…
A través de los pliegues de tu vulva,
promisora de lúbricos placeres,
he alcanzado las grutas de tu carne
y acariciado sus sedosas paredes.
Anhelantes arenas de tu vientre
que esperan implacables la marea
de altas olas y cálidas corrientes
que te lleven cual nave voladora
hasta las mismas puertas de la muerte.
He visto navegar en tu mirada
la misteriosa barca de Caronte
mientras ávidos dedos te surcaban
y atravesar fugaz el horizonte
en busca de la noche constelada
hasta alcanzar la paz tras el derroche
de incontrolables furias desatadas
por el mágico fluir de los ardores
que el deseo en tu cuerpo derramaban
y abrasaban mis manos como soles.