
Hallábanse unos perros ojeando un viejo libro desenterrado por las excavadoras en una yerma explanada suburbial, cuando uno de ellos le dijo a otro:
¡Guau! ¡Guau! ¡Guau!
En esto levantose como de la tumba el autor y sacudiéndose todavía la tierra exclamó:
¡Para quién escribí yo en un día ya olvidado de mi vida que habría de despertar a mis propias historias bajo el ladrido de unos perros!