jueves, 26 de abril de 2007

Ausencias 3


ESTATUAS GRIEGAS


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No te enamores nunca de las estatuas griegas. Mudas como limosneras ladronas. Te roban poco a poco el corazón. Se lo entregas finalmente sangrándote en las manos y lo devoran con avidez sin decir ni palabra. Silencio de mármol. A pecho descubierto, expuesto a la intemperie, como un perro vagabundo persigues después el eco de sus pasos. Piedra sobre los adoquines. Gris sobre gris. Atraviesas cada noche, sucia de neón y alcohol, buscando su mirada hasta el amanecer. Retorno a la cordura. Pecho tapiado con ladrillos rotos. No basta con saber que ella está en tu jardín, sobre la fuente de los tristes nenúfares. Sinfonía vegetal a sus pálidos pies, fríos como piedra en sombra. Lloran las flores por no saber su nombre. Canta el agua recorriendo sus formas de estatua milenaria. Ríe el agua en su pubis. Se besan. Tiemblan juntas. Parecen cobrar vida en el espejo. Sólo una imagen fugaz que el viento mece. Tan triste y solitaria. Tan mineral, tan muerta. Rogando un hálito de vida, una sonrisa sobre su rostro egregio. Blanco lunar. Astroguía de insomnios delirantes. Le ofreciste tu vida en un mal sueño una noche cualquiera a solas con tu almohada. La mojaste. Lágrimas de cristal como lagos helados reflejaron su cara a la luz de tus ojos. Creíste verte en sus aguas. Te mintió el corazón. No te enamores nunca de las estatuas griegas. A no ser que desees conocer el Amor.