EXILIADO EN CASA
Cómo no he de sentirme un exiliado
si una vez fui feliz hijo de esta Tierra.
En qué lugar del camino tomé la ancha vereda
y aligerando el paso me separé de ti.
Recuerdo que esa noche
no llegó la alborada.
Las sombras se cernieron
sobre mi alma desnuda.
Sentí frío, y dolor,
un dolor umbilical
reclamando el contacto,
la anexión de tu ser.
Miraba alrededor y tú no estabas...
Gélidas manos estrechando las mías,
soledad infinita envuelta en multitudes,
lamentos abortados
y una legión de olvidos
empeñada en firmar la paz conciliadora,
la necesaria paz.
Qué triste es recordar cuando el pasado acecha
rabioso tras la esquina, de amaneceres pleno...
Cómo no he de sentirme un exiliado
después de haber contigo navegado.