lunes, 7 de marzo de 2011

ESTADISTICAS

Cuándo se van a enterar los estadistas de las encuestas de que todos mentimos cuando se nos pregunta, y qué cojones les importa?


Cuándo van a tomar nota de que los últimos muertos no están en la carretera ni en la contaminación ambiental ni en la obstrucción de las arterias ni en la metástasis de las tetas?


Cuándo van a dejar de publicar sus cifras irrisorias sin siquiera una mirada hacia el origen, porque qué saben ellos de los suicidas automovilísticos, de los que se ahogan de soledad en las ciudades, de los que se revientan porque no pueden soportarla, de los que no son capaces de luchar para continuar con vida?

 
Cuándo dejarán los estadistas de utilizar a los estadísticos para mejorar su capacidad urnática?


Nunca, mientras les paguen bien y obtengan buenos resultados.


Hemos abandonado la capacidad de análisis y autocrítica para dejarla en manos de las estadísticas.


Siete muertos menos, siete reconocidos en las carreteras cuando hace unos meses osaban hablar de porcentajes.


Los índices de contaminación son en la mayoría de los días del año los permitidos por la unión europea: ¿para sobrevivir?


Estamos prohibiendo las sustancias nocivas en los lugares públicos para prevenir la salud de los ciudadanos.


Destinamos dinero público para que las farmaceúticas inventen nuevos fármacos y sigan mamando de las tetas...


Mierda.


Nos tienen bien entretenidos.

Mientras en Nigeria se libra la tercera guerra mundial por el control del coltrán, un mineral que sólo le sirve a occidente para renovar la telefonía móvil y algún aparatejo galáctico que no nos cuentan. Cuatro millones de muertos  en tres décadas, luchas tribales provocadas por belgas, franceses, alemanes, norteamericanos y hasta los chinos y los rusos deben estar peleados en una lucha que no sale en los telediarios, que a nadie, ni a las estadísticas siquiera, les importa una mierda.


Y en el magleb se fragua una revolución.


Una guerra a la que deberíamos acudir, como acudieron a la nuestra los comunistas y republicanos europeos para apoyarnos contra los golpistas hijoputas que aniquilaron la más pura revolución de occidente, gracias a la aviación alemana, gracias a los nazis germánicos y a los fascistas italianos.


Tienen ambos lo que se merecen estadísticamente: una madre que guíe a sus hijos por el camino de la unificación de sus vergüenzas y un padre que se folla a sus hijas.


Esos son nuestros socios.


Y los sempiternos, ya parecen, norteamericanos del negrazo de los cojones, marioneta utópica inventada por los texapetrolíferos.


España es una potencia mundial.


Hemos perdido territorios pero seguimos vendiendo armas a tantos países que si lo midiéramos planetariamente en algún sitio las estábamos vendiendo desde el amanecer hasta el ocaso.


En España, como antaño, no se pone nunca el sol.


Eso no nos lo cuentan en el telediario.


Muchas de las armas que hoy repelen o aniquilan a los rebeldes en norteáfrica.


Muchas de las que han ayudado a los reyezuelos del petróleo y las minas a mantener el poder en el olvidado áfrica subsajariano y en las excolonias más cercanas.


Rey con rey. Siempre el filtro.


Por eso tampoco lo cuentan ni los estadistas ni las estadísticas.

Y también, por supuesto, porque siempre será mejor entretenernos con cualquier gilipollez y que pongamos nuestra fuerza y nuestra voluntad en asumir proyectos donde no nos vaya la vida.


Y si va la vida en ello, que sea la de otro.


Bienvenidos al club de luchadores, puede que hasta logréis una mala pensión, no te lo dicen, si no perdéis de vista las estadísticas.
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