martes, 22 de mayo de 2007

Ausencias 8




EL TEMPLO DE LA DESILUSIÓN


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El templo de la desilusión no es de frío hormigón. Ni de ladrillo rojo. Ni siquiera de piedra secular. El templo de la desilusión está construido con las horas muertas fraguadas por tu ausencia. Sus puertas se abren a oscuros corredores que confluyen en una única estancia, apenumbrada, donde mora agazapada la espera, vestida de deseo.


El templo de la desilusión carece de ventanas. El aire enrarecido obnubila la mente y aletarga los sentidos. Tan sólo el sueño permanece alerta, erguido sobre firmes pilares que hunden sus cimientos en las entrañas de la tierra. Un sueño espeso, amargo como la bilis de un dios menor en el que ha florecido tu rostro.


Tus ojos no me ven. Traspasan mis retinas y alcanzan las circunvalaciones grises de mi geografía cerebral pero sin verme. A veces pienso que no existo. O que soy transparente. Entonces me pongo de color rojo fuego y me disparo al aire, bengala de socorro. Me poso sobre la cúpula del templo e ilumino la sala durante breves instantes hasta que chispeando me vierto sobre ti acariciando apenas tus cabellos. Pero cierras los ojos. El resplandor los hiere. Y tampoco me ves.


Entono una canción grave y redonda y la lanzo a tu pecho. Ni te inmutas. Quizá sea verdad lo que cantó el poeta: eres estatua. Mármol griego impasible en la penumbra. Y me tiendo a dormir. Hasta que me despierta nuevamente el sueño.