viernes, 13 de mayo de 2011

TECTÓNICAS

Parece que no andaba muy descaminado y las placas tectónicas geodésicas se mueven al mismo ritmo que las geopolíticas. Vamos, que nos están tocando los cojones.
Pero no es sólo un terremoto aquí, por cierto en uno de los lugares más fachas de nuestro territorio. Es además que a nosotros también nos toca hacer una nueva revolución.
La revolución contra la indigencia intelectual, más que la otra, porque sabemos que estamos en un país donde nadie se muere de hambre y el acceso a la sanidad pública es universal.
Me pregunto hasta cuándo, si seguimos así de entretenidos con el pan y circo, el circo sobre todo protagonizado por el fútbol, pero incluso en los intermedios nos lanzan mensajes subliminales y contiendas de unos políticos más preocupados por continuar unos y por tomar al asalto otros la oportunidad de alzarse con el poder.
Para algunos es cuestión de dinero y para otros es cuestión de pelotas, porque no se corren sin un país que gobernar.
Por muchas mamadas que les hagan sus cuestionables seguidoras de macho pa mandar. Durante las campañas electorales, con todas esas sobredosis de testosterona, no son pocas las que caen en los brazos y en los bajos de tamaños próceres verborreicos. Y sus mujeres, que no tienen un pelo de tontas, inician sus divorcios. El abogado les recomienda que esperen a ver qué pasa con los electores, porque no es lo mismo ganar que perder y ganar supone ganancias para todos.
La clase política.
En un mundo supuestamente desclasado, donde todos somos iguales, pero unos más que otros y a ellos y a sus hijos y a sus parientes y a sus pocos amigos no les alcanza nunca la catástrofe.
Ni el paro, ni el deshaucio ni la indiferencia de los bancos.
Aquí hemos visto de todo, no sólo el primer terremoto serio desde hace décadas ahora, sino tambían cómo nos la metían los Rumasa dos veces en dos generaciones consecutivas y cómo salvábamos a los bancos y las empresas con dinero público por miedo a que la cosa fuera a mayores, por miedo a otra crisis macroeconómica como la del veintinueve en estados unidos, y cómo han sido tan listos como para haberse diversificado lo suficiente y que nos la comamos al otro lado del charco.
Porque ellos han salido, no se ha tirado nadie por la ventana esta vez, gracias a su previsora arquitectura económica, no olvidemos que son los únicos premios novel del planeta en materia económica, y nos han dejado toda la mierda en el jardín.
Junto con los cabronazos que tenían sus buenas conexiones inmobiliarias, aseguradoras y bancarias gracias a sus avales políticos, porque, seamos claros, ningún alcalde elige a un concejal de urbanismo que no le sea fiel y del cual vaya a pillar una buena tajada. Y menos aún a su asesor económico. No en ningún país, pero menos en éste, donde la economía estaba basada en el ladrillo, aparentemente compacto pero tan volátil al fin en una economía virtual, donde la bolsa non sona.
El turismo y el ladrillo, el turismo y la compra de ladrillo, el turismo y la creación de empresas fantasmas basadas en el ladrillo.
Porque tenemos un gran país, donde la sanidad es gratuita y de gran calidad, donde muchos turistas se hicieron arreglos de todo, desde impotencias a liposucciones si dabas con el equipo ideal.
Con la clase política.
Yo te lo arreglo, míster, tú a invertir.
Y cuando vieron que se jodía la cosa en el imperio, simplemente les dijeron a sus asesores financieros que pusieran a salvo la pasta, no vaya a ser que unos pringados de currelas nos quiten lo que tanto esfuerzo nos ha costado robar.
Esforzados en imaginar cómo robar a toda prisa aunque les costara muchas copas con los inversores, algún hígado maltrecho y un que otro matrimonio destrozado.
Esos son los líderes que vamos a votar. Con el chantaje de su pasta en paraísos fiscales. La traigo si me sale de las pelotas.
Hace falta otra revolución en Occidente, no sólo en el Magreb, estos por pedir lo que tenemos y nosotros por exigir una buena limpieza en las alturas, donde parece que no llega ni dios.
Y que se muevan las placas, con perdón de los damnificados, pero parece que es la única manera de frenar a las nucleares y remover nuestras conciencias: saber que aquí, también, o hacemos las cosas bien o nadie estará a salvo. De unas placas y otras.