martes, 12 de junio de 2007

ENSAYO CREPUSCULAR


ENSAYO CREPUSCULAR




De tanto golpear esta tierra, parece que me ha ido abandonando. Los viejos cimientos asoman ya en algunas zonas bajo esta luz mortecina que apenas ilumina mis manos cansadas, cansadas de aferrarse a un sueño desnudo. Mas sólo aquí recobran su vigor y mi esperanza, al compás de la azada.


Vale la pena vivir esta agonía con tal de ver una vez más germinar las semillas, asomarse tímidos los brotes, levantarse los tallos y aparecer finalmente las flores. Cuando flaquean mis fuerzas y mi alma desfallece de dolor y ausencia, pienso en ellas: su color, su fragancia, su belleza… Mis arrugas se estiran en un sublime acorde y canto, canto a gritos la canción del trabajo.


Trabajo, primavera, semilla, flor. Qué gratos recuerdos conservo del abuelo, de aquello que me enseñó a escondidas. Y qué alentador es recordar su voz, su rostro, su mirada inquieta. Gracias a ello soporto mi memoria y me dejo arrastrar por su delirio en las noches de duda y desamor, cuando la muerte acecha en la esquina de la casa vacía y el viento aúlla canciones al silencio.


Mi vida, lo que queda de ella, es puro anhelo. Mi fuerza, la esperanza. Esperar una nueva primavera. Anhelar que ellas nazcan de nuevo. Algunas no lo logran. Hay tan poca luz aquí abajo que apenas escapan a la noche. ¿Cómo podría ser de otra manera si vivo entre tinieblas?


¿Qué es esto? ¿Habré tocado fondo? ¿Me habrá la tierra abandonado al fin a la soledad de mi destino?... Sin embargo, este sonido metálico…No, no es hormigón… ¡Por todos los muertos, si es un cofre! ¿Qué extraño tesoro anidó quizá siglos bajo mi jardín? ¿Acaso será él abono de mis plantas? ¿O espía de mis locas pasiones terrenales, de mi marginal y rebelde gusto por la vida?


Abrámoslo pues y salgamos de dudas… ¡No puede ser! ¡Un libro! ¡Como aquel que ocultaba el abuelo en su baúl!... Al final cumplieron aliviados su deseo de enterrarlo con él. No me importó porque ya me lo sabía de memoria.


Nadie le comprendía. Siempre gritándole al pobre viejo: ¡Deja en paz al niño! ¡No nos crees problemas! ¡Bastante desgracia supone tenerlo!... Pero él se hacía el sordo. Siempre encontrábamos algún nuevo rincón donde no nos sorprendieran mientras me lo leía o me contaba historias de otros mundos.


“Resultaría complejo analizar las causas por las que el hombre se está acercando al final del milenio despojado de un mínimo compromiso -ético o estético- con planteamientos históricos –más o menos utópicos pero que fueron pilares ideológicos en su momento- referentes al Amor en las relaciones humanas…” Todavía lo conservo intacto en mi memoria: son tan pocas las cosas que la pueblan. Con él me enseñó a leer. Lo guardaba como su más preciada joya. Tan sólo lo sacaba del baúl para mí. O en alguna celebración especial, como el “Gran Día de la Cultura Quemada” o el de “La Sagrada Abolición del Nacimiento”. Entonces lo abría por una página cualquiera y lo tendía en el suelo, frente a él. Así pasaba muchas horas meditando. Un líquido brotaba a veces de sus ojos cansados y enturbiaba su cálida mirada. Yo le observaba, entre sorprendido y asustado. Una vez le pregunté qué era aquello.


-Son ríos de vida. Hubo un tiempo en que los hombres lloraban y la tierra era fértil regada por sus lágrimas. Los frutos eran sabrosos y abundantes, pues ella les pagaba tributo a cambio de su amor y su trabajo. Cuando los hombres dejaron de amar y trabajar, cesó su llanto. Entonces la tierra se secó y la vida se convirtió en el eco de su vanidad y de sus miedos, estériles sombras que adoran a la muerte. Renunciaron a la tristeza y al dolor. Sin referencia alguna, pronto perdieron el sentido del placer y la alegría. Sin horizontes para sí mismo, el hombre se refugió en la creación de máquinas cada vez más perfectas, que vivieran por él…


-Abuelo, enséñame a llorar.


