lunes, 22 de diciembre de 2008

UN HOMBRE EN LA OSCURIDAD

Imposible acostarse con Oona McNally y decirle adiós a la mañana siguiente: te enamorabas de ella, querías que entrara a formar parte de tu vida.
No voy a aburrirte con incidencias secundarias y de mal gusto. Las cenas clandestinas, las largas charlas en bares apartados, la lenta seducción mutua.

No se lanzó a mis brazos enseguida. Tuve que ir tras ella, ganar su confianza, persuadirla de que era posible que un hombre amara a dos mujeres al mismo tiempo.

Aún no tenía intención de dejar a Sonia, entiéndelo. Las quería a las dos. A la que era mi mujer desde hacía diecisiete años, mi compañera, la que habitaba en lo más hondo de mi corazón, la madre de mi única hija; y a aquella joven apasionada de profunda inteligencia, aquel nuevo sortilegio erótico, una mujer con quien finalmente podría compartir mi trabajo y hablar de libros e ideas.
...
Paul Auster