sábado, 11 de octubre de 2008

MEMORESCENCIAS 58

Vaya vaina, gallego, eres mejor de lo que pensaba, se la vamos a meter a los yanquis por el culo con vaselina, ni se van a enterar.
Sabes, chamo, se va a montar una bien chévere. Después haremos una nueva gira, o mejor los invitamos a ellos, ya veremos, para saber cómo andan los ánimos y crear un fondo definitivo que mantenga bien ocupados a esos coñomadre. Seguro que van directos a por Alá, así que habrá que proporcionarles un demonio islamista y barbudo, malo entre los malos, je, je, je.
Con un poco de suerte, además de salir ilesos los mandamos a la bancarrota económica y política. Esas guerras tan largas cuestan mucho dinero y algunos muertos, los suficientes para apearlos de la Casa Blanca. Con los demócratas en el poder siempre lo tendremos más fácil, gallego.
Venezuela, Latinoamérica dirigiendo su propio destino. Estamos haciendo historia, chamo, no vayas a olvidarlo. Ahora nos toca mancharnos de sangre las manos, pero dentro de diez años seremos héroes aclamados por ayudar a derrocar el imperio más poderoso que ha existido sobre la tierra, capaz de volar en pedazos el planeta diez veces.
Ya va siendo hora de que dejen de meter las narices en todas partes y dirigir los destinos de todo dios, chamo. Suerte tendrán si no se quedan más solos y bloqueados que el polo ártico.
Y ahora tómate unas vacaciones, chamo, ve a ver a los viejos, que andan preocupados por ti, no hacen más que joderme a preguntas por teléfono y yo con excusas y aplazamientos sobre tu regreso porque no podía contarles nada.
La mano no, pana, un abrazo, un abrazo, vaya con el gallego de los cojones, ja, ja, ja…
¡Eh, chamo, qué tal te fue con la catira esa, cómo se llama… ja, ja, ja!...
Así era el loco de bola del general. No sabía que un par de años después le devolverían el golpe de estado los conservadores, con la patronal y la cia por medio, y que le costaría unos cuantos muertos propios consolidarse plenamente en el gobierno de la nación, pero su personalidad y la ventaja popular que le dieron todo el atajo de ladrones que poco a poco logró borrar del escenario político y militar jugarían en el futuro a su favor. Siempre confié en ello.
Salí del despacho del general en Miraflores y tomé un taxi para el aeropuerto de Maiquetía. Tenía ganas de volver a Maracaibo, a mi casa. En aquellas estancias sentía la presencia de mi mulata como algo vivo. Ya me había acostumbrado a esa transparencia que me acompañaba hasta los jardines y se sentaba a mi lado en el atardecer, mientras me tomaba un ron helado con el viejo, a la sombra amable del araguaney que había plantado el abuelo holandés. Mi suegro me miraba de reojo y sonreía. Nunca hablamos de ello, pero creo que también él notaba su presencia.