SOLEDAD REDENTORA
Desde que el Tiempo es tiempo
el hombre ha estado solo.
Solos nacemos a la luz
y abrimos los sentidos al dolor
que más tarde buscará en el amor
el bálsamo sagrado que lo alivie.
Tal vez la madurez
consista únicamente
en saber estar solo.
Por eso el que madura,
a pesar de jugar
a compartir los miedos
en comunión sublime
con quienes le rodean,
apura sus horas solitarias
como preciada pócima
del alma redentora.
Ineludiblemente, por fortuna,
también morimos solos.