jueves, 2 de agosto de 2007

AMORTIZACIONES



AMORTIZACIONES




El Infierno está aquí, aquí mismo, dentro de nuestra cabeza. En nuestra mente se alimenta ese fuego que no es ni más ni menos que el peso de la culpa que carga cada cual. Hay infiernos exentos de equipaje, con billete pagado en sobrepeso por servicios prestados y hay infiernos de insostenible carga, sin amortización, pues así nos contaron que deberíamos pagar nuestros pecados, hasta la muerte, cancelados quizá, si tienes suerte, con un último acto de extrema redención.


Extremaunciónate, colega, pero en vida, a bajo precio, al precio de tus mínimos pecados. Solo puede pecar quien mucho tiene y no quien mucho debe. Quien mucho debe se lo debe sobre todo a sí mismo, por no haber sabido, o podido, tener lo que era suyo por derecho y sin suerte. Nadie debe pedir lo que en derecho es suyo: una parte del mundo. Si alguien se la negó, suya es la infamia.


Pregoneros hipócritas, conciencias higienistas practican a diario la amortización de sus pecados a dos manos. Con la izquierda depositan unas monedas sueltas en la humillada mano del cuarentón en paro a la puerta de la Iglesia o en la del heroinómano de sídico futuro a la salida del Banco y con la derecha firman la suspensión de pagos de la empresa o la orden de desahucio familiar del primero y avalan inversiones o lavan el dinero de quienes negocian con la vida del segundo.


Y a dos manos también, costean de por vida un sagrado lugar maravilloso donde secar sus huesos al partir. Viven para la muerte y buscan en la muerte una distinción más. No aceptan que la muerte a todos nos iguale, bien en el mausoleo, bien bajo el patatal. Beatos perseguidores de gloria en otra vida, van construyendo en ésta infiernos para ellos y para los demás.


¿Qué nos puede salvar que esté exento de impuestos? ¿La vida, alguna por vivir sin que se entere el Fisco? ¿El amor, alguno conocéis que sea a fondo perdido? ¿La muerte? Ahí sí les pueden dar... Todos los infiernos prometidos no son más que una trampa para hacerte pagar por aquello que dejaste de ser o de hacer realidad. Amortiza tus sueños, suéñalos mientras vivas, vívelos mientras tengas valor para soñar.