miércoles, 5 de marzo de 2008

ADOLESCENTES CRÓNICOS



ADOLESCENTES CRÓNICOS


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María Zambrano, en su interesante ensayo “Los intelectuales en el drama de España”, nos dejó escrito lo siguiente:



La adolescencia es el choque del idealismo infantil con la riqueza dispar de la realidad. Se sale de ella por sucesivas experiencias que nos van haciendo tomar posesión del mundo y de los propios tesoros de nuestra individualidad.”



Partiendo de esta reflexión, cabe plantearse si el paso del adolescente a la madurez es una pura ecuación matemática, con incógnitas hormonales y tiempos fijos de resolución, o si aceptamos que está mediatizado por esa realidad que lo rodea, entonces habremos de considerar que ésta no sólo se compone de riquezas dispares sino también de miserias variadas y complejidades espaciotemporales en constante cambio generacional.



La perenne adolescencia de la burguesía tradicional, tan criticada a lo largo del siglo pasado por su posición conservadora, neutral o reaccionaria durante los graves conflictos sociales que conmocionaron el ideario político y económico del mundo occidental, ha arraigado, por desencanto o empatía, en estratos sociales cada vez más amplios e históricamente comprometidos con la izquierda militante y el humanismo internacionalista, es decir, con el compromiso de crear hombres nuevos y nuevas relaciones entre ellos, debido a la "feliz" instalación de una numerosa y creciente sección del proletariado en el “estado del bienestar”.



El adolescente medio actual de nuestro mundo, se encuentra en el seno de una familia que lo sobreprotege indefinidamente -como a un producto escaso, debido a la baja tasa de natalidad- y entre las fauces de una sociedad que lo somete a presiones de competitividad e indiferencia realmente inusitadas a lo largo de la historia.



En las turbulentas aguas de esta paradoja navegan hoy los púberes cargaditos de hormonas, debatiéndose entre su egocentrismo narcisista -producto de su patético reinado en el hogar- y su deriva existencial -resultado de una falta de atención educativa y una mínima consideración como valor humano en ciernes por parte de los poderes públicos.



Las drogas, más variadas y asequibles que nunca, el sexo peligrosamente fácil y las relaciones humanas meramente superficiales son el sostén que a modo de precarias embarcaciones mantienen a estos náufragos a flote mientras aprenden a conocer el mundo y a sí mismos a través de experiencias vitales -postergadas, caóticas y casuales- más enriquecedoras.