martes, 17 de junio de 2008

MEMORESCENCIAS 23

Las máquinas lo invadían todo. Máquinas ruidosas, máquinas vaporosas, máquinas pestilentes recordándonos que gracias a ellas nuestro sudor no se derrama en demasía. Seis meses ampliando mis conocimientos de inglés y asimilando su manera de ser, a años luz de distancia de todo el pirineo.
El pirineo no es una zona erógena y ni siquiera es una zona de preocupación para la salud. El pirineo es la geografía del mundo. Más abajo empieza África y las zonas tercermundistas de explotación, o de diversión.
Algunos lugareños gilipollas totales pensaban que era a la inversa, y que en el pirineo comenzaba el cine porno y de gran autor.
A mí los grandes autores me la han traído siempre bien floja, y el porno es demasiado personal, total para hacerse una pajilla sin preguntar por el director, a tu gusto, mejor si la película dura lo que tardas en correrte, y si es más larga te da para un montón de corridas.
No voy a negar la obra de grandes artistas, pero si no había un buen escritor tras ellos nunca merecieron la pena, con la única excepción de los que cineaban sin palabras.
Bueno, y a cuento de qué viene todo esto, se preguntarán los más ingenuos. Pues sí, estoy de vacaciones y no me apetece para nada ver a mi familia ni volver a los sitios conocidos, más bien deseo perderme entre las calles de Londres e imaginarme como un segundo abominable Jack el destripador y seguir saliéndome con la mía, incluso alejado de un entorno conocido y de una congruencia que nunca existió.
Tengo la certeza, la ilusión y la seguridad de que también puedo matar aquí, y en cualquier lugar del mundo, y más aún después de lo que he vivido, de ver a tanto muerto caminando sobre sus propios pies.
Y tengo también la certeza de que puedo amar a cualquier mujer que se cruce en mi camino, si el deseo y la esperanza de volcarse en otros brazos son suficientes para hacerle un parapeto a la puta soledad.
Estoy solo al fin y al cabo, estoy lejos de los míos y sin embargo no deseo volver, pero la enfermedad de mi madre me empuja hacia un encuentro indeseado, hacia un reencuentro con aquellos en los que ya no me deseaba reconocer.
Sólo me ampararía la sombra de nube blanca, alguien en quien he confiado desde el día que la conocí, desde el primer día en que escuché su voz y escuché en ella una canción eterna donde llegar a ser y ser eternamente en ese anhelo de supervivencia, de trasladar a otro mi ser, no sé bien si con la esperanza de librarme de mí mismo o de mejorar lo que había llegado a ser.