
Puede ser que en el fondo todos seamos tan simples como para no comprender nuestra propia complejidad. De esta manera estaríamos siempre a salvo: inocentes.
Pero también puede ser que seamos tan complejos que busquemos la simplicidad para salvarnos. Seríamos entonces una pura idea, una metáfora culpable de lo que podríamos llegar a ser.