martes, 29 de mayo de 2007

GLOBALIZ/ARTE


GLOBALIZ/ARTE


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En toda obra de arte inciden dos vectores fundamentales que configuran la fuerza y la proyección de la misma. Uno de tipo universal, en cuanto a la simbología conceptual y otro de tipo individual que la hace única e irrepetible.


La intervención personal del artista sobre esos símbolos universales y la depuración ideológica de los conceptos a la luz de su propia interioridad, confieren a su obra la emotividad expresiva y la relevancia testimonial determinantes de su autenticidad y perdurabilidad.


La Aldea Global difumina hasta la invisibilidad el hecho diferencial del artista, al englobar a las personas en una única cultura planetaria y un único orden conceptual integrador: el Pensamiento Único.


El vector individual desaparece y por tanto la obra de arte como tal. El “artista” produce meros objetos de consumo, universalmente aceptados, pero destinados a desaparecer rápidamente para dar paso a nuevos productos consumibles.


La muerte del arte no será debida a la renuncia creativa de los supuestos artistas condicionados por la cultura de la mercadería, sino a su clonación, a su homologación, a su claudicación a las leyes del Mercado Global. Quienes hoy pelean por hacerse un hueco en el esperpéntico escaparate mediático, el de las grandes editoriales, las galerías de renombre y en definitiva en los espacios representativos de la cultura oficial, asestan al hacerlo una sangrante puñalada a su obra personal y en general a las posibilidades de supervivencia del verdadero artista.


Quizá la estrategia de esa supervivencia pase por atomizar los espacios, de manera que puedan ser fácilmente gestionados por los propios creadores, evitando así que su obra caiga en manos de los mercenarios del arte.


No existirán artistas multimillonarios, pero tal vez podrán vivir todos de su trabajo, un trabajo que será preciso dignificar ante la ciudadanía, ante los lectores y espectadores de dichos espacios atomizados.