martes, 7 de agosto de 2007

VIVIR AL DIA



VIVIR AL DÍA




Un proyecto de futuro es una cómoda e inapreciable chaqueta vieja. Un proyecto de futuro es un coche invendible al que le has tomado aprecio porque lleva un montón de años proporcionándote libertad de movimientos, e incluso ha hecho las veces de placentero inmueble inolvidable (puede que el primero, ya sabes, en el asiento de atrás). Un proyecto de futuro es pensar que merece la pena abrirse a nuevos proyectos y a la vez continuar creyendo en nuestras remotas y atropelladas convicciones.


Nada de esto es positivo para el progreso. El progreso se basa en la explotación del presente, en la necesidad que tenemos de llenar nuestro presente, de ocuparlo en alguna actividad. Qué más sencillo y accesible para emplear nuestro tiempo que lo superfluo y lo deshechable. Y en la medida que es más accesible también resulta más democrático. El progreso nos iguala a todos, porque todos tenemos las mismas posibilidades de ejecutar cambios superfluos en nuestro presente, en nuestra vida cotidiana. Los cambios dependerán, no de nuestra imaginación o de nuestra capacidad creativa, sino de nuestro presupuesto económico, y de éste, claro está, no podemos culpar más que a nosotros mismos por no haber sido más emprendedores y competitivos, según afirman los gestores del progreso.


Podemos sentirnos felizmente inmersos en el progreso mediante un cambio de peinado en la peluquería del barrio o pasando la tarde de compras en el centro comercial más próximo. En cambio, un proyecto de futuro es sólo una idea intangible, de dudosa realización y carente de precio. Y si no tiene precio, si no lo podemos comprar, ¿existirá en realidad?


Vivimos al día. Nos dicen: ¡Sed felices! ¡Sed espontáneos! ¡Sed vosotros mismos!... La felicidad del ignorante, la espontaneidad del comprador compulsivo, la identidad dentro de los estrictos márgenes homologados por la pseudocultura oficial del consumo. Y no es sólo porque nos lo digan. Es que además lo vemos. Vemos a diario, porque bien se encargan de mostrárnoslo, que es preciso ir a la moda y cambiar rápidamente de coche para poder progresar y que el mañana es como la lotería o los programas concurso de la tele. Y claro, más vale pájaro en mano, aunque no tenga alas. Vivimos la estrategia del aquí y el ahora, del aquí te pillo y aquí te mato.


El hombre, sin memoria histórica y sin un proyecto personal para llegar a ser, no será más que un animal ávido de promesas consumibles. En vez de salir algún día de este gran hipermercado mediático, terminará por convertirlo en una progresista chatarrería.