
ISLAS
Atravesando el mar de la imaginación se pueden observar -no sin asombro- innumerables islas de carne y desconcierto que soportan heroicamente los embates del agua en sus vulnerables flancos y los pútridos vertidos que cada marea deposita sobre sus un día blancos arenales.
Tan sólo esperan -a pesar de que el tiempo jamás fue su aliado- la conjunción astrológica, el imposible istmo que las acerque y funda en única morada, escollera común, alianza continental de acantilado frente a la tempestuosa e imperante barbarie universal.
Dedican, mientras tanto, ilusionadas horas a sembrar nuevos sueños sobre el yermo paisaje de su rocosa estirpe -árida de acechanzas- y aguardan sus semillas que la lluvia anhelada germine las desiertas entrañas y florezcan cual viva realidad, flores del primer sueño, que