viernes, 10 de agosto de 2007

SOBRE EL ARTE


SOBRE EL ARTE



¿Qué es el artista? ¿Qué es el Arte? ¿Dónde establecer los límites entre artesanía y Arte, entre labor creativa y habilidad manual o técnica? ¿No es cierto que en los últimos tiempos esta barrera se ha difuminado debido a la gran variedad de proyectos estéticos que por diferentes motivos -tecnológicos, culturales, masificadores- se han incorporado al panorama artístico de Occidente?


Estas y otras preguntas salen al paso cada vez que pretendemos teorizar sobre Arte, y más aún, definirlo, tamizarlo, extraer de un contexto saturado de propuestas estilísticas aquellas obras realmente merecedoras de esa etiqueta con categoría superior destinada a avalar la unicidad y perdurabilidad de una verdadera obra de arte. Intentar rescatarla, descifrarla, puede resultar un trabajo baldío sin la ayuda de unos referentes históricos universal y tácitamente aceptados que nos permitan recobrar la perspectiva que hemos perdido.


El Arte, como actividad humana, como concepto vital ineludiblemente asumido por el artista, ha permanecido inmutable al discurrir de los siglos. Sus pilares continúan siendo los mismos que soportaron las intuitivas creaciones cavernícolas: la Vida y la Muerte, la incesante búsqueda del hombre para explicarlas, armonizarlas, aceptarlas...La mortalidad del autor y la supervivencia, si no inmortalidad, de su obra, continuidad metafórica de sí mismo. Y también, cómo no, la aportación personal, individual de cada autor -las escuelas y tendencias son pura casualidad o vano intento simplificador y aglutinante- : su manera de explicar o denunciar el mundo que le rodea; su forma de recrearlo, de hacerlo menos agresivo e inhóspito, más manejable y bello; su estilo de reinventar la realidad o de plagiarla bajo la luz de su interioridad...


La obra de arte ha de ser testimonial y contener tensión emocional. Una tensión que surge del interior, pero que hunde sus raíces en la experiencia cotidiana y en la propia concepción del mundo. Un mundo cada vez más disperso, repleto de ingredientes extraños, exóticos, ajenos a nuestro patrimonio cultural, que nos llega hoy, a través de los grandes medios de comunicación de masas, desde todos los rincones del Planeta. Es la "aldea Global". El bosque nos impide ver los árboles.


Despojados de identidad; desprovistos de una mínima capacidad de sorpresa; banalizada nuestra experiencia cotidiana por una estructura de relación social basada en el olvido, el olvido de cualquier referente ético o estético para alcanzar el equilibrio, la felicidad; abocados a despreciar la inteligencia -al menos tras esas ocho o diez horas de irrenunciable ocupación asalariada- ; seducidos por la felicidad del ignorante, por la imbecilidad... ¿qué podemos crear?


Si a todo ello le sumamos la infamia y perversión del "artista" actual que entre todo este amasijo pretende vivir del arte, en un momento en que el único discurso posible para lograrlo es la mercadería de la "cultura basura" y las modas, tan superficiales como efímeras, ¿qué queda del Arte?


Quien es capaz de ver al otro lado del espejo y además posee la clave para poder contarlo, debe hacerlo sin más, sin otras pretensiones. El Arte ha de ser siempre imposición, no exposición a cualquier precio. Ha de ser honradez, no mercadería; eso ya llegará después, si es que llega.


O recuperamos la trayectoria histórica -esa intuición atávica- y aceptamos la creación artística como una necesidad humana -no como mero pasatiempo o actividad lucrativa- o dejaremos en herencia un testimonio muy pobre y fugaz de este tiempo que nos ha tocado vivir.