Podemos sentirnos felizmente inmersos en el progreso mediante un cambio de peinado en la peluquería del barrio o pasando la tarde de compras en el hipermercado del centro. En cambio, un proyecto de futuro es sólo una idea intangible, de dudosa realización y que carece de precio. Y si carece de precio, si no la podemos comprar, ¿existirá en realidad?