-Algún día, cuando comprendas todo, las lágrimas brotarán por sí solas. No se enseña a llorar: se llora simplemente.


Como de una ubre mamé de sus palabras. Con qué fuerza las sentía penetrar en los oscuros recovecos de mi mente, iluminando poco a poco mi ignorancia. Recuerdo especialmente -cómo podría olvidarlo- la última conversación con él, poco antes de morir. Me miró fijamente a los ojos; pero su mirada iba más lejos, como si me traspasara.


-Eres el último eslabón del hombre con la tierra. Después de ti no quedarán más que androides metálicos condenados a vagar eternamente sobre las heces de sus dioses. Sufrirás más aún de lo que yo he sufrido, porque estarás solo para hacerlo; pero si vives en armonía con la tierra, ella será tu bálsamo antes de ser tu sepultura. Toma estas semillas y siémbralas en primavera. En el sótano hallarás un rincón con tierra bajo las placas que forman el suelo. Es buena, no está contaminada. Tus semillas crecerán y darán bellas flores que a su vez te ofrecerán simiente para las próximas.


El libro me lo llevo. Tú lo tienes grabado en tu memoria y no lo necesitas. Para mí será un fiel compañero en este viaje final. Me dará calor cuando la sangre deje de recorrer mis venas. Y el valor suficiente para desprenderme de mi cuerpo y remontarme a las estrellas. Apagaré una cada noche con mis lágrimas, derramadas por ti para mitigar tus penas. Tú, a cambio, redimirás la culpa de los hombres ofreciendo a la tierra el trabajo de tus manos y el amor de tus sueños.


Y ahora vete. La muerte acecha y he de reconciliarme con ella. No la temo, mas siempre ha sido mi enemiga.


No comprendí del todo sus palabras, pero salí del cuarto con aquellas bolitas en la mano y la certeza de que formaban parte de mi propio ser. Ya entonces intuí que un universo diminuto anidaba en ellas y me pertenecía.


Ahora poseo también un libro, como él… ¿De qué tratará éste? Es mucho más pequeño, pero quizá cuente cosas tan interesantes como aquél. Curioso título: “Poesía Crepuscular. Ensayo musical del Magister Ludi David Knecht para una posible incorporación del mismo al muy docto y muy sacro Juego de los Abalorios. Año 2407 de la Era General Cristiana. En el 9º Año Nuriano del Advenimiento del Tercer Reino del Espíritu.”





SUEÑA



Cansado de morir, tan sólo muere


Cansado de soñar, tan sólo sueña


Sueña que morir ya no es su vida


Y que al compás de un reloj


En su monótono viaje circular


Sus días ya no giran


Sueña que el mundo es algo más


Que una tumba de asfalto y hormigón


Donde potentes luces de colores


Anuncian en la noche placeres numerados


A cambio de sordas frustraciones


Sueña que el hombre ya no es el eslabón


Perdido de la cadena existencial


Que ya no sufre de sí mismo


Ni repudia sus sentidos


Que ya no sacrifica su vida y su deidad


En aras de un mecánico destino


Trazado por esbirros de la diosa Cracia


En noches de oscura soledad


Después que las luces de la razón


Se disiparan en la locura Tecno


Sueña que soñando ilumina un mundo nuevo


En un firmamento sin estrellas


Sueña, al fin, porque soñar es necesario


Y soñando, quizá un día la vida sea sueño.




