sábado, 28 de junio de 2008

MEMORESCENCIAS 30

Cuando nube blanca terminó su cuarentena, se planteó el hecho de concluir el triángulo en toda su dimensión y su capacidad de ser. Les dije, bueno, todo es cuestión de meternos en la cama y ver qué pasa, sin forzar mucho el resultado, hay más días. Entonces me sucedió algo para lo que no estaba preparado. Me contaron que mientras yo hacía con una y con otra lo que me parecía bien, buscando el equilibrio placentero o matemático, ellas se habían convertido en amantes y conseguido divinos orgasmos y un entendimiento sexual como de otro mundo, y que yo había pasado a ser mero catalizador de sus sensaciones.
En ese momento no supe si partirme el culo de risa o echarme a llorar como un tonto y salir corriendo de aquella habitación.
Pero antes de que tomara una decisión, me agarraron cada una de una mano y me invitaron a disfrutar el lecho con ellas.
Uno de mis miedos más callados, dentro de mi estrategia, y a pesar de haber compartido en el pasado otro triángulo, aunque tan diferente, se disipó en ese momento y gozamos los tres de la noche más hermosa que hubiéramos podido imaginar, los tres lo comentamos durante el desayuno de la mañana posterior. Una orgía de pequeñas dimensiones en cuanto a cantidad, pero tan intensa debido a nuestro amor, a nuestras conexiones vitales, que sería muy difícil de olvidar, la primera, porque luego vendrían tantas y tantas y no siempre de la misma manera pero jamás alcanzable cual la primera vez.
Todo ello serviría para cimentar ese gran edificio que en muchos años y ante tantas y tantas avalanchas de la puta vida se mantendría en pie, levantado más por nuestros sueños irrevocables y nuestras ilusiones imperecederas que por cualquier razón incalculable.
Mi pequeña e inconsistente estrategia para unir el triángulo había salido finalmente a la perfección, por supuesto gracias a ellas y a lo que había supuesto como definitorio: el amor entre ambas, la confluencia que en algún momento intuí como posible y que afortunadamente se materializó. Algo que surgió entre ellas y que superaba todas mis previsiones y que finalmente sería incapaz de controlar. Pero controlar, ¿para qué?
No me importaba en absoluto si lo que había creado sería en el futuro para lograr mi felicidad o para conseguir mi propia destrucción.