lunes, 16 de mayo de 2011

EL PAYASO AUTISTA

Le hubiera dado un abrazo, sólo por venir a visitarme, tan solo y perdido me encontraba.
Pero las drogas que me habían metido, para someterme y hacerme pequeñito, no daban tregua en mi cerebro para aceptar un mínimo de realidad.
De forma que yo apartaba en mi mente lo real de lo aniquilado por ellas y simplemente me vaciaba de pensamientos.
Uno no puede abrazar cuando no piensa.
Me habían convertido en un autista.
Claro que ahora, pasado el tiempo y un poco más sabios sobre la intelegencia autista, se puede creer que aunque actué como un vegetal, no por ello mis emociones y mi memoria eran ajenos a lo que estaba sucediendo.
Fue alucinante.
Mi ex apareció en mi casa, ya casa de soltero, y me explicó las consecuencias de mi marcha triunfal, de mi alejamiento familiar no me toques más los cojones.
Me dijo que había quedado un poco tocada y que lo mismo le daba que la matara o no, porque era totalmente insensible.
Que no había salido de casa en una semana por vergüenza a encontrarse con los vecinos, es decir, por temor a tener que explicarles su fracaso matrimonial, y que le importaba una mierda lo que me estaban haciendo, porque era lo que me había buscado y, sobre todo, lo que me merecía.
Yo la había invitado a sentarse en un sofá del salón y la escuchaba como quien oye llover, porque estaba tan colocado por las drogas que aquellos hijoputas me habían metido, que era como si me estuviera contando una película.
Me dijo que ya arreglaría lo de algún carnet o no sé qué ostias tenía con el coche prestado a uno de esos cooperantes, no sé siquiera si era mi carnet o los papeles del coche, no recuerdo más que sus palabras.
Me parecieron impropias de una mujer que llevaba un año poniéndome los cuernos y haciendo lo que quería con su vida, parecía que estaba claro que en nuestra casa, la que fue nuestro hogar sobraba uno y yo simplemente hice mi papel de salvador para que ella no tuviera que irse a la mierda.
Aquello fue realmente alucinante.
Y es que me hizo dudar de cuál de los dos estaba más loco, lo mío sabía que era por las drogas, pero lo de ella...
Y aún pensando que la hubieran inducido a contarme todo aquello, qué esperaban de mí, si ni siquiera era capaz de articular un hola, gracias por venir, no te esperaba...
Esas eran las terapias de los amigos. Cuánta ayuda. Dan ganas de cagarse en todas sus madres, en todos sus muertos...
De manera que a tragar y a irse, colegas, cada vez más lejos, sólo porque no me hice pequeñín a su debido tiempo, como me explicaría también el hijoputa que tenía confiscados los papeles cuando le fui a buscar con mi hija, de fin de semana, en un polideportivo donde daba clases de aerobit, las mismas que le daba a mi ex y en cuya clase apareció el paracaidista, un chulo bailador de discotecas, preparado para el asalto hormonal de mi hembra, me dijo demasiado tiempo, no me gusta perder el tiempo, lo vuestro no tiene remedio, tras yo decirle que se había comportado como un gran hijoputa con ella: sus supuestos amigos la habían abandonado.
Claro, que eso sólo sería un lapsus temporal en su imaginación de ninfa enloquecida, porque no tardaría en echarse otro novio.
Por eso yo seguí sin explicármela, aquella visita, la verdad es que parecía conmocionada...