DESPIERTA, HOMBRE




Despierta, hombre


Porque el sol se desvanece


Bajo la larga noche


Que cubre ya riberas y sabanas


Los dioses de barro


Construyen ahora sus tronos


Sobre nidos de paja electrolítica


Y las sirenas cantan en un mar espérmico


Entre aromas de celuloide rancio


Y olas de polvo radiactivo


Disfrazadas de dama de la noche


Levanta tu cabeza y míralos


Quizá logres ver en sus ojos


El sentido del tiempo


Marcado por agujas de miseria


Quizá puedas sentir su fría sombra


Ocultándote el sol


Dirigiendo tus pasos sin camino


Tu destino ya escrito


Rompe los silencios


Rasga la densa niebla


Que arropa tu existencia


Empuña la antorcha de tu ancestro


Y desencaja con un grito tus mandíbulas


Borra de tu faz esa estúpida sonrisa de payaso


Tras ella sólo escondes ansiedad y tristeza


Y miedo a volar libre


Sin alas de metal


Sin brújula ni guía que señale tu sino.




YA




Ya hombre es sinónimo de isla


Pero no de isla fértil


Que la lluvia hace florecer y el amor puebla


Sino de isla desierta y estéril como piedra


Sobrevolada por fantasmas que navegaron


Como eclipses sobre sus arboledas


Sólo la noche tiene por compañera


Sólo el rumor de metálicas alas


Rasga el silencio de su manto de niebla


Ya no hay valor ni esencia


Ni principios ni metas


Sólo la soledad ocupa aquellos huecos


Que dejara vacantes una nueva cultura


Sólo el vértigo queda a su paso


Devastador e inexorable


El vértigo de su aceleración


Y el vacío creado en ese espacio


Un vacío abismal que se nutre de almas


Y vomita sus sombras


Ya todo es irreal


Inasible a las manos sedientas


Flotando en el vacío sin ida ni retorno


Roto el cordón umbilical


Que nos unía a la tierra


Tan solo cabe esperar


La explosión que nos transforme en supernova


Estrella que aglutine e irradie nuestros sueños


Ahora dispersos vanamente por el Cosmos.




DESOLACIÓN




Navegando entre fríos sueños


Me perdí en la noche futura


Contemplé horrorizado


La evolución de las Máquinas Sagradas


Vi la sangre creadora


Recorrer laberintos de silicio


Fría como su acero


La mirada de las máquinas


Se posaba recelosa sobre los ahora siervos


Que primero les dieron la existencia


Conocedoras de su odio


Muy pronto su perfección y autonomía


Les permitiría prescindir de ellos


Del aire, de la Vida





¡Por todos los muertos…! De modo que así fue como ocurrió… ¡¿Cómo es posible que nadie le escuchara...?! Seguramente nunca consiguió introducirlo en ese Juego. Quizá ya en aquel tiempo controlaban la educación y manipulaban las mentes de la gente para adaptarlas al Sistema. Es posible que siempre hayan instruido al hombre para ser útil y leal a los Gobernantes. Tal vez siempre hayamos caminado a ciegas, de la mano de algún guía interesado, y tan sólo unos pocos hayan sido capaces de percibir la luz de otro horizonte, como el Magister, como mi abuelo, como yo quizá…


Aunque lucharan por salir de la oscuridad, habrían sido incapaces de iluminar el camino de otros. Serían apenas un puntito de luz, pálido y diminuto, invisible casi entre los potentes focos multicolores de la diosa Cracia.


Ahora lo veo claro: se convencieron unos a otros de transformar en viva la materia muerta. Lentamente fueron llenando sus vidas de muertos que hablaban, reían, lloraban, trabajaban y en definitiva vivían en su lugar, hasta llegar a suplantarles por completo. Se adaptaron de tal manera a convivir con la muerte, que sin darse cuenta se les hizo indispensable. Terminaron por amarla más que a sus propias vidas.


Y heme aquí, resultado final de tal aberración, último eslabón del que fue un día dios de su universo y mañana será la simple huella de quien cambió su vida de mortal por una eterna muerte en sepulcro de cibernético acero.


Esta será mi última siembra. No han de apagarse más estrellas en el cielo por mí ni he de seguir sufriendo por una culpa que jamás podrá ser redimida. Me entregaré a la tierra, seré yo la semilla, aquí, en la misma tumba del Magister. Puede ser que florezca otra especie de hombre regado por mis lágrimas… ¡Por todos los muertos, era cierto, estoy llorando…!!