miércoles, 21 de mayo de 2008

MEMORESCENCIAS 8

Ciertamente, me sentí un poco preocupado porque a mí los tíos no me ponen, y correrme así, de aquella manera, me parecía muy poco natural.
La estudiante me ayudó mucho. Además de lo que yo había leído desde que empezamos a salir, para ponerme en sintonía con ella en las conversaciones, ya se sabe, los filósofos alemanes tradicionales, Kant, Rousseau, Schopenhauer... más lo que puse por mi cuenta, Desmond Morris, Masters y Jhonson, El informe Hite y algunos otros relacionados con la antropología y el sexo, con el fin de mejorar éste, el hecho de ir a vivir juntos y la seguridad de que su carrera tan sólo tendría una vía pedagógica de realización, nos sumergió a los dos en las lecturas de los psicoanalistas y pedagogos que más estaban influyendo en esos momentos, considerando que aún los centros psiquiátricos se encontraban en plena actividad y existía una corriente académica decidida a cerrarlos y poner a los locos en la calle, bien empastillados, pero conviviendo con los demás.
Así fue cómo me topé con la Psicología de masas del fascismo, de Wilhelm Reich, o con la corriente antipsiquiátrica de Laing y Basaglia. Los horizontes freudianos y lacanianos se fueron ensanchando con ello, a la vez que conocía la escuela libre de enseñanza de Ferrer y Guardia o las teorías de aprendizaje de doble vía desarrolladas por Paulo Freire.
Es decir, que estábamos aprendiendo y compartiendo cosas que nos hacían sentir una proximidad abrumadora, y como además el sexo iba tan bien, pienso que para ambos fue la etapa más feliz de nuestras vidas. Creo que estábamos realmente enamorados. Tanto me pareció así, que me animé a pedirle que tuviéramos un hijo. Tardaría mucho tiempo en volver a sentir algo parecido.
Por supuesto nunca le conté nada que pudiera enturbiar nuestra relación, pero hablando sobre las diferentes interacciones que surgen en la convivencia de pareja, incluidas las de poder, las de esclavo y amo, poseído y posesor, me recomendó un libro, cuyo autor no recuerdo, pero que solventó mis dudas definitivamente sobre lo que me había sucedido.
Se titula La erótica del poder, y explica a la perfección cómo esos roles que desarrollamos sexualmente, los trasladamos a la política, al trabajo y en definitiva a todas las relaciones que mantenemos con los demás, incluida la del criminal con su víctima, esa sensación de poder sobre la vida del otro que yo mismo había experimentado.
Aquello me hizo comprender y disipó las dudas sobre mis interferencias sexuales.
Estuvimos juntos durante unos tres años, hasta que terminó su carrera. Nunca decidió tener ese hijo. En cambio, intentó convencerme de que estudiara en la universidad a distancia, que sería la única forma de permanecer juntos tras las oposiciones que pensaba realizar, las cuales podrían llevarnos incluso a un mismo centro con un poco de suerte. Que entonces tal vez, ya veríamos, porque lo de electricista no tenía futuro, que se gana poco y anda uno casi a la intemperie, de aquí para allá y sin trabajo fijo. Que por lo menos hiciera peritaje y terminara una carrera media en mi profesión. Que si era poco ambicioso, que si pensaba quedarme así para toda la vida, de puto pelacables electricista...
Vamos, que la cosa se empezó a retorcer, la niña se propuso controlar mi vida y dirigir mi destino. De repente me dio la impresión de que no sabía nada, de que no había aprendido nada con toda su puta carrera y sus jodidas horas de universidad. Acabé enviándola directamente a la mierda, con las maletas en la puerta, porque al fin y al cabo el alquiler lo pagaba yo. El alquiler y todo lo demás.
Más tarde me enteré que en los últimos meses había estado follando y haciendo planes con un colega de la universidad, otro de su especie, que por supuesto se convertiría en su momento en otra de mis víctimas. A ella no podía matarla. Todavía hoy, aunque ya no la ame, me importa demasiado.