miércoles, 25 de junio de 2008

MEMORESCENCIAS 28

Los cuatro hijosdeputa que violaron a mi rubia eran menores de edad, penal. Los metieron en un reformatorio y se declararon insolventes, con la misma insolvencia de sus padres, unos porque jamás llegaron a reconocerlos y otros porque estaban en el paro o en la trena o en casa de la puta que los parió. Total que los menores lo liquidaron con un par de años y los mayores con un par de años más cuando llegaron a la edad penal. Justicia.
Barriobajeros desalmados sin educación ni sentido de la responsabilidad con el respeto por los demás.
La sociedad tiene una parte de culpa al generar en su seno elementos de ese calibre, pero el que nace para joder y hacer daño es como si lo llevara grabado en los genes, porque conozco a un montón de gente de su mismo origen, con un montón de problemas económicos y emocionales, a los que jamás se les ocurriría tamaña atrocidad.
Y ahora que volvía a amar con tanta intensidad y doblemente, lo primero que se me pasó por la cabeza, desde Londres, desde aquella llamada que me dejó para siempre añadido a su vida, fue investigar las suyas y acabar con ellas, aunque ya ni siquiera se lo merecieran, ni lo recordaran, porque nadie puede entrar así en la vida de otro, jodérsela para siempre y alcanzar la paz.
Ellas tardarían poco en conocer mis planes, los del triángulo, los otros jamás, aunque nube blanca se preguntaba, lo leía en sus ojos, el porqué de mis estudios claramente destinados a mi país de origen.
Supongo que prefería pensar que estaba fraguando mi retirada si algo salía mal, pero nunca se atrevió a planteármelo en serio. Desconozco sus razones, supongo que ni siquiera ella misma querría pensar en ello, porque nuestra relación no tenía fisuras y ella era lo suficientemente fuerte como para afrontar lo que se le viniera encima, simplemente si seguía a su lado con el deseo de alcanzar la eternidad, algo que intuía en nuestro destino, no sólo como madre, sino por el amor que yo le profesaba, nube blanca sería desde entonces, desde su serena y tácita aceptación de mi otro amor, la única persona a quien jamás sería capaz de abandonar. Un amor maduro, un amor de hombre, que su manera de ser haría más fácil y ligero con el paso del tiempo. Nunca me exigió nada, tan sólo se entregaba y recibía lo que yo humildemente, pues bien sé que nunca estuve a su altura, le podía ofrecer.
Toda mi estrategia, en la que ella siempre estuvo incluida, como madre de mi hijo que llevaba dentro y de los que vendrían después, la discutiríamos en un futuro no lejano, los tres, y acabarían ambas concediéndome, si no la razón de mi oscurantismo, sí la de mi racionalidad y mi amorosa intención.
Es fácil soñar un mundo, pero no tanto hacerlo realidad.
Y aquellos cabronazos, a los que era tan difícil identificar y seguir sus huellas a través del olvido, acabarían bajo mis garras con el paso de unos pocos años y la ayuda de la informatización y el acceso a ella que me iba a proporcionar mi nueva profesión en el futuro.
Ay, ateo de mí, que dios los pille confesados.