
No voy a aburrirte con incidencias secundarias y de mal gusto. Las cenas clandestinas, las largas charlas en bares apartados, la lenta seducción mutua.
No se lanzó a mis brazos enseguida. Tuve que ir tras ella, ganar su confianza, persuadirla de que era posible que un hombre amara a dos mujeres al mismo tiempo.
Aún no tenía intención de dejar a Sonia, entiéndelo. Las quería a las dos. A la que era mi mujer desde hacía diecisiete años, mi compañera, la que habitaba en lo más hondo de mi corazón, la madre de mi única hija; y a aquella joven apasionada de profunda inteligencia, aquel nuevo sortilegio erótico, una mujer con quien finalmente podría compartir mi trabajo y hablar de libros e ideas.
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Paul Auster