martes, 24 de abril de 2007

ELUCUBRACIONES SIDERALES


ELUCUBRACIONES SIDERALES


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Sabemos demasiado, aunque sobrevivir al caos (emocional o intelectual) pase en lo cotidiano por hacer la vista gorda. Hemos visto las chabolas de un modo u otro y hemos usado la VISA para comprar accesos a esos palacios interiores donde mora el litigio más duro entre dos mundos. Todos somos prisioneros del tiempo que nos toca vivir y del espacio que delimita nuestra capacidad de acción. Encerrados en nuestra propia piel, apenas si nos resta energía para sentir lo ajeno. Quisiéramos ser más solidarios, más auténticos, más coherentes con nuestros ideales; pero cuesta pensar con el estómago vacío y el cuerpo sudoroso. La VISA compra raciones combustibles y chorros de agua limpia para seguir tirando y poder así dejarnos sorprender por la última puesta de sol o el penúltimo suspiro de placer amarrados al catre regalo del amor. También por un antepenúltimo pensamiento sublime de nuestro inflamado corazón. Retozar al amparo de nuestra tarjetilla de crédito nos permite pensar en los demás y regalar el tiempo que nos sobra. Es la pura verdad, por cínica que sea: somos con los demás lo que nos sobra de ser para nosotros.




No sabéis bien lo que es vivir prisionero de un destino inventado, dirigido por otros. Algunos se han matado sólo para saber si continuaban vivos o sus días metraban una burda película sobre un guión mal escrito. Yo he sobrevivido. No me voy a matar. Lo único que deseo es que algún día paséis a formar parte de mis más terroríficas pesadillas y ver cómo vais cayendo bajo el ruido de la motosierra, los colmillos del lobo, el hambre de algún alienígena que se entretenga un rato jugando con vuestras vísceras, o ahogados por vuestra propia náusea de carnívoros empachados de hundir las fauces sobre la carne viva de sus seres amados. Nunca tendréis olvido ni perdón…






Y es que nunca da igual lo que nos depare el futuro, porque el futuro ya está aquí, y si le abres la puerta cuando llame te puede devorar. Lo mejor es no estar en casa, encontrarse reunido e incluso con el papel higiénico en la mano, cualquier cosa con tal de no abrirle la puerta, colega, no tienes ni idea de cómo son sus fauces tras el disfraz de simiocivilizadosonrisadentífricodental, menudo hijodeputa colgado de su impecable corbata últimamoda. Cuidadín.


Lo mejor es que te declares loco o indigente o flautista de hamelín o poeta o siderúrgico prejubilado en proceso de integración al parque con palomas y dediques tus días, siempre fuera de casa, a darles de comer aunque tengas que comprarles gusanitos porque ya ni migas de pan gratis te dejan arrojar al suelo y escribas en el aire tus poemas para que los putos ecologistas no te reprochen la matanza de árboles y en vez de musitar a los ratones te dejes de gilopolleces y cantes un bonito avemaría para las madres de la plaza de mayo que ya perdieron la foto de su hijo en la última refriega pero siguen ahí porque no recuerdan dónde está su casa ni a los demás hijos que parieron y jamás sobrevivirán a su desaparecido hermano y de pobre que seas ya no te quede ni el nombre, que no puedan darte de baja en el telediario de la noche y que ni los manicomios te acepten porque ya ni las pastillas puedan devolverte las ganas de volver a ese lugar donde dicen que eras y tenías amigos y parientes y hasta un perro que ladraba por ti cuando te ibas.


Es lo mejor que puedes hacerle a tu destino cuando llame a la puerta: no se te ocurra abrirle: que se joda...




No vayas a pensar que escribo lo que vivo o vivo lo que escribo. Escribimos bajo la subjetividad de una vida deseo que nunca se parece a la vivida. Vivimos bajo la interacción de fuerzas que ya fueron escritas hace tiempo, a veces sobre roca roja sangre caverna. Casi se desvanece su sustancia en el tiempo. Y aún es válida para soñar sentir estar en algo.


La mecánica cuántica aplicada a la vida cotidiana. Trazas una línea lo más recta posible, curvada siempre por la infinita distancia que nos separa de lo inalcanzable, entre lo que vives y lo que deseas vivir, uniendo puntos irrenunciables entre el origen y la resurrección y esa es la línea. Luego la vas siguiendo y da la circunstancia de que en algunos sitios ya habías estado previamente porque los sueños y esa cosa que los filósofos llaman pensamiento te habían llevado allí con anterioridad, puede que hasta poseas constancia escrita de que allí ya estuviste. No es el arte de la adivinación. Es el sacrificio de la reconstrucción, sobre una trayectoria vital, de todos tus sueños, de todos tus anhelos. Buena suerte, que lo disfrutes colega, que incluso llegues algún día a vivirlo.







