lunes, 23 de abril de 2007

Ausencias 2


LUCIÉRNAGAS


...




Nos hemos ido yendo lentamente,


por corredores de sombra,


luciérnagas heridas, la noche nos delata,


hacia un lugar sin nombre,


jamás debes nombrarlo,


donde tan sólo moran seres deshabitados,


inhabitable estancia de la Desesp....za.


...




Nunca imaginé que las luciérnagas tuvieran fecha de caducidad. Supuse que su luz se apagaría lentamente, de la mano del tiempo, velada por las finas capas de niebla que la lucha diaria y el olvido depositan sobre todo ser vivo.


La noche que se quedó de repente sin luz era una noche como otra cualquiera. Ningún eclipse, ni conjunciones astrológicas precisas, ni siquiera luna llena en el cielo... Nada que presagiara o pudiera servir de fundamento a tan misterioso suceso.


La había recogido en el campo una noche de invierno, mientras paseaba por la hierba en busca de alguna mariposa nocturna, de esas que mueren con el alba, al borde de la luz. Su brillo me dejó fascinado. Pero lo que más me sorprendió fue que cantara.


La llevé a casa, le ofrecí mi amistad y le procuré seguridad para sus crías con el fin de que pudiera conocer las delicias de la maternidad. A cambio ella iluminaba mis noches y alegraba mi vida con antiguas canciones aprendidas durante muchas vidas, destinadas a hacer de la muerte un tránsito amable y armonioso.


También yo le cantaba y el reflejo de su luz en mis pupilas parecía poseer destellos propios capaces de potenciar la fosforescente energía que irradiaba su vientre.


No todo fueron flores, pero aprendimos a respetar nuestros silencios y a cubrirnos de oscuridad durante un tiempo sin que se resintiera nuestra amistad, casi diría amor de no parecer imposible el amor entre dos seres tan diferentes, tan extraños el uno para el otro.


La noche que se quedó de repente sin luz no tuvo nada de especial. Pensé primero que alguna dolencia le aquejaba y que se repondría prontamente para fulgurar de nuevo como un astro nocturno.


Pasan los días y todo hace creer que goza de una salud perfecta. Incluso se la oye cantar, eso sí, otras canciones, nuevas canciones carentes de melodía y de sentido que brotan de la insólita oscuridad de sus entrañas. Nunca imaginé que las luciérnagas tuvieran fecha de caducidad.