jueves, 10 de enero de 2008

damego dixit


No hablaremos de nobles columnas de una diosa donde a cincel grabaste el deseo de abrazar la cosecha sembrada casi a tientas, sin saber.
No hablaremos tampoco, pues la mañana es parca en palabras cuando la noche ha sido tan sólo un puro tránsito hacia el amanecer, de personas que dejan en tu vida una huella indeleble aunque sólo presientas que en tus días estén.
No hablaremos ya nunca de reyes y vasayos, capitán, marinero, dictadores ocultos o juzgados de guardia que reclamen tu ser.

Nada debes pues nada pediste y tu vida ha sido durante muchos años un vivir y sufrir. Torturado te sientes y nunca olvidarás ese afán de salvarte mediante palo y soga dejándote morir.

Pero hoy lo has visto claro: no sólo fue por tí. Fue también por los otros que hoy rompen para siempre un vínculo tan raro de alegría y angustia, de dolor compartido, de calma y frenesí.

Jamás serás su igual, ni imaginas siquiera qué sería de ti, mas puedes parecerlo, representar un mundo que te salve del tiempo en que estás atrapado, paralizado, inerte, insensible a los besos, a la piel, a sentir.

Prescriben ilusiones a la vez que el payaso trasnochador derrama sus últimos latidos, corazón de bohemio de irrisoria presencia en las noches sin fin.

No hablaremos tampoco de la mirada amada que sientes en la nuca, que reclamas despierta, de arrebatado empuje sacándote del pozo donde todos pensaron que era tu mejor fin.