POR LOS VIEJOS TIEMPOS
Yo, que recorrí sendas solidarias
sobre asturcones de utópico galope;
que concebí el amor
tal un alisio suave,
portador de una luz universal
iluminando a seres como dioses
de entrelazados sueños
en fraternal abrazo.
Yo, que deposité en ellos mi esperanza,
fui testigo de cómo se alejaban:
a hurtadillas, acelerando el paso,
de desencanto turbia la mirada
y un anidar de cosas en sus manos.
Ya todo fue distinto desde entonces:
Sólo el viento recorre ahora las calles
arrastrando las hojas de los sauces,
sinfonía otoñal en do de ayes
para un coro de ocultos viandantes.
Enmudecidos albas en bocas atrapadas
donde antes imperaba la voz y la palabra.
Atardeceres como losas de marmórea inquietud
pavimentando cielos de nimbadas promesas.
Silenciosas alcobas de resignada sombra
albergando nocturnos de ensoñaciones rotas:
donde se reflejaba la luna hasta la aurora
en fértiles lagunas de amor y luz, ahora,
cerrada la ventana por donde penetraba
mágicamente hermosa la esfera plateada,
sólo ciénagas son aquellos humedales,
pantanos de traición que enredan los andares.
Voces sordas en parajes umbríos,
enarcadas miradas de vasta incomprensión,
retorcidos silencios de complicidad sórdida,
repliegues estratégicos hacia ornadas vitrinas,
estanqueidad, silencio, soledad compartida
y un repique de fondo, grosera melodía,
animando a los hombres a vaciar sus vidas.
El mundo fue distinto, no te miento...
no es que lo viera yo con otros ojos.
Es cierto: aún no pesaba el tiempo,
la inocencia impulsaba impoluta los sueños,
pero el mundo era amable, el sentir era intenso,
la mañana mostraba los espacios abiertos,
las estrellas brillaban cada noche en el cielo...
era la lucha amor... era la vida fuego...
Quizá lo haya soñado, pero aun así, fue cierto.