miércoles, 25 de julio de 2007

AMAR BAJO CONTRATO



AMAR BAJO CONTRATO




Somos animalillos costumbristas. El tiempo va erosionando aristas y bravuras. El niño aventurero se pierde entre los recovecos de una esclerótica memoria, asediado por la decrepitud y el desencanto. Nos volvemos conservadores, temerosos, sedentarios. Es muy difícil irse. Nadie se va por otra. Ni por otro. No nos vamos por aquello que soñamos tener, pues ya no creemos en los sueños. Si acaso los vivimos a hurtadillas, ladronzuelos adúlteros culpables. Pero, ¿irse?. Eso ya es otra historia. Tan sólo nos vamos por lo que no tenemos, tan sólo nos vamos porque los restos de ese naufragio cotidiano ya no aportan siquiera un buen madero al que agarrarse y sentirnos seguros en medio de la desolación. Hay que echarle valor, pero al final nos vamos cuando olemos a muerto.


Luego llegan los celos y el orgullo. Uno de los dos, el más cobarde, fingirá ser la víctima y nombrará un culpable, de esos que puedes encontrar en cualquier mercadillo mañanero en días laborables o en algún rastro urbano por la tarde de la mano del amigo del alma tocándote los huevos. Y se arma el belén. Odio a raudales. La memoria tramposa recordando tan sólo dolor y mezquindades. La ilusión de un proyecto en común, el placer, la ternura, miles de días juntos compartiendo la vida, no significan nada de repente. ¿Es que ya no te acuerdas? El odio, sólo el odio, el poderoso odio extiende su neblina y la razón se pierde en las alturas. Cráteres, simas, abismos insondables salen al paso amenazantes, visibles apenas a un palmo de nariz. Y llega el vértigo, la desesperación, el caos, quizá, con la caída, el suicidio o el crimen.


Sagrada necedad. ¿Cuántos milenios más serán precisos para que el hombre aprenda a serlo, a merecer su propio nombre? ¿Acaso no es amar, amar la libertad de quien amamos? ¿acaso no es amar, desear la felicidad de quien amamos? ¿acaso siendo así, amando de verdad, no seremos capaces de conservar para siempre, de una u otra manera, a quien amamos, a quien durante tanto tiempo nos ha amado? No sabemos amar. Amar no es poseer, sino entregarse. Amar es ofrecer, nunca exigir el cumplimiento de un contrato. El daño no lo ocasiona la firma de un papel, sino el olvido del papel que hemos jugado. Olvidar la pasión, el cariño, la amistad, el respeto y convertirse en meros firmantes de un contrato. Llegados a éste punto, ¿qué nos queda? Romperlo y a otro lado...