martes, 1 de mayo de 2007

HIJOS DEL VIENTO


HIJOS DEL VIENTO

Hay una América de lata y de cartón,
aún prisionera de un tiempo de asesinos
que aniquilan por selvas y avenidas,
machete en mano o a golpe de gatillo,
las vidas, los destinos de los indios.

Corre su sangre y corre nuestra sangre
fundida en la sangría de los siglos;
es tan nuestra la inquina que somete
su dignidad, su porte, pueblo altivo,
como de ellos el hambre y la miseria,
como de ambos la lucha contra el gringo.

No hay un mar que separe, el viento es uno;
el dolor, la esperanza en un futuro
donde nos dejen ser nosotros mismos,
donde no venga nadie a redimirnos,
son de todos también, también son uno.

¿Y las revoluciones fracasadas?
Del Octubre de Asturias al siempre de Chiapas
ya ni Cuba se salva.
¿Quién nos robó los sueños, la Utopía?
¿quién nos vacía el alma de ilusiones?
¿quién la puebla de absurdas mercancías?
A cambio de ofrecernos la Galaxia
en paquetes de bursátiles acciones,
¿quién nos convierte en islas?

El viento que nos lleva hacia ellos
y el viento que los trae hacia acá
son siempre un mismo aire y un mismo respirar:
sufre un hombre en Chiapas y llora aquí una gaita;
muere un hombre en Bolivia y nace una canción universal.

Hijos del viento somos, del viento enamorados,
y la canción de América Latina
es también nuestro canto,
el canto de los parias y los desheredados,
el canto de los hombres que creen en el amor
como único equipaje para llevar a mano,
el amor a la vida, el amor a su hermano.