Los morenazos arbolícolas que tuvieron la gran idea de trasladarse a europa cuando la selva se comenzó a transformar en sabana cuasiestéril, atravesando el entonces terréneo estrecho de gibraltar, consiguieron a lo largo de los milenios y los siglos el derecho de una revolución permanente frente a los ominosos ataques de los más fuertes contra los más débiles.
Todo eso acabaría en millones de muertos para lograr un mundo más equitativo y con las orejas más dispuestas a escuchar los gritos de la muchedumbre.
Terminó, concretamente, con la caída de los fascismos nazis y comunistas. Y también, por supuesto, con el plutonio y la fusión nuclear controlada.
Lo que no se esperaban los geólogos es que antes de que se volvieran a reunir las placas continentales, y con el estrecho de gibraltar comunicando aún el mediterráneo con la corriente del golfo, se levantaran los oprimidos norteafricanos con el mismo énfasis comparable a un mayo del sesentaiocho.
¿Quién lo iba a pensar?
Pero es que estamos en época de milagros, porque de qué otra manera se entiende un presidente negro en casablanca, porque cuándo se vio que los pobres trabajadores, aun en el paro, ayuden a levantar los bancos y que nadie se tire por la ventana.
Estamos en una época prodigiosa, en la que yo puedo contar mis intuiciones sin que me aporreen la puerta.
Ojalá que haya un poco de buena voluntad en todo esto, un equilibrio del debe y el haber en la economía global.
La opción alternativa sería un tiempo muerto destinado a la recuperación de los mercados globales del imperio, antes de sacar su dinero de los paraísos fiscales donde lo tienen blindado y derivar sus inversiones hacia un destino más firme, precisamente por su endeble y corrupta economía, como sería el resto del continente africano, excepción obvia del sudáfrica yanqui, países en estado de gestación y desprovistos de un pretérito cultural colonialista con "buenas" intenciones. Una gran plataforma logística, democráticamente bautizada y manejable, al margen de los movimientos islámicos inminentes y los chantajes petrolíferos de los reyes que hasta hoy habrían protegido y a los que han suministrado armamento suficiente para borrar todas las dunas de sus miserables desiertos, de la misma manera que bombardearon catastrófica e inhumanamente las cuevas de afganistán donde se pierde la inteligencia del imperio de la misma manera que se perdieron antes en los túneles rateros del vietcom, donde se libró la guerra más sucia, innecesaria y prepotente de este puto mundo.
Han limpiado previamente el camino. Los niños de cualquier guerra del ayer africano pueden ser sus mineros indigentes del mañana. Sus madres se lo agradecerán. Armas por picos y excavadoras.
El hombre acecha al hombre una vez más. A sus antepasados, aquellos que se quedaron, por cobardía o por ignorancia genética, en la gran sabana, tan miserable para ellos, tan rica en minerales para nuestras nuevas tecnologías...
