recorren

La vertiginosa geografía de tu cuerpo.

Me siento vivo en ti

Y la alegría de vivir y de vivirte

Me lleva al aire y recorro contigo,

Como en vuelo de sombras,

Las estancias vacías por tu ausencia.

Vuelo alto al sol del mediodía,

Sentir que sin ti apenas aleteo,

Esperar por tus alas

Donde hayan de llevarnos

En busca de la luz,

Mi Venus migratoria,

Sin ti no existe nido,

La escarcha del invierno

En las últimas hojas…

Me encanta la manera

Que tienes de mirarme,

De abrazar mis silencios,

De nutrirme de sueños…

Alimento de un alma

Que vaga a la deriva,

Tus brazos me enraízan

Al fondo de la vida,

Tus ojos iluminan

El paso de mis días,

Encantadora Bea,

Mi encantadora amiga.

Cogidos de la mano y sin asombro

Veremos las noticias de la tarde,

El mundo está al revés:

Ya no amanece a la hora señalada,

Las horas avanzan en la sombra

Aguardando la noche luminosa,

El sol abandonó los mediodías

Y nos sorprende en su caída,

En el oriente,

Entrelazados en un sueño lunar.

Parece que fue ayer

Que te di el primer beso

Como quien da una flor.

A ti se te cayó el sudario

Sobre los pies desnudos

Y me ofreciste tu jardín.

La primavera

Llamaba ya a las puertas

De todos los amantes

Y en cada árbol un nido

Se encaramaba a la esperanza.

Tras un verano intenso

Este otoño que acaba

Nos trae las manos llenas.

Puede que no haya invierno

Y este calor de abrazo

Que asomó a nuestros ojos

Sea otra primavera…

Un extenso jardín,

Amanecer en tu corola abierta

Abrazado a tu tallo

Y sentir la emoción de los días

Que habremos de seguir

Compartiendo nuestra respiración,

Alentando el sueño de sentirnos

Savia y humus del uno para el otro,

Alimentándonos en simbiosis salvaje

Más allá de las leyes de los hombres,

A menudo al otro lado del espejo.

Mi avión en llamas,

Con mi paracaídas de ternura

Saltaré sobre el tejado rojo

Que cubre tu morada

Y allanaré tu piel

En círculos concéntricos

Protegido del sol arrasador

Que incendia mi destino y lo devora.

Como el cauce de un río

De aguas serenas unas veces

Y turbulentas otras

Será el camino

Que juntos iniciemos:

Vida que fluye inevitable

Fertilizando las riberas

Hacia el mar de nuestras ilusiones.