domingo, 18 de mayo de 2008

MEMORESCENCIAS 6

Mi hermana abortó en Londres, muy posiblemente mi primer hijo, o mejor dicho mi primer proyecto de paternidad. Mi padre ponía más cuidado, y al final se contentaba con una buena mamadilla, y cada vez más formal, así que yo tenía casi todas las papeletas.
El soplapollas al final se enrrolló de puta madre, se tiraron una semana en la capital, aprovechando el viaje para ver monumentos y todo lo que el imperialismo británico ha robado a las diferentes colonias durante siglos de dominación. Incluso la llevó a un concierto de Los Beattles en el Liverpool club de fútbol.
Cuando regresaron se casaron por todo lo alto, y aunque nunca llegamos a dirigirnos la palabra, él y yo, se notaba en su mirada el miedo y la consciencia de que alguien estaba allí, vigilante, tras su nuca.

Decidieron vivir en casa de sus padres, hasta que terminara los estudios de económicas. Era hijo único y por lo que me contó mi hermana después, vivían a sus anchas y la trataban como a una reina.
Yo terminé mis estudios de electricista y de repente todo empezó a cambiar en la casa. Me mudé a la habitación de mi hermana, rehabitada durante mucho tiempo por sus aromas, supongo que procedentes del colchón, y el peque se quedó en la cama plegable, porque durante el día convertimos la habitación en una pequeña sala de estar con mueblebar y tresillo de sofás para las visitas, imitación piel. Todo un lujo. Y, por supuesto, instalamos un calentador de agua. Poco a poco, el excedente de olores empezó a desaparecer, aunque lo que más me gustó del cambio fue alejarme de los estertores de mi madre.
Me puse enseguida a trabajar, realizando instalaciones eléctricas para diferentes constructores de la ciudad, con pequeños contratos de obra, pero suficientes para incrementar los ingresos familiares. Además, con dos menos a comer y vestir en la familia, dos que nunca habían aportado nada, monetariamente hablando, porque el mayor se lo gastaba en putas y mi hermana en el ajuar de su futura boda, pues mi padre pudo al fin dejar su segundo trabajo y dedicarle más tiempo a mi madre. Ahora no tenía quien le echara una mano con lo del sexo, así que supongo que se conformaría con meneársela de vez en cuando, porque mi madre estaba cada día más achacosa.

Fue por esas fechas que conocí a mi primera novia, y fue por entonces, rozando los diecisiete años, cuando cometí mi segundo asesinato, ahora sí estoy seguro del término, porque esta vez sí que lo había planificado.