Amigo mío, no es mi intención resucitar a los muertos de un incierto pasado que como todos sabemos nunca fue mejor, sino que lo veíamos con otros ojos, los del entusiasmo, los de la juventud, quizá los de la inocencia algunos, los menos. También es cierto que hay gente que nace con demasiada edad y se pudre primero. Desde el dogmatismo y las verdades como puños, tan sólo se han levantado cementerios siniestros que después de la batalla nadie es capaz de justificar. La realidad, cualquier realidad, pasada, presente o futura, no es más que la mirada del hombre que la expresa. Ni siquiera el espejo nos permite conocernos y ver una realidad distinta. Si acaso podemos intuirlas, aquellos que poseemos la modestia de sabernos equivocados en casi todo. Certezas, pocas, la muerte de la vida, la muerte del amor y tal vez, si los científicos se empeñan, la muerte de la muerte; pero eso no lo verás ni tú. Revisar, recrear, poner al día las metáforas es un acto que honra a nuestros antepasados. Lo que contamos siempre es lo mismo. Tan sólo lo hacemos de otras maneras. El papel, hasta para limpiarse el culo cuando se acaba el rollito burgués clorofilizado. Lo tenemos más jodido con el burgués interruptor de los cojones, siempre en manos de los que piensan desmontar la vida para verla de cerca. Son como niños desarmando juguetes nuevos. A veces les da por jugar con nuestros genitales...





Nos enseñan a ser parte de un todo. Nos dicen que lo importante es participar y que hay que tener conciencia de equipo y aplaudir desde el banquillo aunque te mueras de frío toda la puta liga. Nos dicen que el progreso es tarea de todos y reñimos por invertir nuestros ahorros en la estación espacial. Sabemos que fuimos una vez porque nos colgaron un número a la espalda o pertenecimos al aula b o al a y jugamos con o nos pegamos por defender en el recreo al supercompañero de clase para toda la vida casi hermano. Nos enseñan a ser a través de los otros y a sentirnos un simple complemento de proyectos comunes, ineludibles para el avance, el éxito, el desarrollo sostenido de nuestra de todos como hacienda civilización.


Pero no nos dicen que un día no lejano seremos opositores y opositar es sálvese quien pueda. Y tampoco nos dicen que el compañero putamadre por el que te rompiste la cara nos la va a pegar con la parienta cuando aún está muy buena y que hay que sacar el carnet especial para pilotar la estación espacial y aquí no hay oficina, o planilla o se acabó la tinta o qué cojones quieres si te quedaste limpio al aportar tus ahorros y ahora no puedes pagar tu porcentaje de hidrógeno líquido, mamón.


Y qué mierda te importa a ti el vecino cabrón que no te deja cambiar la moqueta del portal que ya te han dicho tus amigos del piso recién comprado en el centro que está hecha un asco y hasta huele mal, aunque a ti no te afecte ya el olor, porque lo que de verdad te huele mal es el coño de tu mujer que ya ni se lava cuando debe porque así no te apetece comérselo y qué higiene bucal ni que hostias podres que así antes de acabar lo de me duele la cabeza ya te has dado la vuelta.


Pero eso no te lo cuentan de grande. Tienes que hacerte pequeñito, poco a poco, hasta que se te caigan los dientes sin haber mordido más que el puto anzuelo. Entonces te das cuenta, desdentado, de que hasta los dientes tuyos te abandonan., de que no hay nadie ahí, de que nunca estuvieron...




Y UNA DE BRECHT (para terminar)



Primero se llevaron al vecino del quinto derecha porque se metía unos chutes de pánico y olvidaba las jeringuillas en la azotea. Como yo no me chuto...


Después vinieron y se llevaron al insufrible esnifador de cocaína del
tercero izquierda que se pasaba las noches nariceando y estornudándole al
personal que ya se sabe que estas paredes son de papel y aquí no dormía ni
dios. Como yo no esnifo...


Otro día vinieron a por el fumeta del segundo, que ya le valía con el
aroma que dejaba en toda la escalera, como para tumbar a Marley en sus
mejores tiempos. Como a mí la marihuana ni fu ni fa...
Más tarde se acercaron a llevarse al borrachín del cuarto, y joder,
menudo alivio porque había noches que le daba por cantarle habaneras a la
luna y otras por cagarse en la puta que la parió a la esposa que se había
largado, la pobre, con un arriero que pasó por el barrio. Como yo no bebo...
Sí me extrañó un poco más que se llevaran a Paco, el del primero
derecha, porque lo único que hacía era fumar cigarrillos horas y horas en el
balcón y al fin y al cabo no molestaba a nadie, aunque, eso sí, debía
contaminar lo suyo. Como yo no fumo...


Hoy han venido a por Andrés, el del quinto izquierda. Yo no me lo creo, y la verdad, aquí en el bajo no oigo nada, pero dicen que respira demasiado aire, que se le oye aspirar desde un par de pisos más abajo. Es una postura un poco egoísta, el aire es de todos, pero yo por si acaso estoy pensando en mudarme, aunque en realidad, no sé, pensándolo bien, la verdad es que yo casi no respiro...