miércoles, 23 de julio de 2008

MEMORESCENCIAS 37

No eran buenos tiempos para la lírica. La traición de los partidos de izquierda tradicionales que habían salido victoriosos de la transición y que en poco tiempo llegarían a gobernar, creó una multitud de ciudadanos desencantados, desentendidos o simplemente cabreados con la política.
La alineación de dichos partidos con la socialdemocracia alemana uno y con los eurocomunistas franceses e italianos el otro, terminó con cualquier esperanza ideológica para combatir el poder de la Banca y las Corporaciones y evitar que el Estado fuera un mero garante legitimador de las mismas.
El Tejerazo acojonador, una de las mejores payasadas de nuestra historia, asentó la Monarquía y la convirtió en intocable, a la vez que los pactos de la Moncloa dejaban a los trabajadores en pelota viva gracias a la aquiescencia de los sindicatos filiales de dichos partidos de izquierda.
Para equilibrar un poco la situación, surgieron poco a poco movimientos independientes juveniles que intentaban llenar el vacío político extraparlamentario. A saber: la insumisión al servicio militar, es decir, a la puta mili, la ocupación de viviendas vacías, sobre todo grandes superficies capaces de acoger a comunidades de ácratas y artistas con ganas de promover una nueva cultura alternativa, el movimiento de los homosexuales y las parejas de hecho reclamando los mismos derechos que heterosexuales y casados oficiales, etc.
Nosotros éramos profesionales de clase media que no encajábamos en ningún sitio. Si era difícil que la sociedad aceptara los derechos de estos movimientos, podéis imaginar lo que sería aceptar un trío de "amontonados" burgueses, y además criando hijos en su seno.
Procurábamos mantener nuestra relación en secreto, pero en el vecindario era imposible. Todos estaban pendientes de nosotros. No teníamos amigos, la familia nos fue dando la espalda lentamente, como si fuéramos leprosos, avergonzados de nuestro proceder, o envidiosos de él, para el caso lo mismo.
Todo eso iba mellando nuestros cimientos y a pesar de los parches que íbamos poniendo, cada vez sentíamos más la tensión exterior y era más necesario dedicar un tiempo precioso, que sentíamos arrebatado por la corriente de puritanismo que nos invadía, a desarrollar técnicas de autoestima y validación de nuestros compromisos amorosos y económicos que de otra manera podrían haber ido viento en popa sin una gran dedicación.
En unos años llegaríamos a ser uno de los países más avanzados del mundo en materia legal sobre sexualidad y convivencia libres, pero de aquella la política norteamericana de ultrapuritanismo proveniente de las iglesias anglicanas y los católicos fundamentalistas que allí habían devorado la revolución sexual de los sesenta, sus drogas y sus flores, soplaba aquí con fuerza huracanada, promovida por el cine americano, sus series televisivas y la prensa del opus, que aún hoy llega a cada rincón del país mediante la prensa local y regional.
En fin, vivíamos en una especie de isla, perdíamos algunos clientes intolerantes que se enteraban de nuestra situación, pero aún así los negocios iban bien y mis oposiciones para un puesto de licenciado en trabajo social prometían dar sus frutos gracias a mi esfuerzo y a las relaciones de la psicoanalista con una antigua colega universitaria que trabajaba para el ayuntamiento y tuvo acceso a los temarios del examen.
Y es que dios aprieta pero no ahoga, je, je, je...